http://www.sedin.org/propesp/Weikart-deshumanizacion-ES.html
Viktor Frankl, un superviviente del Holocausto que padeció los horrores de Auschwitz, comentaba sagazmente acerca de la manera en que el moderno pensamiento europeo había ayudado a despejar el camino para las atrocidades nazis (y sus propios sufrimientos). Decía: «Si presentamos a un hombre un concepto del hombre que no es cierto, podremos llegar a corromperlo. Cuando presentamos al hombre como un autómata de reflejos, como una máquina mental, como un manojo de instintos, como un instrumento de impulsos y reacciones, como un mero producto del instinto, de la herencia y del medio, alimentamos el nihilismo al que en todo caso es propenso el hombre moderno». Frankl continuaba: «Me familiaricé con la última etapa de tal corrupción en mi segundo campo de concentración, Auschwitz. Las cámaras de gas de Auschwitz fueron la consecuencia final de la teoría de que el hombre no es nada más que producto de la herencia y del medio ambiente —o, como les gustaba decir a los nazis, de “sangre y suelo”. Estoy absolutamente convencido de que las cámaras de gas de Auschwitz, Treblinka y Maidanek fueron preparadas en último término no en este o aquel Ministerio en Berlín, sino más bien en los escritorios y en las aulas de científicos y filósofos nihilistas».[1]
Como estudiante universitario cristiano en la década de 1970, fui llevado al estudio de la historia intelectual de la Europa moderna en parte por la conciencia de que mucho del pensamiento moderno había conducido a la degradación de la humanidad, tal como sugería Frankl. Mi interés fue estimulado originalmente por la lectura de C. S. Lewis, especialmente La abolición del hombre, y por diversas obras de Francis Schaeffer, pero quedó reforzado por cursos que estudié acerca de historia del pensamiento y de historia de la filosofía. En mis estudios personales, me sentí descorazonado ante la visión de la humanidad que aparecía bosquejada en la obra de B. F. Skinner Más allá de la libertad y de la dignidad, que me parecía que llevaría a distopías, como las que aparecía en las ficciones de 1984 y de Un mundo feliz, o a la real como la descrita por Alexander Solzenitsyn en sus novelas y en Archipiélago Gulag.
Unos pocos pensadores modernos habían criticado específicamente el punto de vista «antropocéntrico» de que los humanos son especiales, hechos a imagen de Dios. En el siglo diecinueve y a principios del veinte, por ejemplo, el célebre darwinista alemán Ernst Haeckel, lanzó un ataque contra el cristianismo por proponer una visión «antropocéntrica» y dualista de la humanidad.[2] En la actualidad, el famoso bioeticista Peter Singer, junto con el biólogo darwinista ateo Richard Dawkins, argumentan que en base de una comprensión darwinista del origen del hombre, tenemos de eliminar la santidad de la vida humana, y despojarnos de cualquier concepto de que los humanos estén creados a imagen de Dios y por ello excepcionalmente valiosos.[3] Un ecólogo evolutivo de la Universidad de Texas, Eric Pianka, lucha abiertamente en contra del antropocentrismo, incluso hasta expresar el deseo de que el 90% de la población humana sea extinguida, quizá por una pandemia.[4]
Sin embargo, frecuentemente los pensadores modernos han enmascarado la influencia deshumanizadora de sus ideas designando a su filosofía como un «humanismo» de una forma o de otra, implicando que sus perspectivas enaltecen a la humanidad. Sin embargo, la mayoría de los intentos de enaltecer a la humanidad han resultado irónicamente en una disminución de la humanidad, lo que demuestra la verdad bíblica de que «el que se enaltece será humillado».
Tras el eclipse del Romanticismo en la Europa de mediados del siglo diecinueve, muchos intelectuales abrazaron la ciencia como el árbitro único del conocimiento, incluyendo el conocimiento acerca de la humanidad y de la sociedad. El célebre pero voluble pensador francés Auguste Comte consiguió muchos discípulos para su filosofía del positivismo, que rechazaba cualquier conocimiento que no se obtuviera mediante una investigación empírica, científica (excepto, naturalmente que este fundamento epistemológico mismo no es susceptible de demostración empírica, de modo que me parece que su epistemología se autocontradice). Comte esperaba iniciar el estudio científico de la sociedad, y acuñó el término «sociología» para esta empresa. Se sentía optimista en cuanto a que un estudio científico de la humanidad llevaría a los humanos a la práctica del altruismo, otro término que él acuñó. Aunque Comte consideraba incognoscible toda metafísica, incluyendo la religión, quería crear una religión de la humanidad, que situaría a los humanos en el más elevado pedestal. La mayoría de los discípulos de Comte, como John Stuart Mill, abrazaron su epistemología positivista, pero rechazaron su religión de la humanidad, especialmente en la ridícula forma en que la propuso en sus escritos posteriores (que involucraba muchas prácticas religiosas específicas, incluyendo orar a una mujer que uno admirase).
Aunque no se destacó tanto como el positivismo durante el siglo diecinueve, el materialismo también creció en influencia a mediados de dicho siglo. Aunque el positivismo rechazaba todas las posturas metafísicas, incluyendo las materialistas, compartía sin embargo muchos rasgos con el materialismo. Tanto los materialistas como los positivistas hacían un ídolo de la ciencia como el único camino al conocimiento. Pero al extender la investigación científica a la humanidad misma, hicieron suposiciones acerca de la naturaleza humana que no eran susceptibles de investigación científica. Fundamentalmente, descartaron el dualismo cuerpo-alma, con lo que redujeron a la humanidad a materia en movimiento. Además, su insistencia en que el método científico podría proporcionar conocimiento acerca de todas las características de la vida humana los llevó a abrazar el determinismo. Hacia finales del siglo diecinueve, algunos pensadores destacados estaban manifestándose en contra del reduccionismo y del determinismo, pero fue en este siglo que estos puntos de vista llegaron a ser predominantes hasta el punto que Francis Galton, primo de Charles Darwin y fundador del movimiento de la eugenesia, acuñó la frase «naturaleza frente a crianza [nature versus nurture]» para plantear el debate intelectual acerca de la humanidad. La frase de Galton sigue citándose de manera generalizada en las discusiones intelectuales acerca de la conducta humana.
Galton y muchos de sus coetáneos rechazaron el libre albedrío, afirmando con una lógica circular que la ciencia había refutado este concepto religioso supuestamente anticuado. (Se trata de un razonamiento en círculo vicioso debido a que habían definido la ciencia de modo que el libre albedrío quedase excluido, y luego pretendían que la ciencia refutaba el libre albedrío.) Su insistencia en el determinismo llevó a la marginalización de los conceptos religiosos o espirituales de la naturaleza humana. Los nuevos campos de la psicología, sociología y antropología, que sólo quedaron institucionalizados a finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte, abrazaron en general esta perspectiva determinista de la conducta humana.
Al rechazar el libre albedrío y abrazar el determinismo, Galton y sus contemporáneos quedaron con tres opciones principales: los humanos eran o bien resultado de su constitución biológica, o bien resultado de su entorno, o bien resultado de alguna combinación de la herencia y del ambiente. Cualquier forma de determinismo (o de sus combinaciones) reduce a los humanos a estímulos desde influencias bien internas, bien externas. Niegan la agencia humana independiente, y con ello despojan a la humanidad de cualquier responsabilidad moral.
A mediados del siglo diecinueve, el determinismo ambiental o educacional era más dominante que el determinismo biológico. El filósofo Maurice Mandelbaum argumenta que una de las ideas dominantes de la filosofía del siglo diecinueve era la «maleabilidad del hombre», es decir, la idea de que la naturaleza humana está conformada mayormente por fuerzas externas, como la cultura, la educación y la formación.[5] El padre de John Stuart Mill es un ejemplo de esta perspectiva, con su rigurosa educación de su hijo desde la más tierna edad. Mill llegó a ser la principal voz en Europa pregonando el poder de la educación y de la formación en la conformación del intelecto y de la conducta del hombre. Muchos liberales y socialistas de mediados del siglo diecinueve abrazaron esta visión del determinismo ambiental.
Karl Marx es un destacado ejemplo de un socialista comprometido con el determinismo ambiental. A su perspectiva la denominó «socialismo científico» porque creía que su análisis estaba basado en unas leyes económicas y sociales inmutables. Estaba convencido de que las instituciones sociales e incluso la naturaleza humana misma estaban conformadas por fuerzas económicas. Si cambiaban las condiciones económicas, la naturaleza humana cambiaría de manera correspondiente. Desde el punto de vista de Marx, la propiedad privada era la fuente de todos los males en la sociedad humana, especialmente la opresión de los obreros urbanos por los capitalistas burgueses. Así, la propiedad privada generaba una lucha de clases en todas las épocas. La religión, la moralidad, el derecho, las estructuras políticas, y otras instituciones y factores culturales, eran meramente instrumentos en manos de las clases pudientes para oprimir a las masas desposeídas.
El motivo primordial de Marx no era establecer la igualdad entre los hombres, aunque su filosofía socialista tendía hacia el establecimiento de una mayor igualdad. Más bien, la principal preocupación de Marx era liberar a la humanidad de la opresión y tiranía. Este es un objetivo digno de encomio, y cualquiera que haya leído El Capital de Marx o la obra de Friedrich EngelsLa condición de la clase obrera en 1844 debería reconocer que Marx tenía un fundamento legítimo para la queja. Muchos obreros de fábricas, por no mencionar los desempleados, vivían en una sórdida miseria. Marx criticó con fundamento los efectos deshumanizantes de la Revolución Industrial. Sin embargo, cuando examinamos las prácticas de los regímenes marxistas en el siglo veinte, observamos una opresión y una tiranía hasta unos extremos increíbles. La búsqueda en pos de la libertad dio unos resultados completamente opuestos. ¿Por qué?
Sugiero que esto se debió fundamentalmente debido a la defectuosa perspectiva de Marx acerca de la naturaleza humana. Ni Lenin ni Stalin, ni Mao ni Pol Pot, ni Castro ni ningún otro dirigente marxista han podido alterar la naturaleza humana librando a sus sociedades de la propiedad privada. Cambiar la economía no podía producir la utopía, porque la conducta humana no está determinada solamente por la economía. La filosofía marxista fracasó porque negaba a la humanidad su naturaleza espiritual, su libre albedrío y también negaba la insistencia cristiana acerca del pecado original. Alexander Solzenitsyn hizo una clara descripción del problema soviético en el intento de alterar la naturaleza humana en su novela Un día en la vida de Ivan Denisovich. En esta novela, los presos en el campo de trabajos forzados soviético, que se supone que están siendo reeducados para convertirlos en buenos ciudadanos soviéticos, siguen actuando como capitalistas en todas las maneras posibles, incluso estando encarcelados. El protagonista expresa en cierto momento que sencillamente el régimen soviético no le podía cambiar su naturaleza.
Hacia finales del siglo diecinueve, especialmente en la década de 1890, el péndulo osciló alejándose del determinismo ambiental, y el determinismo biológico aumento su influencia entre los pensadores europeos. Galton fue una figura fundamental en este cambio, con la publicación de su obra seminal Genio hereditario, en 1869. La influencia de Galton fue profunda, especialmente al convencer a su primo Charles Darwin de que la herencia era más importante que las influencias ambientales en la conformación del intelecto y de la conducta de los humanos. Muchos darwinistas hacia finales del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte llegaron a creer —como también Galton y Darwin— que muchos rasgos del carácter humano, como la lealtad, la sobriedad y la diligencia (o, en los aspectos negativos, la capacidad para el engaño y la pereza) eran rasgos biológicamente innatos, no rasgos morales maleables, como la mayoría de los europeos habían creído antes.
Darwinistas en diversos campos —especialmente en biología, medicina, psiquiatría y antropología— fueron pioneros en promover el determinismo biológico. Cesare Lombroso, el famoso psiquiatra italiano que fundó la antropología criminal, erigió su ideología sobre el darwinismo. Razonó que los criminales eran seres atávicos, un salto atrás a antecesores en el proceso evolutivo. Su mayor fama la obtuvo por promover la idea de que la criminalidad era hereditaria, no resultado de la influencia ambiental. Uno de los más destacados popularizadores del darwinismo en Alemania, el famoso materialista Ludwig Büchner, publicó en 1882 El poder de la herencia y su influencia sobre el progreso moral y mental de la humanidad. En medio de su extenso argumento en favor del determinismo biológico de los rasgos mentales y morales, Büchner expuso adónde llevaba su concepción de la humanidad. Dijo: «En el decurso [del tiempo] el individuo no es nada, la especie lo es todo, y la historia, igual que la naturaleza, marca cada uno de sus pasos hacia adelante, incluso el más nimio, con innumerables montones de cadáveres».[6]
Para la década de 1890, y especialmente a principios del siglo veinte, el movimiento de la eugenesia consiguió popularidad, especialmente en los círculos médicos, tanto en Europa como en los Estados Unidos. La eugenesia estaba impulsada en parte por temores de que las modernas instituciones habían eliminado los aspectos ventajosos de la selección natural. Los eugenistas jugaban constantemente con el espectro de humanos débiles y enfermizos preservados gracias a la medicina moderna, a la higiene y a las instituciones de caridad, mientras que los más inteligentes y supuestamente mejores entre los seres humanos estaban comenzando a restringir voluntariamente su reproducción. Esto estaba produciendo una degeneración biológica, según el parecer de muchos eugenistas. ¿Su solución? Introducir una selección artificial restringiendo la reproducción de los supuestos «inferiores» y alentando a los «superiores» a procrear. El determinismo biológico impregnaba el movimiento de la eugenesia, que presionó para que se estableciesen restricciones al matrimonio, esterilizaciones obligatorias y a veces incluso la eutanasia involuntaria para los incapacitados, porque se les consideraba como biológicamente inferiores.
Otra característica destacada del determinismo biológico de principios del siglo veinte fue su énfasis en la desigualdad racial. En Europa, las ideologías racistas proliferaron en la década de 1890 y a principios del siglo veinte, en parte bajo la influencia del darwinismo y del determinismo biológico. Muchos biólogos, antropólogos y médicos consideraban a los africanos negros o a los indios americanos como menos evolucionados que los europeos. Al ir los europeos colonizando inmensas regiones del globo, muchos científicos proclamaron que los no europeos eran culturalmente inferiores a los europeos. Además, creían que estas diferencias culturales eran manifestaciones de una inferioridad biológica.
Al reducir la humanidad a su constitución biológica, estos deterministas biológicos inspirados en Darwin contribuyeron al proceso de deshumanización. Muchos darwinistas del siglo diecinueve resaltaron las continuidades entre humanos y animales, con Charles Darwin mismo argumentando que todas las diferencias entre humanos y animales eran cuantitativas, no cualitativas. Darwin incluso emprendió explicar el origen de la moralidad como producto de procesos evolutivos completamente naturalistas. La idea de que los humanos fueron «creados a partir de animales», para usar una célebre frase de Darwin, en lugar de ser creados a la imagen de Dios, obtuvo una más amplia aceptación en el siglo diecinueve.
Así como una forma de determinismo ambiental —el marxismo— produjo unos incalculables padecimientos para millones de seres humanos, lo mismo sucedió con el determinismo biológico. El Nacional Socialismo de Adolf Hitler se basaba en una visión de determinismo biológico de la humanidad que destacaba la desigualdad racial. El nazismo respaldó la discriminación —y en último término la supresión física— contra aquellos con rasgos biológicos pretendidamente inferiores. Por otra parte, tenía la esperanza de promover el progreso evolutivo de la especie humana promoviendo niveles reproductivos más elevados de los que se consideraban como biológicamente superiores. El régimen de Hitler acabó matando alrededor de 200.000 alemanes discapacitados, 6 millones de judíos, y centenas de millares de gitanos, en su esfuerzo por mejorar la raza humana.[7]
En tanto que muchos modernos pensadores, especialmente científicos, psicólogos y científicos sociales, han abrazado una u otra forma de determinismo, muchos pensadores han seguido al filólogo y filósofo del siglo diecinueve Nietzsche en su rebelión contra el determinismo. Nietzsche intentó rescatar a la humanidad del reduccionismo científico postulando una libertad individual radical. Creía que todo conocimiento y toda verdad son creados por los humanos, no impuestos sobre nosotros por alguna realidad externa. No podemos responsabilizar al ambiente, ni a la biología ni a Dios de nuestro carácter y conducta. Nietzsche rechazó la idea de que los humanos tengan unas naturalezas o esencias fijas. Más bien, se trata de que las decisiones que tomemos individualmente conforman nuestro destino. Muchos existencialistas y pensadores postmodernos posteriores se han regocijado en la liberación ofrecida por Nietzsche frente al reduccionismo y al determinismo.
Aunque pudiera parecer que el énfasis de Nietzsche en el libre albedrío rescata a la humanidad de las degradantes filosofías del determinismo ambiental o del biológico, en realidad no hace tal cosa. Sólo eleva a una pequeña elite de la humanidad, a quien Nietzsche designó como el Superhombre, o más literalmente, el Sobrehombre. La libertad de Nietzsche era libertad sólo para estos Superhombres, los genios creativos (como él mismo) que se elevarían por encima de la masa vulgar. Nietzsche no sentía más que menosprecio por las masas, a las que consideraba como incapaces de ejercitar una verdadera libertad. Aquello que Nietzsche designó menospreciativamente como el «instinto de rebaño» de las masas sólo servía para llevarlas al sometimiento bajo el dominio del Superhombre.
Así, y a pesar de su insistencia sobre la libertad, la filosofía de Nietzsche es realmente una filosofía que se dirige a la creación de esclavos. En último término, el poder decide no sólo quien domina políticamente, sino también lo que cuenta como verdad. Nietzsche rechazó cualquier forma de verdad o moralidad fijas, socavando así el concepto mismo de humanidad y de derechos humanos. Nietzsche menospreciaba la debilidad, la compasión y el humanitarismo, prefiriendo la fuerza y el dominio prepotente. Fue especialmente vehemente en su rechazo de la ética cristiana, porque servía a los débiles y a los oprimidos. Su moralidad aristocrática buscaba justificar y beneficiar a los fuertes y prepotentes.
Durante el siglo veinte, muchos filósofos existencialistas, como Heidegger y Sartre, abrazaron los contornos generales de la filosofía de Nietzsche, negando que los humanos tengan ninguna esencia fija y resaltando un libre albedrío radical en las decisiones humanas. Pero, más adelante en el siglo veinte, muchos pensadores postmodernos, aunque fuertemente influidos por Nietzsche, han reducido el elemento de la agencia individual, todavía importante para Nietzsche. Muchos académicos literarios enfatizaban el texto escrito por encima del autor, que desaparecía de toda consideración. La intención humana devino irrelevante en la interpretación de los documentos humanos. Así, la deshumanización cayó en barrena aún más abajo, al interpretarse todos los valores humanos como construcciones sociales.
Ahora que he dado un bosquejo a grandes trazos de algunas de las influencias deshumanizadoras del pensamiento y de la cultura en la Europa moderna, quisiera sugerir por qué deberíamos considerarlo como importante. No todo determinismo ambiental lleva al marxismo, ni tampoco todo determinismo biológico lleva al Holocausto. No todo existencialismo o postmodernismo lleva tampoco a una conducta inmoral. Sin embargo, los falsos conceptos de la humanidad pueden llevar a una conducta destructiva y a políticas perjudiciales, tanto por parte de las sociedades como de los individuos. Pueden afectar y afectan a la manera en que tratamos a otros seres humanos. Los derechos humanos son un concepto sin significado en un mundo de determinismo o de constructivismo social (o individual).
La concepción subyacente acerca de la naturaleza humana en cualquier sociedad da forma a las instituciones políticas y sociales, al derecho, y a toda la cultura, y ello en aspectos de gran alcance. Lo recíproco es también cierto —los desarrollos políticos, sociales y legales en una sociedad influyen en su concepción de la naturaleza humana y de la dignidad de la vida humana. Aquellos que creen que los humanos han sido creados a imagen de Dios tendrán unos diferentes valores, ideales, prácticas e instituciones que aquellos que consideren a los humanos como meramente la suma de estímulos ambientales y biológicos, o que aquellos que crean que los humanos pueden crear cualesquiera verdades que deseen.
NOTAS
[1] Viktor E. Frankl, The Doctor and the Soul: From Psychotherapy to Logotherapy (Nueva York: Vintage Books, 1986), xxvii.
[2] Ernst Haeckel, Die Welträthsel: Gemeinverständliche Studien über Monistische Philosophie(Bonn: Emil Strauss, 1903), 11.
[3] Peter Singer, Writings on an Ethical Life (Nueva York, 2000), 77-78, 220-21; Richard Dawkins, «The Word Made Flesh», The Guardian (27 de diciembre de 2001).
[4] Eric Pianka, «Biology 301M. Ecology, Evolution, and Society», en www.zo.utexas.edu/courses/bio301; accedido el 3-4-2006; «Student Evaluations [para el Dr. Pianka]—Primavera de 2004», en www.zo.utexas.edu/courses/bio357/357evaluations.html, accedido el 3-4-2006; «Excerpts from Student Evaluations [for Dr. Pianka]—Fall 2004», en www.zo.utexas.edu/courses/bio357/357evaluations.html, accedido el 3-4-2006.
[5] Maurice Mandelbaum, History, Man, and Reason: A Study in Nineteenth-Century Thought(Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1971).
[6] Ludwig Büchner, Die Macht der Vererbung und ihr Einfluss auf den moralischen und geistigen Fortschritt der Menschheit (Leipzig: Ernst Günthers Verlag, 1882), 100.
[7] Véase Richard Weikart, From Darwin to Hitler: Evolutionary Ethics, Eugenics, and Racism in Germany (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2004); y mi próximo libro, Hitler’s Ethic.