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El «independiente», el «no político metido a política», el «‘outsider’ recién llegado». Son muchos los calificativos con que se trata de definir a Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos. «Populista» se convirtió casi en un epíteto.
El triunfo electoral del magnate fue visto como la gran victoria del populismo.
Y desde la misma noche electoral, su victoria fue saludada como un modelo por otros movimientos adscritos a esta estrategia política, que ven en el sismo político causado por Trump el primero de muchas réplicas. Especialmente en Europa.
«Lo que pasó esta noche no es el fin del mundo. Es el fin de un mundo», señaló Marine le Pen, presidenta del partido de ultraderecha francés Frente Nacional.
«Hoy Estados Unidos. Mañana, Francia», apostilló su padre, Jean Marie Le Pen, anterior líder del partido.
Creciente fortaleza
El éxito electoral de Trump, señalan los expertos, es la expresión en Estados Unidos de una serie de movimientos populistas que en Europa vienen de lejos y que se fueron fortaleciendo en los últimos años.
La campaña a favor del Brexit, que obtuvo un 51,9% de los apoyos en el referendo celebrado en Reino Unido el pasado junio es quizá el antecedente más inmediato. Pero no fue el único.
En Francia -donde se celebran elecciones presidenciales en mayo de 2017- el Frente Nacional obtuvo más del 27% de los votos en los comicios regionales de 2015 y se convirtió en la primera fuerza electoral en la primera vuelta.
También en Holanda, las encuestas sitúan al Partido para la Libertad en segunda posición de cara a las elecciones generales de 2017.
Y en Austria, el 3 de diciembre, Norbert Hofer, candidato del ultraderechista Partido de la Libertad se juega la presidencia del país en la repetición de las elecciones de mayo, que fueron anuladas por irregularidades en el recuento.
Si vence, Hofer se convertirá en el primer jefe de Estado ultraderechista en Europa desde la II Guerra Mundial.
¿Qué es populismo?
Pero, ¿qué entendemos por populismo? Y, ¿por qué está en auge en Estados Unidos y Europa?
«Es un discurso que presenta la relación entre pueblo y las élites como antagónicas, de modo que la relación del pueblo con las élites no se puede resolver sin romper con las estructuras institucionales de una sociedad. Por tanto, el populismo no es necesariamente de izquierdas o de derechas, dependerá de cómo se construyan las categorías de pueblo y de élite», le dice a BBC Mundo Carlos de la Torre, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Kentucky.
«En el caso norteamericano y de Europa, como en el Brexit en Reino Unido, Austria o Francia, la categoría de pueblo se construye en términos nacionales y creando la categoría del otro como el inmigrante».
«Pero esa categoría pueblo se puede construir como la construyeron los populistas latinoamericanos de izquierdas: como las gentes desposeídas, los pobres en contra de la oligarquía. De alguna manera ese tipo de construcción es también la que ha tenido Podemos o Siriza en Europa», agrega el experto en populismos.
De este enfrentamiento con las «élites» deriva también el tipo de líder y de estrategia de comunicación que suelen adoptar estos movimientos.
«Todos los líderes populistas son grandes transgresores de las formas habituales de hacer política. Son transgresores culturales, en el lenguaje. De alguna manera se presentan como outsiders al sistema político», señala Francisco Panizza, profesor de política latinoamericana y comparada de la London School of Economics.
«El populismo no es una ideología. Es más bien un modo de identificación. Crea identidades. Crea el pueblo como actor político en antagonismo al orden establecido, a la clase gobernante», apunta en diálogo con BBC Mundo.
Crecimiento
Desde los años 60, el voto a los partidos populistas de derechas en Europa pasó de un 6,7% en los 60 a un 13,4% en la década de 2010.
Durante el mismo periodo, el populismo de izquierdas creció de un 2,4% a un 12,7%, según datos citados por el estudio «Trump, Brexit, y el ascenso del populismo: excluidos económicos y reacción cultural», escrito por los profesores Ronald F. Inglehart y Pippa Norris y publicado por la Universidad de Harvard.
Las razones de este ascenso hay que buscarlas en los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas en Europa y Estados Unidos.
«Puede haber causas específicas a cada una de estas sociedades, pero también hay una causa común y es que más y más gente no se siente representada por el sistema. Podríamos hablar de una crisis de representación», indica Panizza, quien recientemente coordinó el libro «El populismo y el espejo de la democracia».
«Cuando hablamos de las razones comunes del populismo, y esto afecta tanto a EEUU como a Europa, vemos que es el coletazo de la Gran Depresión del 2008 y 2010, que creó un sentimiento de injusticia entre mucha gente que pensó que los gobiernos salvaban a los bancos a costa de la población. Eso deslegitimó mucho el orden político y económico y la visión de la globalización que subyace», dice.
Y agrega: » justamente el auge del populismo y su ataque a ciertas instituciones muestra que esas instituciones tienen problemas muy profundos y fundamentales».
Lo cultural
En cambio, el profesor Eric Kaufmann apunta a factores culturales, más que económicos, como la principal causa del auge de los populismos de derechas.
«Tiene algo que ver con los cambios económicos pero fundamentalmente con la oposición a la inmigración. Es una causa de larga data común a los populismos de Europa occidental y de América del Norte, no a los de Europa Oriental ni de la Europa del Sur. Son sociedades cada vez más diversas desde el punto de vista étnico debido a la inmigración», comenta el experto en diálogo con BBC Mundo.
En este sentido, Inglehart y Norris definen en su estudio el perfil de quienes apoyan en mayor medida al populismo en Europa. «Generalmente es más fuerte entre generaciones más viejas, hombres, con bajos niveles de educación y pertenecientes a mayorías étnicas y religiosas», señalan.
Y destacan que el aumento de votos a partidos populistas se debe explicar «en gran medida, como una reacción contra el cambio cultural progresista» que se inició a principios de los 70.
Otros factores que según los analistas ayudan a explicar la expansión del populismo tienen que ver con el proceso de borrado de las diferencias en términos económicos entre los partidos de la izquierda y la derecha tradicionales.
En este contexto, la vinculación entre clase social y tendencia en el voto, apuntan Inglehart y Norris, fue perdiendo fuerza en Europa a medida las posiciones entre izquierda y derecha se fueron acercando en lo económico.
Desde los extremos, el populismo viene a romper la creciente homogeneidad de los discursos políticos.
«Tras el final del comunismo, los partidos se fueron acercando en cuestiones económicas y ahora sus diferencias tienen más que ver con una división cultural, especialmente en lo relacionado a la inmigración y el cambio étnico», apunta Kaufmann.
Fascismo
Algunos analistas han querido ver un paralelismo entre el auge actual del populismo y el ascenso de los fascismos en la Europa de los años 30, también afectada por una aguda crisis económica.
«Con los debidos cuidados, los paralelismos existen. El más claro es una profunda crisis económica que termina derribando el orden y el establishment político. Pero con todo el rechazo que pueden ofrecer fenómenos populistas como el de Trump, creo que el fascismo no es exactamente lo mismo«, sugiere Panizza.
«EE.UU. es una sociedad democrática con instituciones democráticas. Yo no diría que la democracia como tal va a caer en EE.UU., que Trump se vaya a convertir en un dictador y vaya a disolver el Congreso. Eso no va a pasar, por supuesto, indica el experto.
Pero concluye: «la polarización social creada por su discurso es negativa porque la democracia requiere el reconocimiento del otro como ciudadano con el cual hay que entablar algún tipo de negociación».
El populismo es la consecuencia lógica y predecible de los comportamientos peligrosos de la política académica. En concreto de la creencia en su autoinvulnerabilidad y permanencia y sus prácticas despretigiadoras de los rivales.
La práctica común de verter basura sobre los opositores políticos — algo que hacen todas las formaciones desde hace tiempo — se acaba volviéndo contra ellos.
Los partidos políticos llevan años usando la táctica del desprestigio y la descalificación constante del » otro «. Pero llega un punto en que el pueblo concluye » son todos iguales » y surge el desencanto primero, la repulsa después y finalmente la oposicón a todo lo que » huela » a política oficial. Y es ahí donde el líder ( no existe poulismo sin líder visible ) encuentra terreno abonado para su discurso; que no necesita estar argumentado o basado en sólidos programas, le basta con el simple » todos ellos son lo mismo, nosotros acabaremos con ellos «. Y se produce el efecto bola de nieve.
Los discursos altisonantes, retadores, chulescos. La separación entre » los otros » y nosotros. Las amenazas de tirar de la manta y acabar con lo establecido…… son todos ellos mensajes que calan en el pueblo fácilmente y producen una especie de excitación belicosa frente a los que se considera responsables de todos los males sociales ( la casta, los antiguos, los poderosos, los ricos,….). Y a ése discurso popular se le llama populismo.
El problema principal es que detrás de todo él no existe un plan concreto de actuación, una guía, un camino. Todo se limita a derrocar lo establecido, a la oposición frente a lo rutinario y hastiante. Tras los populismos hay un enorme vacío intelectual. Y ahí es donde se vuelven peligrosos ya que se limitan a revolver los rios y en cualquier momento aparece un pescador avispado que saca provecho de ello.
El populismo es una convulsión, un agitamiento. Lo peligroso ocurre cuando ésa agitación cesa y llega la hora de actuar frente a los problemas reales ( que obviamente no eran fulanito o menganito ), y es ahí donde suele aparecer el fascismo que sirve de pegamento social. Generalmente buscando » enemigos » fáciles como los inmigrantes, los de otra religión, los de otro color de piel,………..Ése es el verdadero problema.
¿ Fascismo ? En general toda ideología ( política y/o religiosa ) es fascista por definición ya que piensa que posee la razón absoluta y que el otro está equivocado. Y pretende imponerse a toda otra voluntad o pensamiento, en principio por las buenas; pero si es necesario también por las malas. Al fin y al cabo se creen en posesión de la verdad.
Los tiempos de zozobra son fértiles para el populismo y también para el fascismo. Y los actuales lo son.
Los políticos académicos andaban tan ocupados en sus luchas por el asiento que no calibraron bien la magnitud del hartazgo social y las consecuencias de sus actos. Ahora es tarde y deben enfrentarse al populismo. Aunque éste una vez puesto en marcha se vuelve imparable. La bola de nieve que mencioné antes.
Todo esta cambiando frente a las narices de una humanidad, que no ha sido educada , adiestrada ni mucho menos experimentada ( por las razones que escojamos a la carta, según particulares referencias de creencias, análisis y, o, discernimiento) para asimilar con madurez, conocimiento de causa, sentido común y sensatez; los cambios inexorables, al margen de sus temores mas atávicos.
Mientras prevalezca el miedo y la incertidumbre por ausencia de Gnosis, como agentes catalíticos, a la hora de asumir los cambios ( sean cuales sean ).. los resultados siempre serán los mismos: División polarizante, fascismo, populismo, intereses particulares y exterminio en el punto mas débil de la pirámide del poder establecido… y de lo cual, ya nadie parece saber que hacer al respecto… solo la perversa resignación e impotencia mental, que se traduce en un Harakiri colectivo de total derrota ante lo «inexorable».
Hoy en día, todo fascismo derivado de un personaje o «líder»populista… será el producto de la ignorancia, domesticación y falta de consciencia, de un colectivo sistemáticamente condicionado, que lo ELIGIÓ.
Hay muchas cosas por hacer, mas allá de teclear hipnóticamente y como CATARSIS, un teclado de PC.