¿Te sientes atascado en tu práctica? ¿Te produjo la meditación al principio grandes cambios de vida positivos, pero ahora años después te sientes como si estuvieses flotando en el agua sin la sensación de avanzar? La meditación mindfulness (de la atención plena) es una práctica extremadamente útil y provechosa, pero eso no significa que sea perfecta, o que no tenga trampas. De hecho, no es raro que los profesionales del mindfulness a largo plazo se queden atascados en un callejón sin salida particularmente pernicioso, que se llama la trampa del observador. Vamos a ver aquí lo que es y cómo librarse de este callejón sin salida.
El último bastión
Muchas tradiciones ―especialmente la meditación mindfulness― te animan a observar tu experiencia sensorial de una manera neutral. Observa tu respiración, observa las emociones, observa los pensamientos, y así sucesivamente, sin reaccionar a ellos. Esta técnica de observación funciona muy bien porque te da algo así como una perspectiva exterior de tu propia experiencia. Puedes observar tu propia mente, tus reacciones, tus emociones, tu comportamiento casi desde la perspectiva de otra persona, y esta es una retroalimentación enormemente útil. Conduce a la ecuanimidad, y al enorme crecimiento personal del que los defensores del mindfulness siempre están hablando.
Sabiendo que esta posición del observador es tan útil, en realidad, muchos maestros/profesores se detienen ahí y no hablan acerca del próximo paso importante en el desarrollo espiritual. Pero hay un problema oculto con la técnica de la observación, que se hace evidente una vez que se piensa en ello. ¿Quién es el observador? ¿Quién es esta persona que está detrás de los binoculares, viendo tu experiencia desde el exterior? Este observador neutral que has creado con el tiempo es en realidad otra ―aunque sea más pequeña y menos neurótica― versión del ego. Es el sentido de ser una persona que está haciendo el meditar. También se podría llamar un ego meditador o un ego observador. La creación de este observador neutral es muy útil, pero el objetivo de la meditación no es crear un nuevo ego meditador, es ver a través de la ilusión del ego por completo.
Es bastante común, incluso para los estudiantes muy dedicados en las tradiciones basadas en la observación, quedarse atascados para siempre en el modo observador. Lo he visto una y otra vez en mi experiencia. Ser el observador, un ego meditador neutro, no es un mal lugar para estar; sin duda es mucho más preferible que el modo de vida inconsciente y robótico vivido sin ningún tipo de auto-reflexión. Sin embargo, impide todo progreso más profundo hacia el despertar real. Así que la única manera de avanzar es dejar de lado al ego observador; y liberarse del sentido de ser una persona que está haciendo una meditación.
Por ejemplo, el filósofo espiritual Ken Wilber cuenta la historia de su primer despertar. Sucedió en un retiro Zen, en el que se encontraba en un estado profundo de observación de su propia experiencia. El maestro zen le dijo: «El [observador] es el último bastión del ego». Wilber dice que «algo se rompió» dentro de él entonces, y se hundió en un profundo estado de despertar. Había dejado ir al ego observador, dejado de ser un meditador, y en su lugar se había convertido en la actividad de la meditación en sí. Su historia no es tan inusual en el camino del despertar. Puede ocurrir de muchas maneras.
Observar al observador
Para librarse de la trampa del observador, empieza por darte cuenta de que el observador, aunque cómodo o habitual, todavía es sólo otra versión del ego. Has pasado horas y horas observando la respiración y tus emociones y tus pensamientos. Ahora es el momento en cambio de observar al observador. Tienes que observar al observador. Esto lo haces, al estilo típico del mindfulness, mediante la cuidadosa deconstrucción de los componentes del propio observador.
El ego observador se construye a partir de los mismos componentes que el ego cotidiano, pero a una escala más pequeña. La mente cotidiana tiene pensamientos acerca de todo tipo de cosas, el observador tiene pensamientos acerca de cómo va la mediación, o cuánto tiempo falta para que termine esta sentada (sentarse en meditación zen). El ego cotidiano tiene emociones sobre todo tipo de cosas, pero el observador tiene emociones acerca de cómo va esta sentada, o incluso sentimientos felices de amor y alegría. El ego cotidiano tiene todo tipo de sensaciones corporales, pero el observador tiene un conjunto muy especial de sensaciones del cuerpo: las sensaciones de dónde él/ella se imagina que se encuentra la conciencia.
Esta última indicación necesita un poco de desembalaje, ya que es algo sutil. La mayoría de la gente se imagina que la conciencia está centrada en un punto en su cabeza, por lo general en algún lugar alrededor de los ojos. Se trata de una ilusión natural, dado que los ojos, oídos, lengua y nariz están ubicados en la cabeza. Pero si, por ejemplo, sientes tu pie en este momento, es probable que imagines que de alguna manera lo estás sintiendo desde tu cabeza. Es como si una luz de la conciencia se proyectara hacia abajo, hacia el pie. En realidad, tienes nervios en el pie que te permiten sentirlo justo desde el pie. (Por supuesto, estas sensaciones se procesan en el cerebro, que se encuentra en tu cabeza, pero eso no viene al caso ― nunca eres consciente de ese nivel del hardware del cerebro.) Lo mismo sucede con el ego observador. Se sentirá como si estuviera de alguna manera localizado en la cabeza y observando desde ese punto. Pero eso no es más que un conjunto arbitrario de sensaciones físicas (probablemente situadas alrededor de los ojos) que tú has decidido que es donde se encuentra la conciencia. Esas sensaciones son también parte del ego observador.
Así que para superar el problema del observador y salir del atasco en tu práctica, observa de cerca las sensaciones (es decir, los pensamientos y sentimientos) asociadas con el ego observador. Esto puede ser muy incómodo al principio, pero es aquí donde tus muchos años de practicar la observación neutral vienen en tu ayuda. Éstos son algunos consejos sobre cómo hacer esto:
- Observa cualquier pensamiento que tengas acerca de la meditación en sí. Por ejemplo: «Estoy teniendo una buena meditación». «Estoy haciendo la técnica mal». «Me gustaría que mi concentración fuera más profunda». «Espero que llegue pronto el almuerzo», y así sucesivamente…
- Observa cualquier emoción que tengas acerca de la meditación en sí. Por ejemplo: frustración acerca de cómo va la meditación, alegría de experimentar una profunda meditación, pánico acerca de cuánto tiempo puede durar la sentada, y así sucesivamente.
- Observa las sensaciones que tengas acerca de dónde parece estar localizada la conciencia. ¿Sientes que está centrada en la cabeza? ¿Detrás de tus ojos? Date cuenta de cualquier sensación corporal que asocias con el observador. Obsérvalas con mucho cuidado.
- En general, date cuenta de cualquier sensación de que estás haciendo algún esfuerzo para meditar. De dondequiera que este esfuerzo parezca estar viniendo, date cuenta de eso. Deja que la meditación sea una experiencia sin esfuerzo, no un hacer con esfuerzo.
Libertad
Si observas cuidadosamente al ego observador de esta manera, con el tiempo, será deconstruido exactamente de la misma manera en que tu gran y torpe ego cotidiano lo hizo desde el principio de tu práctica. Sin embargo, esta deconstrucción es diferente. Con este despliegue viene un despertar profundo y duradero.
Podrías pensar que sólo estás creando otro ego que tendrás que deconstruir de nuevo, pero no funciona de esa manera. Una vez que has aprendido la manera de socavar el sentido de ser el meditador, no creerás ni darás por sentado a otros nuevos que surjan. Sabrás que todas las sensaciones de un lugar permanente para la conciencia son falsas. Sabrás que todos los pensamientos y sentimientos, incluso los que tienen que ver con la meditación, son simplemente contenidos que surgen en la conciencia.
Si estás atrapado en la trampa del observador, esta sola técnica puede llevar a tu práctica desde un estancamiento rutinario y mecánico a una experiencia profundamente viva y vital muy rápidamente. Incluso si has pasado años de meditación monótona sin que parezca que hay progreso, esto puede liberarte de tus ataduras. Y de eso, después de todo, es de lo que se trata.
La tercera atención o el tercer anillo de poder, según don Juan Matus le enseño a Carlos Castañeda. Eso es el observar al observador.