Israel cumple 70 años y su transición de la utopía socialista de la era de los kibutz al capitalismo y su pujante sector tecnológico no deja indiferentes a quienes participaron en su nacimiento.
“Voy a cumplir 74, crecí en el socialismo”, cuenta el ingeniero agrónomo Salomón Yehshúa, quien percibe que, a medida que el país ha ido cambiando, se ha sentido cada vez menos identificado con él.
El ingeniero fue testigo de la expansión de los kibutzim, que surgieron por primera vez bajo la dominación otomana de 1909 con la comunidad agrícola de Degania, a orillas del Mar de Galilea (Kineret).
Era en la época en la que los judíos europeos, sin experiencia agraria, llegaban para crear comunidades socialistas (kibutz), sionistas, en medio de la malaria, el cólera y una población árabe local hostil ante las masivas olas migratorias judías.
“El colectivismo era el modo más lógico de agruparse y vivir en una tierra hostil”, indica Yosi Harpaz, profesor de sociología política comparada en la Universidad de Tel Aviv.
En 1922 había 700 personas viviendo en estas agrupaciones comunales que aumentaron hasta las 65.000 en 1950, tras la Segunda Guerra Mundial y dos años después de la creación del Estado de Israel, para en 1989 alcanzar la cifra más alta: 129.000.
Hoy quedan unos 260 kibutz, pero ya no son el buque insignia de un país que desde su surgimiento ha pasado por varias contiendas, y episodios armados en el conflicto árabe-israelí, que han cambiado su territorio y su carácter.
La primera guerra, en 1948, estalló tras la declaración de independencia, cuando cuatro ejércitos árabes invadieron la incipiente nación tras rechazar el Plan de Partición del Mandato Británico en Palestina de la ONU de unos meses antes.
Jane Hiejieli llegó de Panamá tras la guerra de los Seis Días, en 1967, contienda librada contra Egipto, Siria y Jordania.
“Vine a construir el país al kibutz Beit Hashitá, en el norte de Israel”, relata Jane.
Los fundadores socialistas del kibutz aspiraban a la ruptura de las estructuras conservadoras como la familia, por lo que padres e hijos vivían separados, una disposición que algunos de estos colectivos mantienen actualmente.
“Durante diez años no vi ni una sola moneda; había vales internos con los que se repartía la ropa, el calzado y esas cosas, pero el dinero iba para la comunidad”, explica Hiejieli sobre las primeras décadas del joven Estado dominado por el socialismo del partido Mapai.
“Un socialismo reprimido por el nacionalismo”, incide Harpaz.
Hiejieli asegura que la transformación de esas comunidades era necesaria, lo que ocurrió con los procesos de privatización de los años ochenta, como evolución del cambio político y económico que comenzó a mediados de los setenta.
Los motores de estos cambios fueron la burguesía no socialista y los “mizrajíes”, los judíos que venían de los países árabes y que se sentían menospreciados por los “ashkenazíes”, judíos socialistas y ateos procedentes de Europa que no les consideraban suficientemente sionistas, describe Harpaz.
En 1977 fue elegido por primera vez un gobierno de derecha, con Menájem Béguin como primer ministro, un punto de inflexión en la historia del país.
Para muchos, el declive ético del país comenzó entonces, un sentimiento reflejado en un tema del cantautor Arik Einstein que entona sobre los primeros israelíes: “Tenían un motivo para despertarse por la mañana (…) Dicen que hubo aquí un sueño maravilloso, pero cuando miré, no encontré nada”.
Mientras, Israel se encaminaba a lo que en años posteriores empezó a ser sinónimo de “start up nation” (nación de empresas emergentes), aunque Yael Shani, fundadora de la asociación Embajadores High-Tech, cree que la peculiaridad innovadora es característica de la historia israelí, no algo reciente.
El último informe de la Autoridad de Innovación indica que surgen al año unas 600 empresas emergentes y que es el segundo país en el mundo en índice de innovación, según el Fórum Económico Mundial.
Sin embargo, también señala que solo una elite se beneficia de estos logros.
“Yo diría que Israel no era tan socialista en sus comienzos como se cree y que ahora no es tan individualista como se dice”, concluye el profesor Harpaz sobre una “aún sociedad utópica, más que las sociedades europeas”, que mantiene “un fuerte sentido colectivo y de pertenencia”. Aurora y EFE
70 años de Israel, de la utopía socialista del kibutz a la innovación tecnológica