El inmueble, tristemente célebre por el asesinato de cinco abogados laboristas en 1977, alberga 25 pisos de alto ‘standing’ en comercialización
Propiedades de altas calidades de uno y dos dormitorios con precios que oscilan entre los 300.000 y 590.000 euros -18 ya tienen dueño-
Las paredes del edificio situado en el número 55 de la madrileña calle Atocha fueron testigos de uno de los episodios más oscuros y determinantes de la Transición española: el asesinato de cinco abogados laboralistas a manos de un comando de extrema derecha durante la noche del 24 de enero de 1977. Un crimen que, lejos de dar al traste con el proceso democrático que se había iniciado en España, sirvió para reforzarlo y mostrar que ya era irreversible.
Casi 40 años después de aquella fecha, la finca, cuyos últimos inquilinos salieron hace una década, acaba de estrenar una nueva vida. Lo hace reconvertida en un bloque totalmente remozado que alberga 25 viviendas de lujo, en pleno barrio de Las Letras, uno de los enclaves residenciales más de moda del centro de la capital.
Hoy, sólo una placa junto al portal en memoria de los fallecidos y un par de florecillas de plástico prendidas en una tubería contigua recuerdan aquel suceso. El resto del edificio luce impecable con su fachada, balcones y alero relucientes.
La rehabilitación integral del inmueble, construido en 1887, ha contado con la firma del arquitecto Rafael Robledo, cuyo estudio ha trabajado en los últimos años en algunos de los proyectos de reforma de edificios antiguos más significativos de Madrid.
El trabajo de Robledo ha conseguido mantener intacta la identidad histórica del inmueble -que contaba con una catalogación parcial que obligaba a restaurar su fachada, el portal y la escalera principal- al tiempo que ha dotado a sus interiores de espacios luminosos y acogedores, configurando unos pisos de altísima calidad.
Las viviendas tienen una doble configuración (un dormitorio con un baño y dos dormitorios con dos baños) y han salido al mercado por un precio medio de unos4.530 euros por metro cuadrado. Esto significa que los precios de venta oscilanentre los 300.000 y los 590.000 euros. También hay un ático en venta por cerca de un millón de euros. El éxito comercial ha sido fulgurante y 18 de sus 25 pisos ya están vendidos.
Pese a que desde CBRE, empresa responsable de la comercialización de Las Letras Atocha 55, nombre que ha recibido la promoción, reconocen que en un principio temieron por que el pasado del edifico pudiera afectar a las ventas, la realidad es que pocos compradores -la mayoría con un perfil inversor- han mostrado interés por esta historia.
Sobre terroristas neofascistas italianos
Misterios de la transición española
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=126902
Pierluigi Concutelli ha salido de la cárcel porque está muy enfermo y por un momento han vuelto los fantasmas del pasado. Los de la muerte de Franco y de la larga y torturada transición de España hacia la democracia. La noticia no ha merecido ninguna atención informativa.
El día 10 de julio de 1976 en una callejuela de Roma Concutelli mató al juez Vittorio Occorsio. Lo hizo con un subfusil, tipo metralleta, fabricado en los EEUU, enviado en un estoc dirigido al Servicio Central de Documentación de la Presidencia del Gobierno de Madrid, de donde alguien lo entregó al neofascista Concutelli, que se lo llevó a Roma. Vivía cerca de Piazza Venezia y allí encontraron, años después, el subfusil. Era un modelo M-19, de 9 milímetros Parabellum y llevaba la matrícula 2-2-000981.
Varios magistrados italianos, entre ellos Pier Luigi Vigna y Felice Casson, han intentado durante años, saber cómo el arma pudo pasar de una institución gubernativa española al neofascista italiano. Pero no han conseguido nunca nada de definitivo, porque desde Madrid nunca ha habido una colaboración clara sobre el asunto. En 1983 y con los socialistas en el gobierno, se intentó reconstruir la pista del arma, pero los funcionarios puestos en el menester fueron separados bruscamente del caso. Y no por el gobierno, sino por sus superiores jerárquicos. Así sucedió cada vez que alguien intentó seguir aquella pista.
Un año después de la muerte del juez Occorsio, se produjo el atentado de Atocha. Cinco abogados laboralistas fueron asesinados en su despacho de Madrid. Los partidos políticos no eran todavía legales, los franquistas intentaban continuar el régimen, la patronal negociaba bajo mesa desde hacía años con los sindicatos todavía ilegales. Nada era seguro todavía sobre la transición y el atentado la hizo peligrar aún más. Sin embargo, no se hizo un peritaje sobre las armas que aquel día disparon en Atocha, sino sólo sobre las balas usadas. Según los supervivientes, una de las armas disparaba tipo ráfagas. Las actas afirman que las balas eran del 9 Parabellum. Como las de un subfusil Ingram.
Cuando Franco murió, en España vivían más de 15 terroristas de la ultraderecha italiana. Habían llegado ayudados por personal de los servicios secretos de su país, con pasaportes auténticos y nombres cambiados. Cuando el dictador murió, fueron expulsados o huyeron. Hay indicios y en algunos casos algo más, de que los servicios secretos franquistas les usaban para realizar trabajos sucios en España. Como la masacre de Montejurra (1976), la desaparición del líder etarra Eduardo Moreno Bergaretxe, alias Pertur (1976) Atocha (1977) y otros.
Concutelli, que ahora tiene 67 años, acaba de salir de prisión para probablemente terminar sus días en una casita frente a la playa cercana a Roma, donde un amigo de afecto y de ideas se lo ha llevado. De los otros, algunos han muerto, o siguen con vida, implicados en asuntos turbios o todavía protegidos por sus ya ancianos mentores, pero tan poderosos aún como para impedir que unos jueces aclaren quien entregó un arma del
gobierno español a un fascista italiano que con ella mató a un juez de Roma.
Para entenderlo tal vez habría que recurrir a la historia todavía más antigua, como las estructuras secretas que se organizaron al final de la II Guerra Mundial para defender en Europa a la derecha política, impedir la expansión del comunismo y mantener a raya a los que se opusieran o investigasen demasiado. Algo se ha descubierto y está en libros escritos por periodistas, historiadores y políticos. Pero no todo aún.
Quede aquí, como constancia de que las democracias no consisten ni se resuelven sólo con el voto de los electores.