Una cadena de montañas sagradas con el “nombre de Dios” pintado en antiguas manifestaciones de arte rupestre ha llevado a un experto a asegurar que finalmente ha logrado identificar la “región perdida,” buscada durante largo tiempo, en la que habitaron los proto-israelíes después de su Éxodo desde Egipto.
La Biblia aporta detalles sobre la historia del pueblo hebreo, y aunque su destino después de salir de Egipto es objeto de encendidos debates, sus orígenes son igualmente misteriosos. Sin embargo, si las recientes observaciones del autor Yehuda Rotblum, tal y como son presentadas en su nuevo libro Rock Art in Israel, (“Arte rupestre en Israel”) están en lo cierto, entonces todos deberemos aceptar que “la historia más grande jamás contada” realmente ocurrió. Y demostrar este hecho sin duda provocaría la regurgitación masiva del desayuno por parte de ateos de todo el mundo.
Hasta ahora, miles de arqueólogos niegan directamente la existencia de prueba arqueológica alguna que pueda confirmar el relato del Antiguo Testamento, según el cual alrededor de “3 millones de hebreos salieron de Egipto” y vivieron como refugiados en el desierto. Y los escépticos descansan aliviados ante la “indefinición” en torno a la ubicación real del monte Sinaí. Debe considerarse, sin embargo, que esta “falta de pruebas” es puesta en duda por algunos profesores, entre ellos el Dr. David Elton Graves por ejemplo, quien en su libro Biblical Archaeology (“Arqueología bíblica”), fruto de una excelente investigación, presenta cientos de casos en los que la arqueología de hecho parece confirmar las palabras de la Biblia.
Los nuevos hallazgos de Rotblum están basados en el conocimiento de que, con la aparición de los israelitas, llegó el “nacimiento del monoteísmo”, la creencia en un solo Dios. Asociando este hecho con la referencia bíblica: “La nación de Israel cristalizó durante los 40 años que recorrió el desierto del Néguev,” Rotblum ha publicado evidencias que sugieren que la nación de Israel se originó “en el desierto del Néguev y no en Egipto.”
Petroglifos con íbices y símbolos diversos hallados en el monte Karkom, Néguev, Israel. (CC BY-SA 3.0)
Documentos egipcios proporcionaron a Rotblum una “pista” que apuntaba a que los antiguos habitantes del desierto del Néguev “fueron quizás los primeros israelitas,” según leemos en la web del investigador, en la que éste comenta sus hallazgos. Rotblum descubrió entonces arte rupestre que “menciona a los Shasu, antiguas tribus que vagaban por el desierto del Sinaí, el desierto del Néguev y Transjordania”. El término egipcio antiguo “Shasu-Yahu” significaba “La tierra de los saqueadores y su Dios es Yahu,” y Rotblum afirma que la morada del Dios de las tribus Shasu es atribuida a “varios lugares repartidos por todo el desierto de Parán, Edom, Madián y Kushán.” El arqueólogo planteaba entonces la posibilidad de que “hubiera probablemente una unión de varias tribus originarias todas de un mismo padre, Abraham, quien es considerado un gran padre en esta región, incluso en la actualidad.”
Interpretando esta información en clave bíblica, Rotblum consideraba entonces la importancia de la “peregrinación” para los hebreos, de la que se habla en el siguiente pasaje bíblico: “Permite, pues, que vayamos camino de tres días al desierto, para ofrecer sacrificios a Yahveh, nuestro Dios.” (Éxodo 3,18). Sabiendo que cada tribu tenía “su montaña santa cerca” y que se decidió realizar “un camino de tres días,” Rotblum señala que “en el desierto del Néguev tenemos el monte Arqub, el monte Rahma, el monte Mehia, el monte Ardon, el monte Ramon, el monte Tzuriaz, y el monte Karkom, siendo “cada uno de ellos probablemente un lugar de peregrinación.”
Podría afirmarse que, llegados a este punto en las observaciones de Rotblum, todo es enteramente subjetivo, pero su descubrimiento de “arte rupestre único” en el desierto del Néguev en el que aparece representado el nombre que los Shasu daban a Dios, el dios que más tarde se convertiría en el Dios de Israel, parece confirmar su teoría, y hace de ella algo realmente muy interesante.
Petroglifos en el desierto del Néguev. (Igor Svobodin/Flickr)
La palabra más frecuente en el arte rupestre del Néguev se lee como “YAH,” lo que es muy similar al nombre del dios de los Shasu, que era “YAHU”. Rotblum afirma que “lo que distinguía a Israel de otras culturas emergentes vecinas de la Edad del Hierro era la creencia en Yahvé como dios nacional”, por lo que los nómadas que graban el nombre de Dios sobre las rocas parecen ser “una parte importante del pasado de Israel.” Y al abordar el problema de dónde se encuentra realmente el monte Sinaí, Rotblum afirma “no es ‘un’ monte, sino varias montañas sagradas esparcidas por el territorio de los madianitas, cada una designada por una tribu diferente como la morada de su Dios Yahu”. Esto explica perfectamente las muchas referencias contradictorias al monte Sinaí en la Biblia, y para concluir, Rotblum declaraba que “según la Biblia, el Dios de Israel aparece siempre desde la dirección sur, que es el desierto del Néguev.” Y ahora, encontrar el “nombre de Dios” en el arte rupestre del desierto del Néguev le ha llevado a la conclusión de que ésta era aquella esquiva y legendaria región que habitaron los proto-israelitas después del Éxodo desde Egipto.
Ejemplos de nombres de Dios encontrados por Yehuda Rotblum en el arte rupestre del Néguev. (Imagen: © 2016 Yehuda Rotblum)
Si la teoría de Rotblum es cierta o no, es algo que solo el tiempo lo dirá, pero mi predicción es que caerá en el olvido. ¿Por qué? Porque frente a acumular evidencias arqueológicas que respalden la afirmación de que algunos de los relatos bíblicos sucedieron, existe una línea dura de escépticos arqueólogos ateos de la vieja escuela. Irónicamente, estos profesores cometen exactamente el mismo delito académico del que acusan a los “creyentes.” Dejan que sus “creencias personales” se interpongan en el camino de las pruebas contundentes y eligen “aceptar” las evidencias que favorecen su modelo de la historia lleno de telarañas.
Esta “vieja guardia” necesita revisar su juego y darse cuenta de que aceptar que hechos como el Éxodo realmente podrían haberse producido no implica reconocer que el Dios bíblico existió realmente. Es en su miedo tan profundamente arraigado de cómo les verán sus compañeros, si les encuentran entretenidos en tales ideas, en lo que se basan mis dudas sobre la longevidad de la teoría de Rotblum, por muy exacta que pueda ser.
Imagen de portada: Arriba, petroglifo con múltiples símbolos en el monte Karkom, Israel. (CC BY-SA 4.0). Abajo a la izquierda: ejemplos de nombres de Dios hallados por Yehuda Rotblum en el arte rupestre del Néguev. (Imagen: © 2016 Yehuda Rotblum). Abajo a la derecha: cazando una cabra montesa; monte Karkom, Néguev, Israel. (CC BY-SA 3.0)
Autor: Ashley Cowie
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.