La historia parece haber demostrado una y otra vez que los mitos populares encierran una gran realidad. Por ejemplo, un mito procedente de China proclama que hace aproximadamente 100.000 años los dioses crearon las tres especies humanas -enanos o hobbits, gigantes y humanos medianos- para probar cuál era la que mejor se adaptaba al entorno terrestre. Se dice que para los enanos las distancias eran muy grandes y para los gigantes los recursos y las distancias demasiado cortos. Por eso, en el lapso de 50.000 años ambas especies comenzaron a extinguirse.
Según el mito citado, los humanos medianos, quienes se habrían adaptado mejor a este mundo, seríamos los actuales pobladores de la Tierra. En él también se afirma que unos pocos gigantes sobrevivieron en el anonimato, y que el último de ellos se extinguió hace aproximadamente un siglo. Lo mismo se dice de los enanos, quienes se ocultaron por temor a ser eliminados. Sorprendentemente, este mito, que ha comenzado a difundirse también en Occidente, revela datos muy similares a los obtenidos por medio de estudios científicos.
El antiguo testamento, relata en uno de sus textos como el pequeño David venció con una honda al coloso Goliat y se convirtió así en el segundo monarca hebreo. La veracidad de este relato (difícil de creer para muchas personas) se vio reforzada con el hallazgo de una vasija de arcilla que contiene las inscripciones filisteas más antiguas encontradas hasta el momento. El objeto, que fue hallado en Israel por arqueólogos de la Universidad de Tell es-Safi, contiene inscripciones protocananeas con los nombres no semíticos de «Alwt y Wlt» que, según el profesor Aaron Demsky, son similares a las letras arcaicas de Goliat. Según los estudios realizados, este objeto es auténtico, ya que fue fabricado sólo cien años después de David.
Este hallazgo parece ser una pieza más del rompecabezas de una teoría mantenida en el letargo por la comunidad antropológica y arqueológica, que postula la coexistencia de tres razas humanas de distintos tamaños en la antigüedad: los gigantes, los humanos actuales y los enanos. Se han sumado tantas evidencias acerca de la existencia de estas tres especies humanas, que los científicos han tenido que esforzarse mucho en «hacer la vista gorda» y mantener el esquema de evolución lineal aceptado mayoritariamente.
Los ‘hobbit’ de Indonesia
La existencia de una raza de hombres “hobbit” con un promedio de altura de un metro, pasó de las leyendas a la realidad en otoño del 2004, cuando un grupo de investigadores descubrió en Indonesia, huesos de pequeños humanos que habrían convivido con el hombre actual hasta hace sólo 12.000 años.
Aunque la fecha de extinción de dicha especie fue calculada en base a los restos encontrados, se tejieron hipótesis que postulaban la supervivencia de descendientes de los ‘hobbit’ en el interior de las remotas selvas indonesias. Pero lo que realmente ignora mucha gente, es que desde el siglo pasado no han sido escasos los hallazgos de fósiles de hombres de tamaños que triplican la altura de un humano corriente. De hecho, son tantos que sólo podremos tratar algunos superficialmente. Prácticamente se han hallado restos de gigantes en todos los puntos del globo.
Numerosos restos gigantes por todo el planeta
Tal vez, el caso más popular sea el del Gigante de Java, cuya antigüedad rondaría los 300.000 años. Así mismo, en la mitad meridional china se encontraron restos de un individuo semejante, poseedor de seis dedos en cada extremidad. Esta característica, llamada polidactilia (número anormal de dedos en las extremidades) parece haber sido un patrón habitual en esta especie.
Un pasaje bíblico narra: “Hubo guerra de nuevo en Gat, y había un hombre de gran estatura que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste descendía de Rafá. (I Crónicas 20, 6)”.
Un caso similar al anterior se dio en una gruta de Atyueca (ex Unión Soviética), donde se encontraron esqueletos de individuos que medían entre 2,80 y 3 metros y también presentaban seis dedos en manos y pies.
Otros casos que podemos nombrar repasando rápidamente son las tumbas de Chenini, en Túnez, donde descansaban los restos de seres de 3 metros de alto; el sepulcro de Bradford, en Estados Unidos, hallado en 1880, que almacenaba esqueletos de más de 2 metros de altura con extrañas prominencias en forma de cuernos que sobresalían por encima de los arcos ciliares; las huellas del cretácico en Glen Rose, Texas, que medían 54,61 por 13,97 centímetros y que llamativamente se hallaban junto a las huellas de un brontosaurio; los jóvenes gigantes de Lixus, cuya altura a los 11 años rondaba los 2,20 metros y, por último, los restos óseos hallados en Garós, en el sistema montañoso de Urbasa, en Castilla, Medinaceli, León, Cantabria y otros lugares, todos pertenecientes a España.
Según distintos documentos, el mayor gigante hallado hasta el momento tenía un esqueleto de 5,18 metros de alto y fue desenterrado en 1956 en Gargayán, Filipinas. Cada uno de sus dientes incisivos medía cinco centímetros de ancho por quince de largo. Se estima que en vida, este hombre pudo haber alcanzado los 5,40 metros.
Pero no todo son restos biológicos. Algunos exploradores se han topado con herramientas con un tamaño nada discreto. A 6 km. de Safita (Siria), arqueólogos hallaron unas hachas de mano de 3,8 kg de peso. En Marruecos se descubrieron picos de 32×22 cm y 4,2 kg de peso y hachas de dos filos de 8 kg. Dadas las dimensiones de estas herramientas, sólo podrían haber sido manipuladas por seres de un porte extraordinario.
Aparte de leyendas (que por cierto abundan), herramientas y huesos de gigantes, hay otro factor que los partidarios de la teoría de las tres razas proponen como argumento válido de la existencia de gigantes: los monumentos megalíticos de tamaño descomunal que pueden encontrarse erigidos en casi todos los continentes de la Tierra. Si tenemos en cuenta que en la actualidad no existen medios para mover rocas de magnitudes como las que conforman las pirámides de Egipto, Stonehenge o los Moái de la Isla de Pascua, en Chile, podemos empezar a caer en una escalofriante incertidumbre.
Es verdad que algunas de estas enormes rocas podrían moverse mediante la maquinaria que hemos logrado desarrollar en estos tiempos, pero ¿cómo lo lograron los antiguos humanos? Tal vez en la existencia de esta raza de “Goliats” pueda encontrarse la respuesta. Pero aceptar el hecho de que los humanos modernos hayan coexistido, hasta hace muy poco tiempo, con enanos y gigantes significaría derrumbar una cantidad de teorías arraigadas y comenzar de cero.
En conclusión, todo parece indicar que las leyendas de enanos y gigantes que se narran en prácticamente todas las etnias del mundo habrían trascendido a pruebas veraces de su existencia.