La española fue inmovilizada con descargas eléctricas, esposada y asesinada «sobre la marcha» cuando se había hecho un pago por su rescate
Funeral de María Villar en España el pasado 26 de septiembre.
La española María Villar, sobrina del presidente de la Federación Española de Fútbol Ángel María Villar, fue víctima de un prototipo criminal que prolifera en México: pequeñas bandas de delincuentes comunes que operan “con una violencia inusitada”, según informaron este lunes las autoridades. Criminales de poca monta y sin una organización sofisticada pero con una lógica de toma de decisiones que funciona como una ruleta rusa, imprevisible. A Villar la raptaron para quitarle dinero y cuando ya habían logrado recibir un pago de rescate la asesinaron “sobre la marcha”. Por ahora hay un detenido cuya participación está probada, según la Fiscalía, y se busca al menos a otros dos criminales involucrados.
De acuerdo con la reconstrucción policial del secuestro, la ejecutiva española de IBM salió el 13 de septiembre a las nueve y veinte de la noche de un centro comercial en Santa Fe, una zona de negocios a las afueras de Ciudad de México, y abordó un taxi trampa de camino a su casa. El coche simulaba formar parte de una parada de taxis. Villar, de 39 años y residente en la capital mexicana desde hace tres años, llegó a llamar a su marido para decirle que iba de camino a su vivienda, en el adinerado barrio de Polanco, pero en cuanto colgó se abrió una puerta del taxi y por ella entró la pesadilla que acabaría en el peor de los finales posibles.
Un compinche del conductor subió y Villar, al darse cuenta de que la estaban raptando, forcejeó con él para intentar escapar. No pudo ir más allá del manoteo porque de inmediato la inmovilizaron con descargas de un aparato eléctrico y una vez la tenían desnortada le pusieron unas esposas. A partir de ahí condujeron hacia fuera de la ciudad, en dirección al Estado de México, e hicieron una parada en un cajero para empezar a vaciar sus tarjetas.
Villar fue escondida en una casa de seguridad y al día siguiente los secuestradores contactaron con su familia para pedir rescate. Apoyados por especialistas en negociaciones de liberación, su marido, el brasileño Cristiano do Vale, y su primo Gorka Villar llegaron a un acuerdo para hacer un pago que realizaron en un barrio humilde de Ciudad de México. Antes y después del pago los delincuentes dieron pruebas de que María Villar estaba viva.
A partir de ahí se detectó un nuevo retiro de dinero en un cajero y nada más. Los criminales dejaron de comunicarse con la familia y la policía no logró recuperar contacto con ellos. Un día después, 15 de septiembre, dos después del secuestro,se halló el cadáver de Villar. La habían maniatado y tenía la cabeza cubierta con una bolsa. Su cuerpo había sido arrojado junto a un arroyo. Una escena similar a la de infinidad de feminicidios en México. Todo apunta a que en la fatídica coyuntura que desembocó en la muerte de Villar se conjugaron dos de los males más extendidos del complejo panorama de la criminalidad mexicana: el secuestro y la violencia ciega contra la mujer.