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¿Sabías qué la cantidad de tiempo entre el nacimiento y la puesta del Sol es una de las variables climáticas más importantes en lo que respecta a nuestra salud mental y emocional? Al menos así lo afirma un estudio reciente de la Universidad Brigham Young (BYU), en Utah, EE. UU.
Puede ser que tu día esté lleno de temperaturas irritantes, contaminación del aire e incluso nubes de lluvia, pero esto no necesariamente supone un bajón emocional. Si somos capaces de absorber luz solar suficiente, nuestro nivel de sufrimiento emocional debería mantenerse estable. Sin embargo, cuando se reduce la cantidad de luz solar, la angustia puede aumentar. Y esto aplica en una población clínica general, no solo en individuos diagnosticados con trastorno afectivo estacional.
“Esa es una de las piezas sorprendentes de nuestra investigación”, dice Mark Beecher, profesor clínico y psicólogo titulado de la BYU. “Durante un día lluvioso, o en un día contaminado, las personas suponen que experimentarán mayores niveles de sufrimiento, pero eso no fue lo que vimos. Observamos la irradiación solar, o cantidad de luz efectiva que alcanza la superficie. Intentamos tomar en cuenta los días nublados, los días lluviosos, la contaminación, pero lo único realmente significativo fue la cantidad de tiempo entre el nacimiento y la puesta del Sol”, asegura.
Tomando en cuenta esta información, los terapeutas deben estar conscientes de que los meses invernales son épocas de alta demanda por sus servicios. A menos horas de Sol, las personas se vuelven particularmente vulnerables a la angustia emocional.
Una investigación producto de la casualidad.
Este estudio, publicado en el Journal of Affective Disorders, inició como una conversación casual que despertó la curiosidad profesional de Beecher.
“Mark es mi amigo y vecino desde hace años, y muchas veces tomamos juntos el autobús”, cuenta Lawrence Rees, profesor de física de la BYU. “Y por supuesto que muchas veces hablamos sobre cosas cotidianas. ¿Cómo van las clases?, ¿Cómo fue el semestre? Entonces, uno de esos días hubo tormenta, y le pregunté a Mark si solía tener más clientes ese tipo de días. Me dijo que no estaba seguro, que era una pregunta muy abierta y difícil obtener datos precisos”.
Sin embargo, una idea apareció en la cabeza de Rees. Como profesor de física, Rees tiene acceso a los datos meteorológicos del área de Provo, la ciudad del estado de Utah donde se encuentra la Universidad. Como psicólogo, Beecher tiene acceso a la información de salud emocional de los clientes en esa misma área.
“Nos dimos cuenta que teníamos acceso a un buen conjunto de datos a los que muchas personas no pueden acceder”, explica Beecher. “Entonces Rees me dijo: ‘Bueno, yo tengo los datos meteorológicos’, a lo que respondí: ‘yo tengo los datos clínicos. Vamos a cruzarlos’”. Fue entonces que el par contactó a un profesor de estadística de la BYU llamado Dennis Eggett, que fue el encargado de desarrollar el plan para analizar la información y realizó todos los análisis estadísticos del proyecto.