Mariola Lorente, del departamento de Investigación de la Universidad de Padres, explica cómo la «hiperpaternidad» es una epidemia que se extiende por las familias acuciada por las condiciones de vida y los avances tecnológicos.
Los profesionales que se dedican a la educación, las familias y el «parenting» están acostumbrados a ver cómo cada cierto tiempo aparecen términos que designan nuevas prácticas de crianza. «Hay una tendencia, ya moda, a crear esta terminología debido a que existe una fuerte presión social por criticar las diversas formas de educar, lo que condiciona negativamente a los padres, puesto que les crea inseguridades. No saben a qué atenerse», apunta Mariola Lorente, del departamento de Investigación Fundación Universidad de Padres.
De hecho, tal y como asegura esta experta, todas las palabras que engloban los diferentes tipos de educación son negativos. «Lo mejor es no hacer caso a todas estas etiquetas y que cada familia se analice a sí misma, se conozca y valore lo bueno que realiza. Cada familia es un mundo y lo que vale para una, no sirve para otra. No es lo mismo una que vive en un medio rural que una que reside en una ciudad; una que tiene un hijo, que aquella que tiene cinco…», explica a ABC.
En su opinión, hay que huir de estas moda de poner nombre a todo, puesto que asegura que se podría hacer un catálogo. A continuación menciona la clasificación que impera actualmente, y que no es nada recomendable:
1. Padres helicóptero: un clásico. Sobrevuelan sin descanso todos los aspectos de la vida de sus hijos para asegurarse de que TODO sale bien. Se afanan en atender a cualquiera de sus necesidades y deseos y, sobre todo, en preparar su futuro.
2. Padres apisonadora: allanan el camino a sus pequeños para evitarles el mínimo percance, obstáculo, contratiempo, desengaño o esfuerzo. No les permiten cometer errores ni afrontar las consecuencias de estos, pensando que así los protegen de los peligros del mundo.
3. Madres tigre: apodo ideado por Amy Chua, profesora de la Universidad de Yale, en su libro Himno de batalla de la madre tigre, polémico donde los haya. Alude a la educación que ella misma recibió: padres exigentes, disciplinados y muy estrictos, que presionaban a Amy y sus hermanas para que «llegaran lejos», eliminando toda distracción como fiestas u ocio. Confiesa que, aunque duro, el método da resultado y ahora lo aplica a sus hijas.
4. Madres agenda: tribu en auge desde la llegada de los temibles Grupos de Padres de WhatsApp. Se encargan de recordar y gestionar los deberes de sus retoños, materiales que necesitan llevar al colegio, próximos trabajos y exámenes… Así los peques no tienen que estar pendientes de sus asuntos, porque es más fácil que mamá pregunte en el chat qué día hay que entregar el proyecto de Science.
5. Padres carpintero: se toman la paternidad como un trabajo de «tallado» de sus hijos, a los que modelan para convertirlos en el adulto que ellos desean.
6. Padres guardaespaldas: dispuestos a defender con uñas y dientes a sus chiquillos de ataques, críticas o simples comentarios. Extremadamente susceptibles. ¡Ay de quien se atreva a tocar al crío!
7. Padres taxi: cabezas de familia que llevan y traen a su prole en coche a todas partes: al colegio, al centro comercial, a las extraescolares… aunque puedan hacer el trayecto a pie o en transporte público ellos solos. Temen que les pase «algo» por el camino, pero de este modo les privan de múltiples experiencias enriquecedoras.
8. Madres bocadillo: pintorescos sujetos que frecuentan los parques y se dedican a sostener impasibles la merienda de sus criaturas, para cuando estas tengan a bien acercarse a por un bocado.
No hay un modelo único para educar a los hijos
Mariola Lorente insiste en que no hay un modelo único para educar a los hijos. «Los padres no deben dejarse llevar por estas etiquetas ni tener un sentimiento de culpabilidad porque hacen todo lo posible para sacar a su familia adelante».
Reconoce que se ha generado entre los padres una gran competitividad por la forma en que educan a sus hijos, haciendo que sean muy críticos. «Debería haber más solidaridad, más comunidad, entre todos para ir todos a una».
Apunta que desde la Universidad de Padres tratan de evitar estos estereotipos y guiar más por el sentido común, junto con el aprendizaje de las neurociencias y la psicología. «Estos estilos de crianza tienen algo en común: eliminan la adquisición de la autonomía y la responsabilidad. Privan a los niños de aprendizajes tan importantes como la socialización, la autorregulación, el manejo de la frustración, la toma de decisiones o la empatía. Los vuelven torpes, miedosos, individualistas y dependientes».
«Estos modelos educativos son el correlato de la llamada hiperpaternidad —otro “palabro” de moda—, una epidemia que se extiende por las familias acuciada por las condiciones de vida y los avances tecnológicos. No debería ser así», puntualiza.
Laura Peraita