Una de las polémicas más fuertes desatadas en el campo de la alimentación en los últimos años ha sido la del aceite de palma. Es el más usado del mundo y se encuentra como ingrediente “oculto” en muchos productos procesados como galletas, bollería, panecillos, helados, salsas, pizzas, aperitivos y chucherías, chocolates, etc.
Escribo oculto porque hasta que en 2014 se cambió la normativa europea sobre etiquetado de alimentos esa grasa se incluía bajo el paraguas de la laxa denominación de “aceite vegetal”.
El líquido se consigue exprimiendo el fruto de una palmera que crece bien en América del Sur y África, de ahí que además de los problemas nutricionales de los que vamos a ocuparnos esté el impacto ambiental del aceite de palma, muy bien tratado en el blogCarro de combate.
En ese blog también podemos encontrar una lista que se actualiza con regularidad sobre casi todos los productos que llevan este aceite y las empresas que lo usan.
El aceite de palma está en el grupo de grasas malas (las grasas no son malas en sí mimas sino según su composición). ¿Cual es el problema? Que ese aceite está compuesto por grasas saturadas que son las que están relacionadas con multitud de enfermedades, entre ellas lascardiopatías y el aumento de peso con las indeseadas consecuencias del mismo para nuestra salud.
El componente más polémico es el ácido palmídico. Hay pocas dudas respecto a su presencia en la dieta en relación con diversas disfunciones metabólicas, entre ellas, la diabetes.
El aceite de palma se usa en la industria de la alimentación porque tiene varias características interesantes para los fabricantes de comida: es barato, en frío permanece sólido y por lo tanto es manejable y ofrece a los productos una estética y palatibilidad muy buenas pues es muy untuoso (que hace atractivos los alimentos, vaya).
Por profundizar un poco en las cuestiones más técnicas, otra parte del problema de ingerir aceite de palma es que al hacerlo introducimos en nuestro organismo un compuesto químico muy nocivo: 3-monocloropropano-1,2-diol (3-MCPD). Ésta cosa se forma durante el procesado de los alimentos.
Cuando se aplican temperaturas mayores de 200º sobre alimentos ricos en grasas, por ejemplo en el refinado de aceites, aparecen compuestos químicos como el 3-MCPD, el glicidol, los ésteres glicidílicos y el 2-MCPD. Esto se hace con el de palma para mejorar su olor y sabor, además de para quitarle su característico color rojo.
Como explican desde la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan)
Se detectó por primera vez en salsas de soja y posteriormente en algunos aceites vegetales refinados, como el aceite de palma, muy utilizado como ingrediente alimentario:
Los animales de laboratorio expuestos al 3-MCPD han mostrado principalmente toxicidad renal,infertilidad, disminución en la actividad del sistema inmunológico y desarrollo de tumores benignos. La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) ha clasificado al 3-MCPD como posible agente carcinógeno (Grupo 2B)”.
No obstante, agrega dicha agencia, no existe evidencia científica (pruebas) suficiente en animales de experimentación y en humanos la evidencia es limitada, por lo que se requiere la realización de nuevos estudios.
Con respecto al glicidol existen estudios in vitro y algunos in vivo que evidencian su caráctergenotóxico (daños en el materila genético). Por este motivo han sido clasificados por la IARC como probables agentes carcinogénicos (Grupo 2A).
Por su parte, el 2-MCPD no ha sido evaluado por este organismo internacional hasta la fecha puesto que no existen suficientes datos para llegar a una conclusión”.
El aceite de palma ha cogido una mala fama sin precedentes y las empresas de gran distribución como DIA, Eroski, Alcampo, Mercadona, Lidl o Hipercor lo saben; no son ajenos al debate. Los fabricantes también y algunos, como Nestlé, tiran balones fuera cuando se les pregunta por ello:
uno de los principales ácidos grasos componentes de la leche materna es el ácido palmítico”, componente característico del aceite de palma.
Pero lo que no dicen es que una parte importante de esa grasa
está colocada en la posición 2 del triglicérido (conocida también como beta). En esa posición se favorece la absorción del ácido palmítico. Las fórmulas infantiles, sustitutos de la leche materna cuando no se dispone de ésta, tienen un contenido en ácido palmítico en cantidades similares a las de la leche materna, aunque en su mayor parte en la posición 1 y 3 del triglicérido”.
En los últimos años, la mayoría de las fórmulas infantiles han aumentado el contenido en β-palmitato, para acercarse a los valores presentes en la leche humana. Con esta disposición se favorece la absorción de ácidos grasos, pero también de calcio y se favorece el desarrollo de una microflora rica en bifidobacterias.
También se ha demostrado en un modelo animal el efecto anti-inflamatorio del β-palmitato sobre la mucosa intestinal, según explican desde la Asociación Española de Pediatría (AEP), nada sospechosa de ser crítica con la industria alimentaria ni ninguna otra con las que se relaciona (en el bote de leche Nestlé de la foto podemos observar que la AEP colabora en su promoción).
No obstante, la leche materna es natural y la sintética es eso, artificial.
Las industrias llevan años intentando imitar la leche humana y continúan intentándolo. Según los portavoces de Nestlé:
La oleína de palma, un componente seguro del aceite de palma, es una fuente excelente de ácido palmítico que permite ofrecer el perfil lipídico más parecido posible a la leche materna”, prosigue tras dejar claro que ésta “se ha usado durante muchos años por diferentes fabricantes como una buena y bien tolerada fuente de grasa en leches infantiles”.
Eso sí, continúan trabajando para lanzar recetas sin aceite de palma…
http://www.migueljara.com/2017/11/20/porque-el-aceite-de-palma-puede-ser-malo-para-nuestra-salud/