Se viste de regenerador, pero su traje lo bordaron a mano Esperanza Aguirre, José María Aznar e incluso Mariano Rajoy. Pablo Casado Blanco (Palencia 1981), vicesecretario de Comunicación en la dirección saliente del PP ha hecho campaña a la Presidencia del partido conservador jactándose de ser el candidato de las bases, apartándose discursivamente del aparato del que forma parte desde hace años.
Desde ese sillón en Génova 13, Casado ha asistido a la toma de algunas de las decisiones más polémicas adoptadas por el PP, las mismas que hoy critica sin reparo: del «fracaso» de la operación Catalunya de Soraya Sáenz de Santamaría, su rival en el XIX Congreso, a la pérdida de lo que él considera las esencias discursivas del PP. En pleno 2018 Casado vuelve a cargar contra el aborto -el mismo asunto que cercenó la carrera de Alberto Ruiz-Gallardón como ministro de Justicia, en 2014-; recupera en su discurso palabras como «familia», y no tiene filtros a la hora de usar el ‘comodín ETA’ o hablar de los «batasunos» en referencia a EH Bildu.
Él sí ha aportado contenido político a la campaña: inició su carrera por la Presidencia recordando la figura del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA en 2017, pero la cerró reivindicando su porción de la herencia ‘marianista’, escoltado por muchos de los exministros y evitando quemarse en la defensa de Aznar; Santamaría llegaba a afirmar que el partido sí debía haber invitado al expresidente del Gobierno al XIX Congreso, pero Casado jugaba a nadar y guardar la ropa.
Escatimaba también en palabras para Hazte Oír, la asociación ultra y homófoba que hace campaña por el vicesecretario de Comunicación saliente; como reconocían desde su candidatura, Casado ya ha cautivado al ala más a la derecha del PP, no necesita seguir estimulándola. Y sus vaivenes discursivos, a tenor de los números que maneja su equipo, podrían permitirle reeditar la sorpresa que ya dio al imponerse con claridad a María Dolores de Cospedal en la primera vuelta de las elecciones al trono del PP.
De hecho, este guiño al ala más dura que tanto gusta a Aguirre o a Aznar; su apelación a la «España de los balcones» al más puro estilo Albert Rivera; el hecho de que comenzó a dirigir Nuevas Generaciones en Madrid en 2005, o que estuvo al frente del Gabinete de Aznar en FAES desde 2009 tampoco le impiden lucir el atuendo de regenerador. Sin embargo, bajo su chaqueta bien planchada, tras la sombra de las figuras con más prestigio en el PP que están de su parte, se disimula cuidadosamente el nombre de algunos de sus fontaneros, como Ángel Carromero, condenado a cuatro años de prisión por el accidente de tráfico en el que murieron los opositores cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero, en Cuba.
Al parecer, este traje es también impermeable a la sombra de la imputación que planea sobre él por las irregularidades de su máster en la URJC -y por la que no contempla dimitir si finalmente se produce-. Es el mismo título que costó a Cristina Cifuentes la Presidencia de la Comunidad de Madrid y toda su carrera política; ambos casos no son iguales, pero sí hay abierta una investigación que Casado simplemente niega. Él prefiere decir que lo que hay «es muy mala intención por parte de algunos».
En su huida hacia adelante, Casado mantiene que el escándalo de su máster es en realidad una conspiración de quienes no quieren que presida el PP, obviando que la juez tomó la decisión de investigarlo días antes de que se postulase como candidato. Economista y abogado de formación, fue capaz de aprobar de golpe la mitad de su licenciatura en Derecho en 2007, justo el año en que logró su primer escaño como diputado, en este caso en la Asamblea de Madrid, comenzando a forjar la leyenda del ‘superhombre’ Casado.
De trato cordial y cercano, Casado presume de no «disparar al mensajero» y suele morderse la lengua antes de criticar a los medios de comunicación. Sin embargo, no mostró estos miramientos cuando calificó de «imbécil» y «subnormal» al actor Javier Bardem, y desde luego tampoco escatima en perlas sobre Memoria Histórica.
Pese a que hay cerca de 140.000 personas en fosas y cunetas repartidas por toda la geografía española, Casado se jacta de que las víctimas del dictador tienen «pleno apoyo» para recuperar los cuerpos de sus familiares; lo que para algunos es reparación del daño causado, para él entraña el riesgo de «fracturar gravemente la sociedad» y está entra las cuestiones que considera «innecesarias».
«Los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién», es una de sus frases para la historia; por no hablar de su polémica comparación del futuro del expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, con el de Lluis Companys, o de su curiosa interpretación del 15-M: «Es un movimiento capitalista que surgió por el miedo a no tener una segunda residencia o un segundo coche».
Tampoco hay que olvidar su voluntad de «combatir la ideología de género», utilizando términos que son propios de la derecha más dura. Donde otros ven hombres y mujeres, Casado no quiere etiquetas: «Yo hablo de personas»…»no de hombres o mujeres». Y en esto, como en tantas otras cosas, se asemeja con su rival político Rivera, el mismo que no ve «jóvenes o mayores, ni rojos ni azules»: él sólo percibe «españoles». Casado se jacta de ser «transversal», y esto tiene una traducción muy sencilla entre otras fuerzas, e incluso entre algunos de sus compañeros de filas: lobo con piel de cordero.
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