Los juguetes electrónicos tienen múltiples recursos para captar la atención de los niños pequeños: colores brillantes, luces y sonidos. Sin duda, son muy eficaces para atraer la atención infantil ya que activan el reflejo de orientación, un reflejo primitivo que obliga a la mente a centrarse en estímulos visuales o auditivos novedosos. Por eso, no es extraño que muchos padres hayan convertido a esos juguetes en auténticas “niñeras electrónicas”. Sin embargo, este tipo de juguetes tienen un lado oscuro, tan oscuro que algunos investigadores desaconsejan su uso durante los primeros años de vida.
Los juguetes electrónicos inhiben el lenguaje infantil
Psicólogos de la Universidad del Norte de Arizona realizaron un experimento en el que participaron 26 padres y sus hijos, cuyos bebés tenían entre 10 y 16 meses de edad. A los padres les dieron tres sets de juguetes que debían priorizar durante las sesiones de juego conjuntas:
1. Electrónicos – una computadora portátil para bebés, una granja para hablar y un teléfono celular para bebés.
2. Tradicionales – rompecabezas de madera, clasificador de formas y bloques de goma con imágenes.
3. Libros infantiles – cinco libros de cartón con temas de animales de granja, formas y colores.
Los investigadores grabaron los juegos de los niños durante varios meses y encontraron una relación entre el uso de los juguetes electrónicos y una disminución de la calidad de la comunicación y la cantidad de palabras.
Comprobaron que los niños vocalizaban menos cuando jugaban con los juguetes electrónicos, en comparación con aquellos que tenían los juguetes tradicionales y los libros. Los padres también usaban menos palabras específicas, se producían menos turnos de conversación y menos respuestas verbales. Esta tendencia se revirtió cuando se usaban los juguetes tradicionales o los libros.
Los psicólogos señalan que estos resultados mostraron las enormes diferencias para el desarrollo de la comunicación y el lenguaje entre los juguetes electrónicos, los tradicionales y los libros.
El estudio concluyó: “estos resultados proporcionan una base para desalentar la compra de juguetes electrónicos que se promueven como educativos y que a menudo son bastante caros. Se suman a la gran cantidad de evidencias que respaldan los beneficios de la lectura de libros para los niños muy pequeños (…) mientras que el juego con juguetes electrónicos debería desalentarse”.
Cuantas menos cosas haga un juguete, más cosas hará la mente del niño
Los juguetes tradicionales y los libros potencian los giros conversacionales durante el juego, los cuales son esenciales para que los niños pequeños se apropien del lenguaje. Esos momentos compartidos con los padres sientan las bases para las habilidades comunicativas, no solo porque los bebés aprenden nuevas palabras sino porque también van apropiándose de las habilidades sociales necesarias.
El principal problema de los juguetes electrónicos es que propician un juego demasiado estructurado, dejando poco espacio para la interacción con los padres o sus coetáneos, mientras limita la creatividad y la fantasía infantil.
Por supuesto, eso no significa que se deban desterrar los juguetes tecnológicos de la vida de los niños, pero es conveniente limitar su uso y no permitir que ocupen el lugar de los juguetes tradicionales y mucho menos de los libros. Cualquier juguete tecnológico debe tener un propósito claro, de manera que el niño pueda transferir y generalizar el conocimiento o las habilidades que aprende durante el juego a su entorno cotidiano.
Las características de los juguetes electrónicos tienen un enorme potencial para involucrar a los niños en el juego, sobre todo a los pequeños con un umbral sensorial más alto, pero es importante que el niño no se quede atascado en el círculo cerrado de la aplicación o el juguete.
Fuente:
Sosa, A. V. Association of the Type of Toy Used During Play With the Quantity and Quality of Parent-Infant Communication. JAMA Pediatrics; 170(2): 132-137.