A pesar de que la ansiedad exacerbada y los ataques de pánico son mucho más frecuentes de lo que se puede imaginar, sigue siendo un tabú a nivel social y una presión más que atender para las personas que puedan estar padeciendo de este desagradable mal.
Cualquier persona puede sufrir en su vida algún trastorno de ansiedad, en cualquiera de sus presentaciones, esto puede padecerlo de manera muy puntual o volverse crónico en su vida. Como no es algo que se pueda diagnosticar de manera física, como un cuadro de apendicitis, una neumonía, una congestión paranasal, cuesta más explicarlo, sin sentirse como un enfermo mental.
Existe muy poco conocimiento en cuanto a la ansiedad y sus trastornos en lo que a la población en general se refiere, algunas personas escuchan a alguien explicando sus sensaciones y dicen convencidas: “tranquilo, eso se te quita con un fin de semana en la playa”, “debes desestresarte”, “no entiendo por qué te pones así, no está ocurriendo nada real”, en fin… Cuando la persona que padece de ansiedad intenta exteriorizar su sentir con las personas que lo rodean, pocas veces tiene la aceptación y la comprensión que el caso amerita.
Quien padece de trastornos de ansiedad, por lo general sufre por su condición y adiciona a su situación la pena que le produce reconocer que se encuentra pasando por un tránsito que engloba el manejo de sus emociones, el autocontrol, la sensación de muerte, diferentes tipos de miedos y fobias, sin ser pasado por un enfermo mental. Cosa que en algunos casos, ni siquiera percibe con claridad.
Luego las personas que rodean y tiene acceso a quien está padeciendo de ansiedad pueden tener poco alcance en la ayuda. Una persona con cualquier trastornos de ansiedad puede volverse dependiente, puede deprimirse al no encontrar salidas tempranas, puede volverse agresiva por la misma frustración generada de la sensación de pérdida de control de su vida, puede sentirse insegura, no querer salir, no querer manejar, no querer quedarse a solas, en fín… puede pasar por momentos donde necesita a su alrededor personas altamente empáticas, que sin conocer o sentir de primera mano la ansiedad, puedan actuar como soporte y ser lo más asertivos posible para ayudar sin juzgar.
La ansiedad se manifiesta normalmente para avisar que algo no va bien en la vida y es necesario mirarlo, un ataque de pánico no surge de la noche a la mañana, se necesita de un agotamiento físico, mental y/o emocional, para que se manifieste… Por lo general no prestamos mucha atención a nuestras cargas, hasta que nuestro cuerpo hace los llamados por vías extremas.
El hecho de haber padecido o padecer de cualquier trastorno de ansiedad no significa que se vaya a sufrir por siempre, menos que el afectado tenga que someterse a estar sedado o recurrir a cualquier mecanismo de emergencia en lo que le quede de vida para hacer frente a la ansiedad.
La medicación y la ansiedad
Ciertamente la medicación indicada por un buen especialista puede ser un buen recurso cuando la persona está altamente sensible a los síntomas de la ansiedad, pero se debe entender que el problema no está en dejar de sentir los síntomas o sensaciones. Así como se receta acetaminofén con un cuadro febril, se busca la causa de ese síntoma, no se perpetúa el tratamiento para que la temperatura no vuelva a subir.
La medicación es un punto muy delicado, porque la mayoría de los productos utilizados en el manejo de la ansiedad producen adicción y producen abstinencia de solo mantener la dosis… es decir, la persona se siente mejor con una dosis determinada, su cuerpo comienza a pedirle más, lo que le genera ansiedad, a lo que el especialista puede sencillamente responder que la dosis es insuficiente y hay que aumentarla, arrojando al paciente por un despeñadero del cual puede costarle mucho salir.
La medicación debe en tal caso ser utilizada en la fase inicial en conjunto con la terapia acorde a los requerimientos del paciente, mientras se le dan las herramientas para manejar los diversos cuadros y mientras se descarga todo aquello que se ha venido sembrando en el interior, donde la aceptación, el perdón y el dejar ir, son las medicinas universales.
En resumen, la ansiedad es solo un trastorno de nuestro cuerpo, una sirena que nos hace voltear a mirarnos, no a sedarnos. Pude ser pasajera o perpetua, dependiendo de cuánto tiempo nos tome recomponernos desde nuestro interior. De cuánto tiempo nos tome dejar identificarnos con nuestros pensamientos y decidir sanar desde el corazón. No debe dar vergüenza, es una más de las manifestaciones de nuestro ser, haciendo un llamado de atención.