Pocos matrimonios políticos han sido tan fértiles como el que unió en 2012 a la recién creada Assemblea Nacional Catalana con Òmnium Cultural, una organización con medio siglo de trayectoria. Desde la primera gran manifestación de la Diada aquel año, ambas entidades han sido inseparables marcado el compás del proceso soberanista en la calle durante un lustro, fase que acabó cuando sendos presidentes, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, fueron encarcelados a la vez por un presunto de delito de sedición dos semanas después del 1-O.
Hasta ese paralelismo judicial ha llegado la convergencia de ambas organizaciones, que sin embargo siempre han preservado sus perfiles diferenciados. Pero, tras los hechos de septiembre y octubre, la distancia entre ANC y Òmnium se ha ensanchado. Las convocatorias unitarias se han reducido al mínimo y ya casi solo se celebran para reivindicar la libertad de «los Jordis», como la que este viernes recorrió las calles de Barcelona con motivo de sus cuatro meses de encierro.
La razón de esta divergencia es múltiple, pero mucho que ver con el papel que se otorga cada entidad. Mientras que la ANC se considera una suerte de vanguardia de masas para el movimiento independentista, Òmnium se adjudica un rol más subterráneo y estratégico, vinculado además con la lengua y la cohesión social. Si la Assemblea es capaz de poner a miles de personas personas en la calle en solo unas horas, del cuartel general de Òmnium han salido buena parte de las campañas e iniciativas que agitaron el sentimiento independentista y favorable al referéndum entre septiembre y octubre pasados.
Ahora, en la etapa del ‘post-procés’ y sabiéndose en el punto de mira judicial, ambas han rebajado su actividad pública y se han centrado en tareas de menos visibilidad. La distancia estratégica entre ellas se ha hecho así más evidente. En el caso de la ANC, su prioridad es mantener su articulación y el pulso organizativo, dando aliento desde la calle a los pasos que den los partidos independentistas en el Parlament. Òmnium en cambio ha puesto el acento en sus campañas tradicionales de corte cultural y, ahora, contra los efectos del 155, además de en dar apoyo a otros movimientos y organizaciones sociales paralelas.
El pulso en la calle se diversifica
La bajada gradual de la movilización en ambas organizaciones responde también a una estrategia de defensa judicial, pensando tanto en la protección tanto de los presos como de los actuales responsables de las entidades. Que ambas tratan de evitar grandes concentraciones que puedan desembocar en nuevas acusaciones se constató el pasado 24 de enero, cuando la Guardia Civil irrumpió en las sedes de Òmnium y la ANC. Desde las entidades se hicieron llamadas explícitas para no acudir ante sus edificios, insertando la operación policial en la «normalidad» del proceso judicial contra los Jordis.
Pero lo cierto es que desde los meses previos al referéndum el liderazgo de las movilizaciones se había diversificado con la entrada en escena de los Comités de Defensa del Referéndum (o de la República), conocidos como CDRs. Estos grupos, de ideario más cercano a la CUP y organización muy descentralizada, han sido muy activos en sus convocatorias y han conseguido llevar el peso de la movilización social en días como las huelgas y paros independentistas, o en la misma jornada del referéndum.
La aparición de los CDRs ha generado además cierta rivalidad con sectores de la ANC, que consideran que han arrebatado a la Assemblea la iniciativa política por ser más audaces. La estructura eminentemente horizontal de los CDRs los convierte, desde el punto de vista judicial, en más difíciles de desactivar que la de entidades constituidas y centralizadas como la ANC u Òmnium.
La batalla por la investidura
La batalla intestina que el independentismo vive estas últimas semanas a cuenta de la investidura no ha servido para acercarlas. Todo lo contrario. La ANC, por su parte, ha optado por hacer suyas muchas de las tesis «legitimistas» de JxCat, hasta el punto de que la semana pasada su dirección reclamó a las fuerzas políticas «investir de inmediato a Carles Puigdemont». «Pedimos sentido de responsabilidad a los políticos en su liderazgo hacia la independencia, asumiendo los riesgos que esto conlleva», aseguraron.
La cercanía de la ANC con la candidatura de Puigdemont es evidente desde Jordi Sànchez aceptó acudir como número dos en su lista, ya en prisión y dejando en ese momento su cargo de presidente de la entidad. Sànchez es además uno de los nombres que suena como candidato sustituto si el president cesado acabara aceptando que no puede ser investido.
Jordi Cuixart, en cambio, se abstuvo de acudir ni apoyar ninguna lista el 21-D. También Òmnium ha optado por mantenerse en silencio ahora respecto a la cuestión de la investidura. El único posicionamiento público ocurrió tras la suspensión del pleno de investidura, el pasado 30 de diciembre, cuando la entidad terció en las que describió como «diversas estrategias políticas diferenciadas» en el seno independentista para reclamar que se consensuaran «unos objetivos mínimos de país ampliamente compartidos».
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