Dicen que la memoria se va perdiendo con el tiempo. Trata de recordar con claridad un evento del pasado muy importante en tu vida. Posiblemente, aunque recuerdas partes de ese día, eres incapaz de recordar absolutamente todo. A Jill Price le pasa lo contrario, jamás puede olvidar.
La gente se pasa media vida temiendo la vejez. En parte, porque no quieren olvidar lo que fueron, quieren mantener el vivo recuerdo de lo que son ahora, o lo que fueron no hace mucho. Sin embargo, el paso del tiempo convierte la mayoría de las vivencias en recuerdos cada vez más difusos. Cuanto más tiempo pasa entre un evento y el ahora, más selectivo se vuelve el cerebro.
Tu boda, el nacimiento de tu hijo, la muerte de un familiar querido… hechos, a priori importantes, que la mente acaba dividiendo con lo esencial y eliminando el resto. Sin embargo, ¿cómo sería el proceso inverso? ¿Cómo podrías vivir con el recuerdo de tu vida, de las 24 horas de los 365 días de cada año, 20 o 30 0 50 años después? Suena tremendamente aterrador, aunque para un reducido grupo de personas en el planeta, es simplemente lo normal.
La historia de estas personas comienza con la paciente cero, la paciente AJ.
Recordar con (mucho) detalle
Se calcula que sólo en Estados Unidos existen unas 60 personas de las denominadas como Highly Superior Autobiographical Memory (HSAM), es decir, aquellas con la misteriosa habilidad para recordar fechas y eventos del pasado con detalles que al resto de los mortales se nos hace imposible. Un ejemplo: estas personas con memoria superior son capaces de recordar lo que comieron para desayunar en un día específico hace 10 años.
El hombre que llevaba tiempo estudiando estos casos era el profesor y neurólogo James McGaugh, del UC Irvine’s Center. Una eminencia en el campo que, sin embargo, jamás pensó que la memoria humana pudiera llegar a los niveles de una paciente que apareció una mañana del año 2000 en su despacho.
Hasta ese año nadie había oído hablar de Jill Price. Sus amigos y círculo cercano sabían que tenía una memoria notable, pero nadie con conocimientos avanzados le dijo que era tan excepcional. Price buscaba respuestas a su condición, y así encontró en una página web a McGaugh.
Cinco años después, y tras un exhaustivo estudio en silencio y con el mayor de los secretismos, McGaugh y su equipo estaban listos para enseñarle al mundo una clase insólita de memoria humana. En febrero del 2006 se publica el artículo: “A Case of Unusual Autobiographical Remembering” en la revista Neurocase.
El caso de Jill Price
Jill Price había vivido la mayor parte de su vida en Los Ángeles. Ella era capaz de decir lo que había hecho cualquier día de la semana de los últimos 30 años. También cualquier evento que hubiese ocurrido a lo largo de su vida del que tuviera constancia.
Price nació el 30 de diciembre de 1965 en Nueva York. Sus primeros recuerdos claros comienzan alrededor de los 18 meses. Entonces vivía con sus padres en un apartamento al otro lado de la calle del Hospital Roosevelt en el centro de Manhattan. Recuerda las ambulancias y el tráfico gritando, cómo le encantaba escalar en el sofá de la sala y mirar por la ventana.
Cuando tenía siete años, a su padre le ofrecieron un trabajo con Columbia Pictures Television en Los Ángeles. El 1 de julio de 1974, cuando Jill tenía ocho años y medio, la familia al completo se muda a una casa alquilada en Los Ángeles. Ese fue el día, según ella, que su “cerebro quebró”.
Siempre había tenido talento para recordar. También, siempre había temido el cambio. De hecho, y sabiendo que después de que se fueran de Nueva Jersey nada podría ser lo mismo, Price trató de recordar el mundo del que la habían arrancado. Hizo listas, tomó fotos, guardó recuerdos (físicos), notas y entradas de sitios.
Ella no lo sabía, pero si se trataba de un esfuerzo consciente para entrenar su memoria, funcionó, quizás mejor de lo que jamás había imaginado.
Ella fue la primera persona en ser diagnosticada con HSAM. Puede recordar la mayoría de los días de su vida de forma clara, tal y como el resto de nosotros recordamos el pasado reciente. Con 51 años, hoy Price recuerda el día de la semana para cada fecha desde 1980: lo que estaba haciendo, con quién estaba o dónde estaba cada uno de estos días. Veamos esta secuencia de vídeo de hace unos años que sirve como ejemplo:
En la pieza vemos a la periodista Diane Sawyer poniendo a prueba la memoria de Price. En un momento del clip (sobre el 01:05), Sawyer le pregunta a Price cuándo murió la princesa Grace. Inmediatamente contesta: “el 14 de septiembre de 1982; ese fue el primer día que comencé el 12 grado”. Sawyer se ríe de forma nerviosa y trata gentilmente de corregir a su invitada: “No, 10 de septiembre de 1982«. Price lo malinterpreta pensando que se le está pidiendo que identifique otro evento, es decir, la posibilidad de que esté siendo corregida ni se le pasa por la cabeza.
“No”, dice Sawyer para advertir que Price cometió un error. Según el libro que estaban usando en el programa como fuente, la princesa Grace murió el 10 de septiembre. Price se mantiene firme en su respuesta hasta que poco después, un productor interrumpe: “El libro está mal”.
AJ, como la denominaron en la investigación de McGaugh, fue un caso único desde el comienzo. McGaugh decía que sabemos muy poco de los recuerdos. Sabemos que viven en el hipocampo y en la corteza prefrontal, pero a partir de ahí, el funcionamiento de la memoria humana es un callejón sin salida. Desde una perspectiva evolutiva, encontrar a un ser humano con una memoria capaz de funcionar con la precisión de un ordenador era cercana a cero. Hasta que llegó Price.
Su caso fue tan insólito, que McGaugh y sus colegas le dieron un nombre: síndrome hipermnésico (o hipermnesia). Su nombre deriva del griego y para que una persona lo tenga deben darse dos características.
En primer lugar, la persona debe utilizar una cantidad anormalmente grande de tiempo en pensar sobre su pasado personal. En segundo lugar, debe tener una extraordinaria capacidad para recordar eventos específicos del pasado en general, y a nivel personal. Por tanto, la condición consiste en el aumento de la función de evocación, sin que se observe una hiperfunción en cuanto a la capacidad de almacenamiento. Estas personas pueden recordar hasta el más mínimo detalle.
Por ejemplo, Price podía recordar de forma instantánea lo que había hecho en cada fiesta de Pascua desde 1980. Según explicaban en su estudio, la mujer les decía:
6 de abril de 1980: 9º grado, las vacaciones de Pascua terminan. 19 de abril de 1981: 10º grado, nuevo novio, 11 de abril de 1982: 11 ° grado, abuelos nos visitan para la Pascua …
Los investigadores se dieron cuenta de un detalle. Price era extraordinaria con su propia historia personal y ciertas categorías curiosas que le gustaban, como la televisión o los accidentes de avión, pero en otros campos su memoria no era muy distinta de la del resto de los mortales.
Además, su hipocampo y la corteza prefrontal eran, según varios informes médicos, normales. La única aberración significativa, según la propia Price, es que su cerebro se asemeja a los de las personas con trastorno obsesivo-compulsivo.
Algunos científicos apuntan a que ahí puede estar la clave. Un trauma como puede ser mover la residencia familiar a otra ciudad puede desencadenar cambios importantes y persistentes en el cerebro, especialmente en niños que se aferran a los recuerdos de cómo había sido su vida.
Lo cierto es que desde la publicación del artículo en el 2006 han aparecido otros casos similares de hipermnesia, cada uno con una espectacular memoria autobiográfica, y todos con unos hábitos parecidos, recopilando cosas y obsesionados con las fechas y los eventos.
Podría ser que estas mentes con recuerdos insólitos se deban a la intensidad maníaca que tienen por contemplar el pasado. Pero como apunta McGaugh, incluso si la memoria de Price es solo el producto de la obsesión, sigue siendo increíble.
Sea como fuere, estos casos tan raros y sorprendentes siguen bajo estudio. Mientras, Jill Price y el resto de pacientes similares viven su vida como una televisión con la pantalla dividida: por un lado se muestra lo que están haciendo en el presente, y por el otro se encuentran todos los recuerdos agolpados. En su caso, sin posibilidad de olvidar.
¡ Que horror !
Uno de los principales problemas ( y fuente de ellos ) del ser humano es la incapacidad de olvidar a voluntad. Debe ser terrible recordar todo. Un lastre absoluto.
Con la cantidad de cosas que sería mejor olvidar. . .