Por Juan Ignacio Mazzoni / Sputnik
En América Latina proliferan los monocultivos de soja y el uso de agrotóxicos, con terribles efectos en los suelos y la salud de los habitantes. Sputnik habló con el senador argentino y cineasta Fernando ‘Pino’ Solanas, quien acaba de lanzar su último documental sobre el tema, ‘Un viaje a los pueblos fumigados’.
Debido al modelo agroindustrial, hoy “el campo argentino es una catástrofe”, aseguró a Sputnik Solanas, presente en el Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay para la primera exhibición en América Latina de su documental, estrenado y ovacionado en la Berlinale, una de las muestras más importantes del cine mundial.
En su último largometraje, Solanas acerca a los espectadores una realidad de hectáreas y hectáreas de monte nativo derribadas para dar paso al monocultivo; aumentos exponenciales en las malformaciones fetales por los agroquímicos; escuelas regadas con sustancias extremadamente nocivas para la salud; pequeños productores en la quiebra y la omnipresencia de los venenos, incluso en las personas que no sospechan estar afectadas.
La hipótesis del senador es que todo esto beneficia a las corporaciones y los latifundistas, que maximizan su margen de ganancias con la venia de todos los Gobiernos, más allá del color político, pues el financiamiento del Estado depende de este modelo, instaurado en la década de los 90.
“Quebraron los campos más de 100.000 pequeños productores, que fueron vendidos o rematados. La llegada de esta solución, con altos precios para los commodities provocó en sus comienzos una suerte de boom… y todos felices”, explicó Solanas.
El modelo le fue presentado a los productores como la vanguardia de la agricultura. A medida que más se utilizaban los agrotóxicos y la tierra se concentraba en pocas manos, los suelos “se fueron haciendo resistentes”. Con el fin de maximizar la renta de la tierra, en lugares donde antes bastaban tres litros de glifosato, se necesitaban cinco, seis o siete.
Anteriormente, Argentina desarrollaba sus propias semillas mejoradas para las condiciones particulares del país, tradicionalmente llamado ‘granero del mundo’. Técnicos financiados por el Estado a través del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria ponían a disposición de los productores semillas de propiedad pública. Con el nuevo modelo, la genética de la soja es propiedad intelectual de empresas como Monsanto.
En uno de los trechos de la película se cuenta la génesis de esta situación. Corrían los 90 cuando a Monsanto se le estaba por vencer la patente de su “herbicida estrella”, el glifosato. Según explica Jorge Rulli, exponente de la agricultura sustentable en Argentina, “se le ocurrió a un científico crear una semilla de soja capaz de resistir” al pesticida y así prolongar su utilidad.
Tomaron de las petunias los genes que daban a la planta esta capacidad y los colocaron en la soja. Esas semillas inicialmente no fueron patentadas sino que fueron distribuidas entre los productores argentinos, “al igual que el que distribuye drogas en los colegios no la cobra al principio”, explica Rulli.
Desde Argentina, el modelo se expandió al resto de los países, como Uruguay, Paraguay y Bolivia. El ‘granero del mundo’, con sus enormes extensiones sojeras y sus avionetas fumigadoras que lanzaban glifosato y otros tóxicos, ofició como “un portaaviones del que se contaminó y contrabandeó” al resto de la región, asevera el experto en la película.
Los medios, dijo Solanas a Sputnik, se encargaron de “cantar loas” a las exposiciones agropecuarias, los grandes ‘pools’ de siembra y los grandes propietarios, pero son reticentes a mostrar realidades como abortos espontáneos, niños muertos por contacto con tóxicos prohibidos y aumentos en cánceres en zonas aledañas a plantaciones.
Entre las imágenes más impactantes del documental están la de la violación a los derechos del pueblo wichí, etnia que habita en el ‘Impenetrable’, una zona de densos montes entre las provincias del Chaco y Salta. La tala de los árboles nativos para plantar soja ha arrasado con aldeas y cementerios ancestrales, y muchos de los wichí han sido sometidos a una cruenta explotación laboral.
“Todo ese horror ha venido golpeando las puertas de todas maneras en los medios de comunicación, que son financiados por las cerealeras y las corporaciones rurales grandes en la idea de que no hay otra agricultura posible. Una vez más, la renta está por encima de los valores supremos que es la defensa de la salud pública y la defensa de la naturaleza y el suelo”, afirmó el director de la película.
Y aunque el espectador pueda sentir la lejanía de todo lo que ocurre y sentir que los efectos de los agrotóxicos se quedan en las tierras fértiles de la mesopotamia argentina o los campos pampeanos, el documental intenta demostrar todo lo contrario. El mismo cineasta, que vive en la ciudad de Buenos Aires, se somete a análisis de sangre para la detección de agrotóxicos.
“En mi caso, en lugar de tener máximo 1 de glifosato, tenía 43. Me dijeron ‘mire, Solanas, lo hicimos dos veces porque creímos que había un error’. No podía ser que tuviera 43. Haciendo memoria descubrí que había tenido infecciones, dermatitis y alergias” posiblemente provocadas por el pesticida, dijo a Sputnik el realizador.
Es así que investiga en las causas subyacentes. Las verduras que se comen están expuestas a los agrotóxicos —incluso más de un tipo—, cuyos restos no se eliminan apenas lavándolas, pues por ejemplo ingresan en la savia de las hojas verdes.
“La sociedad está infectada, sobre todo la de las regiones agrícolas. Pero también los que están en las ciudades, hasta los que afirman que comen muy sano en casa”, explicó Solanas.
En un trecho de la película, el especialista en Seguridad Alimentaria César Lerena afirma que esto se debe a que “estamos aceptando culturalmente un sistema corrupto, metodologías corruptas y controles que no se hacen”.
“¿Cómo no vamos a estar contaminados vos y yo con agroquímicos si no tenemos ninguna certeza de que lo que consumimos esté bajo control?”, se pregunta el experto, quien también se somete al análisis en busca de químicos junto a Solanas.
Para Solanas, “creer que el fabricante y el empresario es el que va a reemplazar al Estado nacional o municipal en el cuidado de la salud o de la seguridad es un error infantil”, pues “lo esencial que le preocupa es el margen de rentabilidad que tiene”. Y afirma que el problema va más allá de la agricultura, también afecta a la industria láctea, la cárnica y la avícola.
Ante este panorama, los ciudadanos tienen la alternativa de refugiarse en la agricultura sustentable y orgánica. Pero es su deber también informarse de lo que consumen, en qué condiciones fue producido y de qué manera podría cambiar su salud modificar los hábitos.
“¡Alertas todas las familias del mundo! Es mentira que no se pueda encontrar alimento orgánico o ecológico. Hoy hay que desconfiar de todo. Por internet uno encuentra quiénes son los que producen y ofrecen los alimentos. Hay que visitar y ver cómo producen, e informarse”, constató.
El senador expresó que ninguno de los grandes diarios de Argentina escribió “ni una línea” de la ovación y el estreno mundial de ‘Un viaje a los pueblos fumigados’ en el Festival de Berlín. Sin haberla visto, “un ejército de trolls” lo trató de “farsante y de ignorante”. Ante esto, Solanas subrayó que incluye entrevistas de académicos, investigadores y miembros prominentes del campo argentino.
“Todavía no se estrenó en Argentina. Va a desarrollar una gran controversia, no me cabe la menor duda, porque van a negar todo esto. Se podría desconfiar de mi sapiencia, pero las opiniones importantes no son las que yo digo, sino las de gente querida y respetada como ciudadanos por sus actitudes y su ética. Entonces les duele mucho esto”, dijo el director del documental.
En la película no se incluye ninguna voz que defienda el actual modelo agroindustrial, “porque basta poner la televisión o tener los diarios y encontrar su opinión”. “Lo que no vas a encontrar son estas opiniones”, remató.
La película está dedicada al papa Francisco —con quien Solanas afirma tener una cercanía y una simpatía especial— y a su encíclica ‘Laudato si’, una referencia al Cántico a las Criaturas de San Francisco de Asís, un texto medieval adjudicado al santo que agradece a Dios por los recursos naturales
En este documento, el pontífice argentino, según Solanas fiel a su “opción por la defensa de los pobres”, advierte sobre las amenazas que enfrentan el medioambiente y la naturaleza a raíz del avance de la depredación del hombre.
“A mi entender [la encíclica Laudato si’] es un documento que trasciende a la Iglesia. No se dirige a los católicos. Es un documento lanzado a todos los hombres, de todos los credos, por la importancia del tema y porque fue un trabajo de muchos años en el que participaron muchos científicos de primer orden. Es quizás el mayor documento cultural de los últimos años por la repercusión que ha tenido”, afirmó Solanas.
Francisco, además, logró reunir a los movimientos sociales y ha expresado, en palabras de Solanas, “que ninguna iglesia o credo es terrorista, sino que es terrorista el capitalismo financiero global; la búsqueda de venta contra la vida y la naturaleza” y que “hay que preocuparse más de los pueblos que de los bancos”.
Fernando ‘Pino’ Solanas es uno de los cineastas más destacados de Argentina. Es un exponente del ‘Tercer Cine’, una corriente alternativa a la hegemonía de la industria audiovisual surgida en la década de 1960.
Su documental ‘La hora de los hornos’ (1968), codirigido con Octavio Getino, es un documento imprescindible que aborda temas como el neocolonialismo y la violencia desde un punto de vista alternativo.
Exiliado en Francia durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), actualmente es el referente del movimiento político Proyecto Sur. Fue miembro de la Asamblea Constituyente que redactó la ley fundamental de Argentina en 1994, luego fue electo diputado y actualmente es Senador por la Ciudad de Buenos Aires.