– El año pasado fue “annus horribilis” para Newton Gunathileka, de 52 años. El pequeño productor de arroz del noroccidental distrito de Puttalam, en Sri Lanka, tuvo que abandonar en 2017 su terreno de casi una hectárea por primera vez en más de tres décadas, dejando a su familia al borde de la indigencia.
Gunathileka, con dos hijos, perdió dos cosechas seguidas, y había acumulado un déficit de 1.300 dólares cuando decidió abandonar su aldea y buscar trabajo en los pueblos cercanos.
“Qué voy a hacer”, preguntó. “No hay trabajo en nuestra aldea, todos los campos se secaron, todo el mundo se va a buscar trabajo”, dijo Gunathileka a IPS.
Finalmente, comenzó a trabajar en la construcción y en plantaciones de tabaco por un jornal de unos cinco dólares. Y cuando el empleo escasea, su esposa también busca un trabajo temporal.
La pareja, que vive de empleos casuales desde hace cuatro meses, no sabe si algún día podrá regresar a la agricultura, a pesar de que afloja la sequía.
Y Gunathileka no es el único. Los desastres ambientales obligan a quienes viven de la agricultura, y en especial a los pequeños productores, a abandonar cada vez más sus aldeas en busca de trabajo en las ciudades.
En el pueblo de Adigama, en este mismo distrito, las autoridades estiman que entre 150 y 200 pobladores, principalmente jóvenes, se fueron a buscar trabajo en los últimos dos años.
Sisira Kumara, la principal autoridad gubernamental del pueblo, reconoció que la pérdida de cosechas propició la emigración.
“No hubo lluvias significativas entre octubre de 2016 y noviembre de 2017, y se perdieron tres cosechas. A diferencia de antes, ahora no se puede depender de patrones, lo que convierte a la agricultura en un asunto muy riesgoso”, explicó.
“En Sri Lanka, la pobreza, el desempleo, la falta de opciones laborales y los recurrentes golpes climáticos afectan la seguridad alimentaria de muchas familias, lo que genera la emigración en busca de un sustento seguro”, explicó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) el año pasado en un comunicado conjunto con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación.
Los eventos climáticos han golpeado a Sri Lanka en los últimos años.
En 2017, la sequía afectó a dos millones de personas, y las inundaciones perjudicaron a otras 500.000. La cosecha de arroz de vital importancia fue la más baja en más de una década, 40 por ciento por debajo del año anterior. De hecho, el foro mundial calificó la sequía del año pasado como la peor en 40 años.
M.W. Weerakoon, secretario del Ministerio de Agricultura, señaló que los arroceros deben trabajar todo al año para estar apenas por encima de la línea de pobreza. Un productor debe cultivar poco más de una hectárea sin descanso para conseguir los 116 dólares al mes que necesita para mantener a su familia de cuatro integrantes y evitar caer en la pobreza.
“Eso no es posible con lluvias imprevisibles, y los agricultores se mudan”, explicó. Alrededor de 20 por ciento de los 21 millones de habitantes de Sri Lanka son migrantes internos, según datos oficiales. Especialistas como Weerakoon explican que el movimiento interno aumenta por los avatares climáticos.
El hecho de permanecer en sus pueblos natales y de perseverar en la agricultura, empuja a las personas hacia la trampa de la deuda.
En agosto, durante la peor parte de la sequía, un estudio del PMA concluyó que la deuda familiar de los entrevistados había aumentado 50 por ciento en comparación con el año anterior. Y a medida que las instituciones bancarias dejan de prestarles, los agricultores tienden a buscar la ayuda de prestamistas informales.
Los desastres agravados por la acción humana también expulsan a las personas más pobres de sus hogares en busca de trabajo.
En las provincias Norte y Este de Sri Lanka, destruidas por la cruenta guerra civil de casi 30 años que terminó en 2009, el gran número de pobres empuja a los sectores más vulnerables, como las viudas de la guerra, a buscar empleo en otros lugares.
En la provincia Norte, donde ocurrió lo peor de la guerra, las mujeres desempleadas representan 13,8 por ciento del total, casi el doble del promedio nacional de siete por ciento. No hay datos disponibles para los hogares monoparentales encabezados por mujeres, unos 58.000 entre los 250.000 que hay en esta región.
La Asociación para la Amistad y el Amor (Afriel, en inglés) ubicó el año pasado a 15 mujeres srilankesas en la capital de Omán, trasladas por agentes de trabajo. Por lo menos cuatro de ellas procedían de zonas de guerra, ninguna había cobrado nada desde hacía cuatro meses y las tenían de un lado a otro en la ciudad de Mascate para realizar trabajos raros.
La viuda Nathkulasinham Nesemalhar, de 54 años, quien estaba entre las mujeres halladas en Omán, contó que las habían trasladado para realizar trabajos casuales y recuperar los costos.
“Nosotras no podíamos trabajar en domicilios por varias razones, entonces durante tres meses seguimos haciendo trabajos raros para que los agentes recuperaran su dinero”, explicó. El grupo finalmente fue devuelto a Sri Lanka con la intervención del gobierno.
El director de Afriel, Ravidra de Silva, dijo a IPS que las mujeres como Nesemalhar estaban entre las más vulnerables por las casi nulas posibilidades de encontrar trabajo en sus aldeas. “Aprovechan casi cualquier oportunidad que se les presenta. Lo que necesitamos son políticas de largo plazo para las comunidades vulnerables”, reclamó.
Lamentablemente, hubo pocas intervenciones de ese tipo desde el fin de la guerra.
La oficina de la OIM en Colombo dijo que la migración generada por cuestiones climáticas se agravó por diversas razones complejas y diversas, y requirió evaluaciones multidimensionales de riesgo e intervenciones.
Weerakoon dijo que una de las principales ambiciones del gobierno para 2018 es aumentar la extensión de los arrozales y de otros cultivos.
El gobierno también se propone ciertas medidas para elevar el valor agregado de la producción de los agricultores que siguen siendo principalmente proveedores de materia prima.
Traducido por Verónica Firme
Desastres climáticos perturban la economía rural de Sri Lanka