La responsabilidad de los científicos

¿Son responsables los científicos, para lo bueno y para lo malo, sobre las previsibles consecuencias de su trabajo?

En el floreciente campo de la biología sintética, los equipos de biólogos e ingenieros están haciendo grandes avances en la comprensión de la célula y su funcionamiento. Sin embargo, hay más cosas que deben ser discutidas acerca de los triunfos, también están los oscuros propósitos de la ciencia (en particular, de la biología sintética). Estre estas preocupaciones está el desarrollo de armas biológicas con patógenos y la posible contaminación del caudal genético nativo de nuestro entorno. La cuestión es, ¿los científicos son responsables de los impactos potencialmente negativos de su trabajo?

Algunos argumentan que no, que no son responsables los investigadores del uso que haga la sociedad. Pero esto parece un sofisma. Los científicos son responsables tanto del impacto que su intención como de algunos de los impactos de los que no tienen intención, si es que son fácilmente previsibles en detalles específicos. Estas son las normas a las que están sujetos en su totalidad como agentes morales. Si yo lanzara negligentemente una cerilla encendida en un campo seco, por ejemplo, yo sería responsable de los incendios causados por ella. Por el contrario, Einstein no fue responsable de que su ecuación E=mc² se utilizara para fabricar una bomba atómica y su posterior uso en tiempos de guerra, esa responsabilidad recae sobre los científicos de Los Alamos.

Por supuesto, el impacto (ya sea benéfico o perjudicial) no es única responsabilidad de los científicos, los demás involucrados también son responsables de sus acciones. Si el conocimiento científico es usado en un ataque biológico, los terroristas son ante todo responsables de ese terrible acto. No obstante, los investigadores que genera el conocimiento también pueden ser en parte responsables. Consideremos, por ejemplo, el conocimiento de cómo construir un virus como la viruela desde el principio o cómo crear patógenos, organismos adaptados cuyo blanco sean los humanos o los alimentos de los que dependemos. Es fácilmente previsible que ese conocimiento podría ser utilizado con fines perversos, ly os científicos que introducen esta nueva capacidad tecnológica son parcialmente responsables de un ataque que, en última instancia, podría causar millones de muertes.

Los científicos no pueden esperar ingenuamente que la gente sólo va a utilizar la ciencia para el bien público. El mundo siempre tendrá algún desequilibrado mental, algún delirante miembro psicópata de alguna sociedad, y algunos de ellos también serán lo suficientemente inteligentes para utilizar los resultados de la ciencia. Reconociendo esto debería formar parte de un cotidiano telón de fondo de la ciencia, la evaluación de su potencial, y la conveniencia o no de proseguir en un determinado proyecto.

Igual que los científicos sondean las profundidades de la célula, también deben ser especialmente conscientes de los usos potencialmente peligrosos de su trabajo, aparte de todas las expectativas de beneficios. Por ejemplo, sabemos cómo generar cadenas específicas de nucleótidos con una gran precisión, lo que facilita en gran medida la investigación, proporcionando particulares y precisas secuencias de ADN con las que los científicos pueden evaluar el funcionamiento de las células y los sistemas de diseño de nueva vida. Pero tal conocimiento también puede producir la materia prima para la construcción de conocidos agentes patógenos, como ya se ha hecho (con fines de investigación) con el virus de la poliomielitis y el virus de la gripe española. Tal como los científicos desarrollan maneras de generar secuencias de base par cada vez más baratas y eficientes, surge la oportunidad para que el malicioso o irreflexivo juegue con los patógenos y ver qué tipo de rasgos aumentan la amenaza. No se trata sólo de conocimientos tecnológicos que puedan ser problemáticos. El conocimiento detallado del funcionamiento celular o genético puede tener también implicaciones preocupantes. El conocimiento de lo que hace más transmisible un determinado virus nos puede ayudar a detectarlo antes de que produzca una epidemia, pero también podría utilizarse para hacer virus más virulentos.

En resumen, los científicos son responsables tanto de lo que pretenden lograr como de lo que es fácilmente previsible, igual que todos lo somos en cuanto a su uso. No hay nada que diga que al convertirse en científico se elimina la carga de responsabilidad. La carga es compartida, los científicos se reúnen para decidir cómo proceder, o pedir la opinión de los especialistas en ética, ciencias sociales, e incluso al público en general. Por otra parte, los científicos podrían decidir (y esto ya ha sido propuesto) algunas formas de regulación, ya sea en la selección de proyectos o en el control y difusión de los resultados, en el campo de la biología sintética, para reducir los riesgos. Cuanto más se sometan los científicos a tal supervisión, menos responsabilidad tendrían, aunque su coste sea la libertad de elegir el tipo de trabajo que pueden hacer o cómo lo hacen. Aquí existe una tensión esencial: mientras exista la libertad de investigación, se contrae una deuda de responsabilidad que viene con ella.

  • Referencia: TheScientist.com, 16 noviembre 2011, por Heather E. Douglas
  • Autor: Heather E. Douglas es el Presidente de ‘Ciencia y Sociedad’ en la Universidad de Waterloo. Su libro, «Science, Policy, and the Value-Free Ideal», publicado en 2009, examina las responsabilidades morales de los científicos.
  • Traducido por Pedro Donaire
  • http://bitnavegante.blogspot.com/2011/11/la-responsabilidad-de-los-cientificos.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+bitnavegante+%28BitNavegantes%29&utm_content=Google+Reader&utm_term=Google+Reader

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