Lunes a las 9 de la mañana. Entras en la oficina y debes ponerte un casco o una gorra conectado a tu cerebro que durante toda tu jornada laboral sabrá cómo te sientes en cada momento: si una llamada de teléfono te alegra o te enfada o si una reunión te genera más estrés de lo debido. Todo monitorizado para que tu jefe sepa cuáles son tus emociones. Es la realidad que, según informan desde el diario South China Morning Post, viven trabajadores chinos en fábricas, empresas de transporte público o hasta en el Ejército, donde ya utilizan esta tecnología para “leer la mente” de los empleados.
Así, estos trabajadores se colocan unos pequeños sensores inalámbricos en contacto con la cabeza que recogen constantemente lecturas de sus ondas cerebrales y las envían a ordenadores con sistemas de inteligencia artificial que las interpretan para analizar sus emociones en tiempo real. Por ejemplo, en los ferrocarriles de alta velocidad chinos permiten detectar si el maquinista se encuentra somnoliento y, si es así, salta una alarma en la cabina. También se utiliza en líneas de producción de equipamiento de telecomunicaciones o en compañías eléctricas, donde un error humano puede ser fatal.
Por lo que, como asegura el profesor de neurociencia y psicología cognitiva Jin Jia, de la Universidad de Ningbo, esta tecnología puede ser de gran ayuda. «Cuando el sistema emite una advertencia, el jefe le pide al empleado que se tome un día libre o se traslade a un puesto menos crítico. Algunos trabajos requieren alta concentración. No cabe un error», explica.
Aunque no son los únicos que están probando tecnologías de este tipo. Recientemente, Amazon registró en la Oficina de patentes y marcas de EEUU una pulsera pensada para rastrear los movimientos de sus trabajadores dentro de sus almacenes. La idea es que el brazalete sirva para guiar a los empleados gracias a la instalación de sensores de ultrasonidos por todo el almacén, y en el momento en que se distancien de la ruta que deben seguir, la pulsera vibrará para avisarle de que algo va mal.
La compañía lo quiere mostrar como algo que ahorrará tiempo a sus empleados y elevará su productividad; sin embargo, si tenemos en cuenta las quejas sobre las malas condiciones laborales de los empleados del gigante del comercio electrónico, esta innovación podría traerles más consecuencias negativas. Las últimas protestas se vivieron esta misma semana en el centro logístico de San Fernando de Henares.
Como desvela el periodista de The Guardian James Bloodworth en su libro Hired: six months undercover in low-wage Britain, Amazon ya utiliza dispositivos que controlan la productividad de los trabajadores. Bloodworth pasó un mes como recogedor de pedidos en un almacén de Inglaterra y relata que llevaban un dispositivo de mano que “cada vez que recogía un artículo, saltaba el temporizador de cuenta regresiva que medía el tiempo que tardaba en pasar al siguiente”. También compañías como IBM, BP, Bank of America, Target o Barclays han ofrecido a sus empleados pulseras de actividad Fitbit para mejorar su productividad.
El año pasado también supimos que la empresa de software belga especializada en marketing digital NewFusion proponía a sus trabajadores la implantación de chips de forma voluntaria, aunque en este caso aseguraban que no iban a rastrear ninguno de sus datos, y que estos solo servirían para abrir puertas o acceder al ordenador; aunque, en un nuevo desarrollo futuro, sí lo podría hacer.
El dispositivo utilizaba tecnología de identificación por radiofrecuencia (la misma que se usa en mascotas) y cuenta con una memoria de 868 bytes. En este caso, el chip se implanta en la mano, entre el índice y el pulgar, con una jeringuilla del mismo calibre que la de donar sangre, por lo que solo se nota un pequeño pinchazo que al rato desaparece, según explican desde la compañía. Además, aquellos que no lo quieran podrán seguir utilizando sus tarjetas identificadoras y contraseñas.
Esta misma propuesta también la recibieron los empleados de la empresa estadounidense Three Square Market, un proveedor de máquinas de autoservicio de Wisconsin. Aunque la mayoría accedieron para «así hacerles la vida más fácil» como asegura su CEO Todd Westby, también hubo algunos reticentes a implantarse un chip en su mano. Es el caso de la ejecutiva de marketing Katie Langer, que confesó que le daba un poco de miedo porque todavía no había visto mucha investigación sobre los efectos a largo plazo en la salud de insertarse un objeto extraño en el cuerpo. Este chip fue aprobado por la FDA, la agencia de certificación de alimentos y medicamentos de Estados Unidos, en 2004.
Aunque no hace falta irse a tecnologías tan elaboradas. Existen métodos más accesibles para saber qué hacen nuestros empleados. Muchas empresas tienen acceso a través de sistemas informáticos internos a todo el historial de los ordenadores de sus empleados o saben dónde están gracias a la colocación de GPS en furgonetas o coches de empresa. Además, firmas como Deliveroo, Glovo o Uber conocen todas las rutas de sus trabajadores y los tiempos que hacen en cada desplazamiento.
Para los trabajadores de oficina también existen programas que registran las pulsaciones del teclado o herramientas que monitorizan cuánto tiempo se pasa en una web u otra e incluso hacen capturas de pantalla cada cierto tiempo que, si caen en manos de una empresa muy estricta, pueden llegar hasta a descontar parte del sueldo por no atender a las obligaciones en ese momento.
La española WorkMeter cuenta con varios programas de este tipo que, según su fundador y CEO Joan Pons, están pensados «para medir y mejorar la productividad de empleados». Por ejemplo, TimeWork es un software de control de las horas trabajadas, WorkProject se centra más en medir el tiempo invertido en cada uno de los proyectos y EffiWork permite saber los niveles de productividad y detectar qué es aquello que roba más tiempo a los trabajadores.
Para Pons, estos programas son una oportunidad para detectar problemas y solucionarlos. “Por ejemplo, si yo contrato a un arquitecto para que diseñe edificios (algo que me cuesta dinero), yo lo que quiero es que pase el máximo de tiempo haciendo planos y no reunido”, explica Pons. “Además, él desempeñando su trabajo va a sentirse mucho más realizado como persona. Si es un buen trabajador va a querer tener su tiempo controlado, medido y gestionado”, argumenta.
Sobre el miedo que pueden sentir algunos trabajadores cuando se les habla de instalar este tipo de programas, asegura que son fruto del “desconocimiento” o “de no querer mejorar”. Además, Pons afirma que su uso no es control, sino objetivación respetuosa del tiempo, es decir, “vamos a ver a qué dedicas tu tiempo, eso sí, sin entrar al detalle ni ver tiempos personales”.
Qué dicen las leyes
Si bien es cierto que cuando trabajamos debemos estar al servicio de la empresa y acatar órdenes que, en muchos casos, no nos gustan, también hay límites sobre el control al que nos pueden someter en nuestro puesto de trabajo. Por ejemplo, los trabajadores (en oficinas o espacios públicos) deberán estar informados de la instalación de cámaras de videovigilancia, así como de cualquier herramienta que monitorice lo que hacen durante su jornada laboral. Ahora bien, veamos hasta dónde se puede llegar.
En septiembre de 2017, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo dio la razón a un trabajador que llevaba años luchando porque la Justicia rumana considerara que su empresa vulneró su derecho a la intimidad y al secreto de las comunicaciones cuando accedió a sus mensajes personales del correo corporativo sin informarle y los utilizó para despedirle.
Se conoce como el caso Bărbulescu (apellido del demandante) y ha dado lugar a un test que permite saber cuándo la empresa está actuando dentro de la legalidad o no. Así se evalúa desde si el trabajador ha sido notificado de que su actividad será monitorizada hasta el grado de intromisión (el tiempo, los archivos a los que se accede, cuántas personas lo ven), las razones para esa monitorización o el usoque la empresa le da a esos datos (como puede ser el despido).
Dar respuesta a estas preguntas le ha servido al Juzgado de lo social nº 19 de Madrid para declarar nulo el despido de una trabajadora de la empresa Amadeus Soluciones Tecnológicas a la que también vigilaron sin su consentimiento los correos privados que se intercambiaba con su familia y hasta con su asesora legal.
La Justicia española también se pronunció recientemente por la instalación de GPS en los vehículos de empresa. En esta ocasión, el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Asturias dio la razón a la compañía al permitirle colocar estos dispositivos y rastrearlos; sin embargo, solo deberán funcionar durante la jornada laboral. Así, determinó que una vez que el empleado finaliza su turno, la empresa no está legitimada a saber dónde se encuentra, aunque los vehículos sean propiedad corporativa. Además, igual que en el resto de casos, es fundamental que el empleado esté informado «de modo expreso, preciso e inequívoco» sobre este control.
Como vemos, hay muchas formas de controlar a los empleados y cada vez serán más gracias a los avances tecnológicos. Sin embargo, todo dependerá de la Justicia para que ponga los límites necesarios y así seguir garantizando nuestros derechos.
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Las imágenes son propiedad, según por orden de aparición, de Pixnio, Álvaro Ibáñez/Wikimedia y Sam Saunders/Flickr
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