http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37693275
Es difícil imaginar un período, desde el fin de la Guerra Fría, en el que las relaciones entre Rusia y Estados Unidos han estado tan mal.
Funcionarios estadounidenses han descrito la embestida conjunta de Rusia y Siria contra la ciudad siria de Alepo como «una barbarie» y advierten que se están llevando a cabo crímenes de guerra.
El presidente ruso ha hablado explícitamente sobre el empeoramiento del clima entre Washington y Moscú, e insiste en que lo que la administración de Obama quiere es un «diktat» (decreto), más que un diálogo.
Sin embargo, Rusia y EE.UU. están aún en contacto sobre la situación siria.
A pesar de toda la retórica y las acusaciones, ambos se dan cuenta de que tienen un papel vital qué desempeñar en cualquier arreglo final sobre el conflicto en ese país.
Cualesquiera que sean sus intenciones estratégicas inmediatas, una guerra permanente en Siria no beneficia ni a Moscú ni a Washington.
Fundamentos «débiles»
Pero sin un nivel básico de confianza y entendimiento entre ellos, cualquier diálogo descansa en fundamentos débiles.
No se suponía que iba a ser así. Se suponía que el fin de la Guerra Fría traería consigo una nueva era.
Durante un tiempo Rusia se retiró de la escena global, pero ahora ha regresado con más fuerza, deseosa de consolidar su posición cerca de casa, de restaurar algo de su antiguo papel global y de compensar por lo que se percibe como desaires de Occidente.
Pero ¿cuándo comenzó todo a ir mal? ¿Por qué Rusia y Occidente no son capaces de forjar un tipo diferente de relación? ¿Quién es responsable?
¿Fue el excesivo alcance e insensibilidad de EE.UU., o la nostalgia de Rusia por la grandeza soviética?
¿Por qué las cosas han ido tan mal y es correcto describir el actual estado de las cosas como «una nueva Guerra Fría»?
No voy a tratar de dar una respuesta completa a todas estas preguntas.
Las complejidades de esta historia requerirían un libro tan largo como «Guerra y paz» de Tolstoi. Pero voy a tratar de lanzar algunas pistas.
Para Paul R Pillar, investigador del Centro para Estudios de Seguridad de la Universidad de Georgetown y exagente de la CIA, los errores iniciales yacen en Occidente.
«La relación comenzó a ir mal cuando Occidente no trató a Rusia como una nación que se había librado del comunismo soviético«, me dijo.
«Tuvo que haber sido recibida como tal en una nueva comunidad de naciones, pero en lugar de ello, fue considerada como el Estado sucesor de la URSS, heredando su estatus como el principal foco de desconfianza de Occidente».
Este pecado original, por decirlo así, se vio agravado por el entusiasmo de Occidente por la expansión de la OTAN, primero admitiendo a países como Polonia, la República Checa y Hungría, que tenían una larga tradición nacionalista de combatir contra el régimen de Moscú.
Pero la expansión de la OTAN no terminó allí ya que añadió a países como los tres Estados Bálticos, cuyo territorio había sido parte de la antigua Unión Soviética.
Trato «injusto»
¿Debe sorprender entonces, se preguntan los críticos, que Moscú se resista a la idea de que Georgia o Ucrania entren a la órbita de Occidente?
En resumen, Rusia cree que ha sido tratada injustamente desde el fin de la Guerra Fría.
Esto, por supuesto, no es la opinión convencional en Occidente, que prefiere centrarse en el «revanchismo» ruso, una posición personificada por Vladimir Putin, un hombre que describió el colapso de la Unión Soviética como «la mayor catástrofe geopolítica» del siglo 20.
Hay un debate interesante entre expertos estadounidenses sobre cuál de los bandos está en lo correcto.
¿Debemos centrarnos en los errores estratégicos iniciales de Occidente al tratar con la nueva Rusia, o debemos mirar la reciente conducta más resuelta de Moscú en Georgia, Siria o Ucrania?
John Sawers, exjefe de los Servicios Secretos de Inteligencia (MI6) de Reino Unido y antiguo embajador británico ante Naciones Unidas, ha observado el desarrollo de la diplomacia rusa durante años recientes. Y prefiere enfocarse en el período más reciente.
En una entrevista reciente con la BBC dijo que Occidente no había puesto suficiente atención al establecimiento de una relación estratégica correcta con Rusia durante los últimos ocho años.
Señales contradictorias
«Si hubiera un claro entendimiento entre Washington y Moscú sobre las normas que deben adoptar -para no tratar de derribar el sistema del otro- entonces la resolución de problemas regionales como Siria o Ucrania o Corea del Norte, podría ser algo más sencillo», dice.
Varios expertos con los que hablé también apuntan a la diplomacia que no da pie con bola de la administración de Obama y las señales contradictorias que a menudo ha enviado.
El poder absoluto de Washington quizás está disminuyendo, pero en ocasiones aparece ambiguo sobre el uso de los varios niveladores de poder que le quedan.
¿Está volteando su atención hacia Asia y hasta qué punto está realmente minimizando su papel en Europa y Medio Oriente?
¿Está preparado a apoyar su retórica con el uso de la fuerza? (En Siria la respuesta ha sido No).
Y ¿realmente ha pensado en las implicaciones de las posiciones que ha tomado en lo que respecta a Moscú?
En 2014, en la víspera de la adhesión de Rusia de Crimea, Putin habló en la Duma rusa e hizo notar que «si comprimes el resorte hasta su límite, éste recuperará su forma con más fuerza. Recuérdenlo», les dijo.
Como Nikolas K Gvosdev notó recientemente en el sitio web de National Interest, una revista de política estadounidense, «la respuesta prudente sería o encontrar formas de reducir la escala de la presión en el resorte o prepararse para cuando éste recupere su forma para poder aguantar el golpe».
Cualesquiera que sean los errores del pasado y quienquiera que sea responsable, ahora, como suele decirse, estamos donde estamos.
Y ¿dónde estamos? ¿están EE.UU. y Rusia a punto de un conflicto por Siria? No lo creo, pero ¿qué hay sobre la idea de que estamos entrando en una «nueva Guerra Fría»?
«Gran competencia»
El investigador y exagente de la CIA Paul Pillar cree que ese no es el término correcto.
«No es el tipo de competición global ideológica que caracterizó a la Guerra Fría y afortunadamente ya no tenemos otra carrera de armas nucleares», me dijo.
«Lo que queda es una gran competencia por influencia y Rusia es una potencia de menor orden de lo que fue la Unión Soviética y de la superpotencia que Estados Unidos todavía es».
¿Y el futuro? Con unas elecciones presidenciales inminentes en EE.UU., Moscú quizás está pensando que por ahora tiene el camino libre.
Y hay evidencia de que intenta usarlo para crear una variedad de zonas conflictivas para que el próximo ocupante de la Casa Blanca se encuentre con un hecho consumado.
La situación es similar a 2008 cuando las relaciones EE.UU.-Rusia entraron en un congelamiento en la víspera de la guerra de Rusia contra Georgia.
Esto dejó hecha un desastre la política de la administración Bush hacia Moscú y es un caos que heredó el presidente Obama.
¿Recuerdan el famoso «reinicio» de las relaciones con Rusia que hizo una Secretaria de Estado llamada Hillary Clinton? Bueno, eso no llegó a mucho.
John Sawers le dijo a la BBC que, en su opinión, «el próximo presidente de EE.UU.tiene una enorme responsabilidad (y realmente espero que sea Hillary Clinton, asegura) de establecer un tipo diferente de relación».
«No estamos buscando una relación más cálida con Rusia y tampoco estamos buscando una relación más fría con Rusia», afirma.
«Lo que estamos buscando es un entendimiento estratégico con Moscú sobre cómo lograr la estabilidad global, la estabilidad en todo Europa y entre Rusia y EE.UU., para que la estabilidad fundamental del mundo tenga una base más firme de la que ha tenido hasta ahora».
La «Pax Americana» -la relativa paz en Occidente desde la Segunda Guerra- afirma Sawers, «fue muy corta y ahora ha terminado».