Un estudio publicado por el British Medical Journal (BMJ), la revista oficial de la asociación de médicos británicos y una de las “biblias” de la denominada Medicina Basada en la Evidencia abunda en algo que ya sabemos pero no por ello es menos trágico: la aprobación de medicamentos falla y muchos fármacos para el cáncer carecen de evidencias (pruebas) sobre su eficacia. Además, la mayor parte son muy caros y ofrecen fuertes efectos secundarios.
Hace tiempo que los laboratorios farmacéuticos encontraron un gran filón económico en sus medicamentos para el cáncer y en la especulación con el precio de dichos fármacos. Por lo general y esto es si cabe más grave, son muy poco efectivos pues apenas alargan o mejoran la vida de las personas enfermas (y ofrecen considerables reacciones adversas).
Hace poco publicamos sobre un estudio de la consultora QuintilesIMS señala a la oncología (junto con las enfermedades autoinmunes y la diabetes) como principales motores de crecimiento para la industria farmacéutica en el mundo. El área de oncología crecerá a un ritmo de gasto sanitario entre el 9% y el 12% anual hasta 2021, hasta alcanzar entre 120.000 y 135.000 millones en todo el mundo.
La farmacéutica suiza Roche factura con su tratamiento Avastin 6.251 millones de euros (datos de 2016). El antitumoral Glivec, de Novartis, 2.953 millones. Opvido, del laboratorio Bristol-Myers Squibb, es el que más ha crecido el año pasado, un 400%.
Por otro lado la especulación con el precio de los medicamentos contra el cáncer es tan evidente que la Comisión Europea ha investigado las prácticas de algunas farmacéuticas como Aspen Pharma.
En concreto estudia cómo se ha producido un incremento notable del precio de cinco medicamentos que se usan contra el cáncer.
Las pesquisas se centran en medicamentos que contienen los principios activos clorambucil, melfalán, mercaptopurina, tioguanina y busulfán, todos ellos utilizados para combatir tumores hematológicos como la leucemia.
Aspen fue condenada en 2016 por la autoridad de Competencia de Italia por especular con el precio de medicamentos contra el cáncer.
El artículo del BMJ apunta a una de las raíces del problema: cómo se aprueban estos (y tantos otros) medicamentos.
La Agencia Europea de Medicamentos(EMA) o la agencia homónima estadounidense, la FDA -las dos más poderosas- permiten que haya en el mercado tratamientos aprobados mediante los llamados en investigación “criterios de valoración indirectos”. Es decir, sin claras pruebas de su eficacia y seguridad más allá de valores secundarios.
Todo comenzó en la década de los años 90 del siglo pasado con el obsesivo interés de la Administración de Bush padre por beneficiar a las empresas (incluso antes que a las personas). Suya fue la reforma Accelerated Approval que permitió que los ensayos clínicos demostraran beneficios considerando esos objetivos intermedios o variables subrogadas.
Por ejemplo, la tasa de respuesta, un conjunto de criterios que caracterizan la contracción del tumor y tiempo transcurrido hasta “eventos extremos” como la supervivencia libre de progresión.
Esos criterios intermedios pueden ser útiles pero hoy se abusa de ellos y las autoridades sanitarias lo permiten. Pero con esos parámetros no siempre es posible saber si un tratamiento ofrecerá al paciente superar su cáncer o vivir con mayor calidad de vida o durante más años.
Lo que seguro que permiten es hacer un buen negocio… Las cifras oficiales de muertes por cáncer en España documentan el fracaso del arsenal terapéutico contra el cáncer pues siguen sin bajar de 100.000 muertes anuales.
En su trabajo Eficiencia de tratamientos oncológicos para tumores sólidos en España, la fármacoeconomista Itziar Oyagüez comparó precios de medicamentos usados en cánceres avanzados y reseña un tratamiento combinado de fármacos que cuesta más de 600.000 euros y que sólo consiguió que la persona enferma que lo recibió tuviera ¡un mes de vida más!
Permitir a la industria que investigue conformándose con valores intermedios es jugar con la vida de la población enferma de cáncer y crear falsas esperanzas con los tratamientos.
El fenómeno está provocando además que se vaya a lo “cómodo” y deje de investigarse el cáncer en profundidad buscando tratamientos destinados a la supervivencia.
La directora adjunta de BMJ, Deborah Cohen, señala que
el hecho de que muchos de estos nuevos fármacos en el mercado carezcan de evidencias sólidas de que mejoran la vida de los pacientes pone a los gobiernos en una posición difícil a la hora de decidir qué tratamientos financiar”.
Y continúa:
Aunque es difícil saber cuánto están pagando los sistemas de salud por los medicamentos contra el cáncer, porque estos precios se negocian a menudo a puerta cerrada, la cantidad total gastada en el cuidado del cáncer está creciendo, en parte debido al coste de los medicamentos”, dice Cohen.
Unos fármacos, añado yo, que en muchos casos son ineficaces y ofrecen graves reacciones adversas.