Según las últimas investigaciones, nuestra galaxia se alimenta de otras menores y late al ritmo que le marca el agujero negro supermasivo que preside su núcleo.
Aunque la geografía de la Vía Láctea es aún poco conocida, los astrónomos calculan que esta se extiende a lo largo de entre 120.000 y 180.000 años luz, alrededor del agujero negro supermasivo Sagitario A*. El Sol se encuentra en una pequeña estructura denominada brazo o espuela de Orión, entre los brazos de Sagitario y Perseo, a unos 26.000 años luz del núcleo. En este se desarrolla una actividad frenética. En él se crean más estrellas que en los arrabales galácticos donde vivimos, y las más masivas de ellas expulsan sus capas exteriores en forma de violentísimos vientos. A la vez, toda la región es recorrida por ondas de choque supersónicas, producto de las gigantescas explosiones con las que acaban su vida las estrellas que poseen una masa varias veces mayor que la del astro rey.
Hace solo cuatro décadas, nadie imaginaba que tenía lugar este espectáculo pirotécnico, pero los avances en radioastronomía y astronomía infrarroja han cambiado nuestra visión del bullicioso centro galáctico.
Bellamente formada, grande y simétrica, la Vía Láctea parece un producto acabado, pero en los últimos años hemos descubierto que aún está por terminar. Sigue recogiendo material cósmico, pues engulle pequeñas y débiles galaxias que se aventuran en las cercanías y se arriesgan a ser atrapadas en su pozo gravitacional. De hecho, una
de las hipótesis más extendidas en este momento es que nuestra ciudad cósmica, y otras como ella, han crecido gracias a esta lenta pero continua labor de recolección.
Hoy el proceso continúa, aunque a un ritmo más lento. En la actualidad, una pequeñagalaxia esferoidal está cayendo sobre el disco de la Vía Láctea; por fortuna, al otro lado de donde nos encontramos. Fue descubierta por casualidad en 1994, y su masa es un 1 % la de la nuestra. La gravedad de la Vía Láctea la está estirando como un pastelero hace con su masa. De hecho, un equipo de astrónomos del Instituto de Astrofísica de Canarias ha dado con parte de sus escombros a poco más de 18.000 años luz del centro de nuestra galaxia. ¿Terminará alguna vez esta comilona intergaláctica? No al menos en los próximos 4.000 millones de años. Por entonces, la galaxia de Andrómeda y la nuestra se fundirán en un largo y profundo abrazo cósmico.
Puedes leer íntegramente el artículo «¡Qué movida de galaxia!», escrito por Miguel Ángel Sabadell, en el número 426 de Muy Interesante.
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Imagen: Mark A. Garlick / CFA