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Que la investigación biomédica está en crisis porque se ha dejado en manos de quienes anteponen su interés al del público es algo conocido. Algunos especialistas independientes van más lejos, como John P. A. Ioannidis. Éste ha publicado un contundente artículo en la revista médica Plos Medicine cuyas conclusiones revelan el grado de pseudociencia que hay en la ciencia (mala ciencia) de las industrias sanitarias.
El artículo que podéis leerlo en castellano gracias a los profesionales sanitarios críticos de CAS Madrid, ofrece unas conclusiones que no por descorazonadoras dejan de señalar el camino a seguir para hacer que la Ciencia vuelva a servir a las personas más que a los intereses industriales:
En general, no sólo la mayoría de los resultados de las investigaciones son falsos, lo que es peor, la mayor parte de los resultados verdaderos no son útiles. Las intervenciones médicas deben y pueden aportar grandes beneficios a los seres humanos. Hacer investigación clínica que no tenga utilidad clínica no tiene sentido. Hace tiempo que se debería haber reformado y mejorado el sistema”.
Ioannidis vuelve a meter el dedo en la llaga de la investigación “científica”.
En el reciente artículo de Plos Medicine titulado Porqué la mayoría de investigación clínica no es útil, aborda la situación de la investigación clínica actual:
-Hay publicados aproximadamente un millón de artículos sobre ensayos clínicos y decenas de miles de revisiones sistemáticas pero la mayoría no son útiles.
Se ha estimado que se derrocha el 85% de los miles de millones que anualmente se gastan en investigación médica.
-La investigación clínica pierde utilidad real cuando al exagerar la enfermedad (disease mongering) se crea una percepción ficticia de la carga de enfermedad en personas sanas. En tales circunstancias, las personas tratadas, por definición, no pueden beneficiarse, porque no hay una verdadera enfermedad a tratar. Los datos muestran sólo correlaciones.
-Muchos ensayos clínicos se terminan porque son inútiles. El veinticinco por ciento de los ensayos aprobados por seis comités de ética de investigación entre 2000 y 2003 en Canadá, Alemania y Suiza fueron discontinuados y la tasa de abandono fue del 43% para una cohorte de los ensayos quirúrgicos registrados entre 2008 y 2009.
Los sesgos en el diseño, análisis, generación de informes y la interpretación siguen siendo muy prevalentes.
-Otros comportamientos perversos en la investigación clínica se originan en las universidades e instituciones que simplemente exigen más publicaciones (por ejemplo, artículos menos publicables) en vez de artículos clínicamente útiles.
-Los estudios que se publican en las principales revistas médicas puede que se centren más en abordar problemas importantes, pero dada su visibilidad, también pueden contribuir más a propagar enfermedades inventadas/exageradas que las revistas con menor visibilidad.
-Los mecanismos de financiación existentes incentivan la realización de estudios pequeños, de corta duración, que puedan realizarse y generar resultados publicables rápidamente, mientras que para responder preguntas importantes a veces se pueden requerir estudios a largo plazo, cuyas necesidades financieras exceden los recursos disponibles durante los ciclos de financiación existentes.
-En general, no sólo la mayoría de los resultados de las investigaciones son falsos, lo que es peor, la mayor parte de los resultados verdaderos no son útiles.
Ioannidis es uno de los científicos más influyentes en biomedicina del mundo, como argumentan desde la organización de profesionales sanitarios No Gracias.
Lidera el movimiento que pretende recuperar el control profesional y ciudadano de una investigación clínica que debido a su sesgo comercial ha dejado de ser un instrumento útil para mejorar la salud de las personas.
No hay más que ver la cantidad de escándalos por daños provocados por medicamentos y tratamientos médicospara entender el fracaso de este tipo de investigación industrializada.
En No Gracias critican de manera sistemática la “investigación basura” promovida por la industria para
justificar las bondades de sus productos, las debilidades de los procesos de difusión (revistas médicas), síntesis (guías de práctica clínica) y evaluación de ese conocimiento (procesos regulatorios), así como los sesgos que la actividad comercial introduce en los decisores clínicos”.
Es necesario conciliar los modos de evitar desperdiciar recursos de investigación, luchar contra la corrupción y hacer avanzar la biomedicina de manera transparente en favor de la salud pública.
Para ello me parece clave por un lado, acabar con el “secreto comercial” o cobertura legal que tienen los datos obtenidos por los laboratorios farmacéuticos en sus ensayos clínicos. Por otro, la publicación en internet de TODOS los datos (los buenos y los malos) de esos trabajos.
También que las administraciones públicas tomen las riendas de la investigación biomédica con criterios sociales. ¿Está convirtiéndose la llamada medicina científica en una pseudociencia?, me preguntaba el pasado verano en ese post. Pues parece que sí, que la investigación esta en la UCI pero si se toman las medidas adecuadas el paciente sobrevivirá (y más nos vale pues está en juego el conocimiento científico para prevenir y tratar las enfermedades).