Del «España nos roba» (aunque menos que los Pujol) al «España nos odia», el discurso de los secesionistas hace honor a aquella máxima que ya señaló Pascual Quignard: «Si quieres oprimir a alguien, tienes que empezar por difundir la idea de que el oprimido eres tú».
Otra cosa es que a la hora de concretar en hechos el supuesto rechazo de la población del resto de la nación hacia las autoproclamadas víctimas asistimos a montajes que dan vergüenza ajena, como poco.
Marta «dedos rotos», cocinando uno de sus potajes hechos de exageración, mentira y guarnición de fanatismo, especialidad de ya sabe el lector quiénes . |
Si hasta ahora el listón lo había situado en lo más alto la «pobre» mujer «abusada» por una policía que le había roto uno a uno los DEDOS de la MANO DERECHA, tocado las tetas y reído malévolamente durante la acción, todo ello en su disparatada imaginación, puesto que ni las pormenorizadas imágenes que grabaron el suceso ni el vendaje cautelar de UN DEDO inflamado en su MANO IZQUIERDA respaldan su fantasía de damnificada, hemos asistido esta semana a otro incidente tergiversado hasta el paroxismo por los cansinos palmeros del «Nos tienen manía porque somos superguays»: esta vez dos nobles y augustas ciudadanas, una menorquina y otra barcelonesa, habrían sido expulsadas del vuelo VY3716 de la compañía Vueling por hablar en catalán. Así lo recogía el pasado lunes el Diario de Menorca, y lo amplificaba el programa de TV3 «Els Matins», lo que bastó para que la patulea habitual de agraviados profesionales pusieran el grito en el cielo, lo que incluyó a la expresidenta del Parlament, Nuria de Gispert, exigiendo el boicot a Vueling y hasta al «prófugo preventivo» Carles Puigdemont, alias «Cabezamocho», conocido héroe del invicto catalanismo, organizador de coloristas verbenas con apariencia de referendum sin censo y enemigo de las elecciones democráticas al uso en el Occidente civilizado, quien twitteaba el mismo lunes:
Hasta aquí una indignación que estaría justificada de ser cierto lo que estos dudosos medios sostenían, solo que la verdad, como suele ocurrir, es bastante más compleja. Porque el hecho es que las concienzadas señoras se habían tomado la libertad de ocupar los asientos situados junto a las salidas de emergencia del avión, que no les correspondían puesto que la normativa aeronáutica internacional reserva estas plazas a personas jóvenes que en caso de emergencia puedan colaborar con el personal de vuelo para una rápida y eficaz evacuación del aparato, algo que les hubiera constado a las dos «empecinadas» si se hubieran molestado en leerse las condiciones generales del contrato de transporte aéreo de pasajeros y equipaje que Vueling pone a disposición de los usuarios en su web.
Las dos alienadas en cuestión no solo habían decidido ocupar los asientos que a ellas les parecieron convenientes, sino que una de ellas se permitió ocupar el espacio del pasillo con un paquete que contenía un cuadro enmarcado de gran tamaño, añadiendo un obstáculo adicional al posible desalojo. Cuando una educada azafata le pidió a la menorquina que liberase el espacio que ocupaba su persona y su cuadro, la mujer, que resultó ser una furibunda independentista, exigió a la empleada que se dirigiese a ella en catalán, haciendo ostensible su voluntad de ignorar sus requerimientos a no ser que le fueran dirigidos en la lengua elegida por ella con tanta arbitrariedad como su ubicación, algo contrario a la normativa aérea establecida por Iberia, la matriz de Vueling, y que explicita que «por razones de seguridad, la ocupación de los asientos ubicados en la inmediatez de las salidas de emergencia está limitada a pasajeros que no tengan dificultades motrices y que puedan entender las instrucciones relativas a la seguridad (tanto escritas como orales, en español o bien en inglés)».
La cerril septuagenaria del paquete desmesurado (leáse «cuadro enmarcado») contraria a la estrechez lingüística de la compañía aérea fue secundada por otra nazionalista concienciada que, siguiendo los postulados de eso que llaman «sororidad» (supongo que seguir las directrices de Soros) se enfrentó hecha una fiera a la azafata, el sobrecargo y finalmente al comandante del avión que, con muy buen criterio, las hizo desembarcar a ambas con sus bártulos, paquete desmesurado incluido, entre los aplausos del pasaje, harto de la actitud chulesca de las unas individuas que, con su circo, retrasaron la salida del vuelo casi una hora.
Esa es la realidad, y la atestiguan en las redes los pasajeros del vuelo, que desmienten radicalmente el bulo recogido por los dirigentes catalanistas que, siguiendo su inveterada costumbre, tergiversan la realidad
Una vez más, mentiras, bulos y falsas acusaciones utilizadas por una tropa instalada en un limbo que ahora llaman «posverdad», pero que para quien crea en la verdad a la antigua usanza es solo tergiversación puesta al descubierto, pues la mentira tiene las patas muy cortas, aunque quien la sostenga corra muy veloz para salvarse a sí mismo mientras los ingenuos a los que ha engañado pagan por sus felonías.