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Es el pan de cada día: manifestaciones, muchos eslóganes, caras largas, filas interminables en el INEM, gente descontenta, quejas, quejas, y más quejas que se repiten estúpidamente hasta perder el significado y transformarse en un mantra que suena parecido a “crisis-crisis-crisis”… En todos los medios, así como en cualquier ejemplo de interacción social puede hallarse una especie de odio candente -desde ir a comprar el pan hasta hacer una gestión en un banco- que se retro-alimenta, recordándonos lo jodidos que estamos, la poca esperanza que nos queda, y lo negro que parece estar el panorama. Todos nos convertimos en emisores y receptores de caras de asco y malrollismo global. La hostilidad es un síntoma visible de la enfermedad que va a terminar con los individuos de esta época: la anulación de la voluntad.
La hostilidad no conoce edades, ni clases sociales, ni sexo, ni credo, ni profesión. Los mayores se llenan la boca diciendo que “todo está muy mal”, y los jóvenes, siguiendo el ejemplo y perpetuando el asco, arguyen que “todo está hecho una puta mierda”: tanto da si eres funcionario o si eres cajero del Mercadona, tanto da si eres luciferino o presbiteriano. Sí, la idea inicial es esa. Todo eso está muy bien, la gente está harta. Realmente, podría parecer que el fin se acerca, que se avecina un cambio sustancial, que todo “va a petar”, pero nada más lejos.
Por supuesto, se trata de una hostilidad un tanto hipócrita, pues desplazamos nuestras frustraciones de forma indiscriminada hacia personas que no merecen odio por nada en especial, y luego nos callamos ante las figuras de autoridad, asustados, con la cabeza entre las piernas y temiendo por nuestro bienestar diario. Nos alimentamos de mierda mal-khármica, desequilibramos el límite del respeto mutuo y propio; pero dormimos tranquilos, pues pese a que los bancos caigan, los sistemas políticos queden extintos y los valores mueran abandonados en la esquina, puedes comprar un abono de viajes del autobús un poco más rebajado si aceptas publicidad.
Claro, ahora seguramente algo no os cuadra. Como anti-humano, debiera celebrarse esa tendencia hostil hacia el individuo y la comunidad, claro: nos encaminamos a la destrucción! No me cabría sino congratularme de esta situación, pues la hostilidad llevaría al ser humano hacia dos posibles finales: por una parte, se anularía como ser natural, y al mismo tiempo se animalizaría de una forma mecánica. Pero eso no es deseable: no por querer el bienestar mundial y la paz social, sino porque no somos hostiles con quien toca y como toca. Somos hostiles de forma hipócrita, y el único receptor final de toda la mierda y el mal rollo somos nosotros mismos.
Pero, ¿Por qué coño somos tan hostiles, joder?
Las malas caras, las conversaciones insustanciales sobre el paro y las mentiras de los políticos, que es lo mismo que hablar del frío en invierno o el calor en verano, son la expresión vacua e inútil de nuestras frustraciones. Con eso solo conseguimos recordarnos la ínfima huella que dejamos en el mundo y eso nos toca los cojones, pues todos queremos ser la hostia, tener mil amigos y triunfar en la vida. A fuerza de pensarlo, sólo se me ocurren un par de causas posibles: un desplazamiento erróneo de los ideales de bienestar y la muerte de la Voluntad humana: seguramente lo último es lo más preocupante. Podemos vivir sin ideales, o con ideales hechos una mierda, pero no podemos vivir sin voluntad.
La Hostilidad es consecuencia directa de una Voluntad individual deforme, mal enfocada y frustrada por uno mismo. Ni nos respetamos ni respetamos nuestras situaciones personales; no nos analizamos lo suficiente y no actuamos acorde con nuestros deseos. Joder, creo que no hay que haber estudiado 4 años de carrera para ver que absolutamente NADIE hace lo que QUIERE. Y con hacer lo que uno quiere no estoy hablando de ir en pijama al bar, hablar sin vocalizar, fumar en clase o dejar de depilarse las piernas: hablo de la voluntad real, hacer lo que uno quiere porque DEBE hacer eso para VIVIR plenamente, sin escudarse en victimismos ni usando excusas baratas. Pocos pueden afirmar que viven acorde con su voluntad: ¿quiénes pueden afirmar que tienen las relaciones personales que ellos quieren, dominan su tiempo siendo completamente conscientes de cada minuto que viven, y que son coherentes con lo que piensan?
La hostilidad es simplemente la respuesta a esa falta de respeto por uno mismo. Y como especie que anhela sobrevivir y seguir existiendo, enviamos el mal rollo propio hacia fuera, para seguir conviviendo con nosotros mismos y aguantarnos la mirada cada mañana ante el espejo del baño. Si nos tratáramos a nosotros con el amor propio que nos merecemos, saldríamos del espejo y nos clavaríamos el cepillo de dientes en un ojo, mientras nos llamamos cobardes a la cara. Pero ah…
En un mundo justo, la hostilidad sería la respuesta a la injusticia y a la cobardía, y no al hecho de que pierdas el Wi-Fi en el portátil cuando te metes en la cocina.
La actitud veleidosa del genero terrestre es como que se ha incrustado a traves de los tiempos en la genetica ,,,resultado que ya no solo se expresa como autodefensa, o en defensa de , sino que cualquier insignificancia enciende la llama para la agresión.
En parte lo que dice esta publicación, solo en parte tiene razón. Pero afortunadamente existen en este mundo muchísimas personas que brillan con luz propia.
En esta viña hay de todo, como en una granja.