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Podríamos decir que el cuento del helecho y el bambú es la fábula de la esperanza. ¿Por qué? Porque en él reside la verdadera esencia de la resiliencia y de la perseverencia; es decir, esta historia que refleja la importancia de no darnos por vencidos cuando nos toca enfrentarnos a un obstáculo, a un reto o a un mal sobrevenido.
Puede que no veamos cambios y que nos cueste gestionar la permanencia en un punto en el que no vemos avance sino estancamiento o, incluso, retroceso. Desde luego que esto forma parte de la vida y que, sin duda, entran en juego muchos factores a la hora de plantearnos si permanecer o no en el camino que creemos que nos conduce a nuestros anhelos.
Pero, ¿qué pasa si dejamos de escarbar y realmente nuestro objetivo no estaba tan lejos? Aquí entra en juego un fenómeno que en psicología y economía ha sido ampliamente documentado: la aversión a la pérdida.
El recelo emocional y cognitivo ante los riesgos
Preferimos no perder antes que ganar y, por ello, solemos retirarnos pronto para “curarnos en salud” y no arriesgamos. Por ello, cuando evaluamos una posible ganancia, preferimos apartarnos y evitar la pérdida antes que llegar al beneficio.
Esta pérdida puede ser emocional, económica o de cualquier otro tipo. Lo que está claro es que si tenemos en cuenta este fenómeno, lograremos potenciar nuestras posibilidades de éxito en una circunstancia concreta.
Según planteaban Amos Tversky y Daniel Kahneman, nuestra actitud hacia los problemas depende de cómo planteemos las alternativas. Así, si pensamos en una persona, llamémosle Rosa, que mantiene una relación monótona y aburrida durante 15 años, podemos percibir que hay cierto enganche que está promoviendo la inmovilidad de esta persona y a su aversión a terminar su relación.
El hecho de que Rosa tome la decisión de finalizar su relación o no depende principalmente de cómo se plantee su estancia en la misma. Nuestra mujer tiene dos opciones que vamos a exponer a continuación, primero en términos abstractos y después de manera más específica respecto al caso que hemos planteado:
- Si planteamos la situación en términos de ganancias, nuestra respuesta será en general de aversión o recelo hacia el riesgo o al cambio de alternativa. Es decir, si Rosa considera que la estabilidad emocional es más valiosa que la necesidad de conocer cosas nuevas, seguirá en esa relación.
- Si planteamos la situación en términos de pérdidas, entonces preferiremos arriesgarnos y dar un paso adelante. O sea que si Rosa cree que necesita un giro en su vida y que conocer mundo le es más necesario que tener a alguien a quien recurrir 24 horas al día, entonces su predisposición es más que evidente.
Lo mismo ocurre cuando tenemos que lidiar con un mal día o un mal momento. Si creemos que todo está mal, probablemente mantengamos la creencia de que cualquier cosa que hagamos puede empeorar la situación. Esto nos conducirá a un alto grado de inmovilismo y, como sabemos, EL INMOVILISMO ES INCOMPATIBLE CON LA VIDA.
Recalcar esto vale la pena a la hora de plantearnos qué es lo que nos engancha y qué es lo que merece la pena que pongamos en juego para lograr nuestros objetivos. Asimismo, es necesario que echemos mano de estos detalles para tomar decisiones. Por eso es tan importante hacer listas de ventajas y desventajas de las distintas opciones que consideramos plausibles a la hora de decidir sobre algo.
La fábula del helecho y el bambú
Un día decidí darme por vencido: renuncié a mi trabajo, a mi relación y a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que, según decían, era muy sabio.
–¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? – le pregunté.
-Mira a tu alrededor, -me respondió- ¿ves el helecho y el bambú?
-Sí. -respondí.
-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú.
En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y, nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se habían pasado ya cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces?
El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida. La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes, quizás solo estés echando raíces…
Replantéate tus prioridades a diario
A la hora de seguir inmersos (o no) dentro de un proyecto vital de la índole que sea, debemos contemplar qué es lo que merece una inversión de tiempo y esfuerzo como el bambú. Los objetivos más valorados y más fructíferos a largo plazo son los que más nos cuestan.
Esta fábula no es el ya mítico “si quieres, puedes”. Este mensaje es tan irreal como desesperante y nos priva de un diálogo interior verdadero y saludable. Lo que cabe decir es que si de verdad lo crees posible y tienes fuerzas para pelear por ello, merece la pena trabajar para conseguirlo.
Lo consigamos o no lo consigamos, el viaje merece la pena. De ahí la importancia de que reconceptualicemos nuestras posibilidades y que dispongamos todo para regar cada día un poco más la semilla de nuestro bambú. Todo suma y, por ello, la inversión emocional en aquello que queremos merece tanta consideración y mimo por nuestra parte.
Recordemos, pues, el mensaje que nos transmite nuestra fábula de hoy: Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante… Así es que si no consigues lo que anhelas, no desesperes, quizás solo estés echando raíces…