Ilustración de individuos de la especie Homo heidelbergensis
como los que vivían en Atapuerca hace 450.000 años
Credito: Javier Trueba / Madrid Scientific Films
Cuidar de los otros nos hizo humanos.
Desarrollamos el cuidado
como estrategia para prevenir
la transmisión de enfermedades.
Benjamina, la niña heildelbergensis de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, nació con una lesión craneal, craneosinostosis, una fusión prematura de las suturas del cráneo que hace que la cabeza sea deforme y provoca retraso mental.
‘Miguelón‘, el cráneo más completo del registro fósil mundial y otro de los habitantes de este yacimiento burgalés, muestra que su propietario padeció terribles infecciones bucales que incluso le perforaron la mandíbula y que no le dejaban masticar.
Ambos individuos vivieron hace 450.000 años.
Seguramente, eran muy dependientes de su grupo y por sí solos no hubieran podido sobrevivir. Y sin embargo, lejos de ser considerados lastres y abandonados, los cuidaron.
No son casos aislados:
en Dmanisi (Georgia) se han hallado restos de un individuo viejo, que vivió hace 1,8 millones de años, sin dientes, a quien seguramente alguien le trituraría la comida, se la masticaría y luego se la daría, como también le sucedería a Miguelón.
Y hay más ejemplos similares en el registro fósil, como el caso del neandertal de La Chapelle aux Saints, un hombre de entre 25 y 40 años que vivió hace entre 60.000 y 50.000 años, y que tuvo muchos problemas de salud.
Excavación en
la Sima de los Huesos de Atapuerca
Javier Trueba / Madrid Scientific Films
Pero,
¿porqué nuestros ancestros en aquellas primeras sociedades primitivas tomaban riesgos para que otros sobrevivieran y cómo surgió el comportamiento de cuidar a los otros, que nos caracteriza como humanos?
Un equipo de investigadores de la Universidad de Durham (Reino Unido) ha utilizado modelos computacionales para resolver a esas cuestiones.
En un estudio (Social Structure Facilitated the Evolution of Care-giving as a Strategy for Disease Control in the Human Lineage) que publican en Scientific Reports sugieren que cuidar a individuos enfermos permitió a aquellos primeros humanos prehistóricos controlar la transmisión de enfermedades
«El cuidado permitió a los homínidos suprimir la expansión de enfermedades a medida que la complejidad social y, por tanto, el riesgo de enfermedades transmitidas socialmente aumentaba», afirman los autores del estudio.
«La evolución del cuidado en el linaje humano proporcionó a nuestros ancestros una capacidad sin precedentes para modificar la propagación de enfermedades a través de sus poblaciones y es probable que tuviera más implicaciones para la evolución tanto de los patógenos como del sistema inmunitario humano», añaden.
«El cuidado permitió a los homínidos
suprimir la expansión de enfermedades
a medida que la complejidad social y, por tanto,
el riesgo de enfermedades transmitidas socialmente aumentaba»
Los científicos simularon la evolución del cuidado en cuatro sistemas sociales distintos.
Se basaron en comunidades formadas por entre 50 y 200 individuos de,
Homo habilis
Homo erectus
Homo heidelbergensis
Homo neandertalensis
Homo sapiens
Vieron que primero se originó un sistema de cuidados en la familia más cercana (padres, hermanos, tíos, primos).
Los parientes compartían el coste de cuidar así como la exposición a enfermedades, lo que limitaba el riesgo individual de infección. Así, también, la transmisión de patógenos quedaba limitada dentro del círculo familiar.
Luego ese sistema de cuidados se extendió a otros individuos del grupo y, según los autores de este trabajo,
«contribuyó a la complejidad y diversidad de los sistemas sociales humanos».
Y es que aquellos primeros grupos de humanos tuvieron que ir haciendo frente a cada vez más nuevos tipos de patógenos, con la domesticación animal y el inicio de la agricultura, pero también con la llegada a nuevos lugares, el contacto con animales hasta el momento desconocidos y la hibridación con otras especies de homínidos, con las que, además, adquirieron variabilidad genética.
El primer europeo.
Una exposición en el Museu de Zoologia
muestra los hallazgos de los yacimientos prehistóricos
de la sierra de Atapuerca.
Reproducción de la cabeza
del Niño de la Gran Dolina,
en el Museu de Zoologia.
(MUSEU DE ZOOLOGIA)
«En el registro arqueológico ya hay muestras de individuos que no hubieran podido sobrevivir solos y que si lo hicieron, fue ayudados por la sociedad.
En el origen más primitivo del género Homo ya hay algún tipo de cuidado», señala Robert Salas, arqueólogo y director del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES).
«El individuo que vivió en Dmanisi, en Georgia, hace 1.8 millones de años, fue alimentado por la sociedad a la que pertenecía.
¿Por qué tomar esos riesgos? ¿Por qué hacer subsistir a personas como esta? Por conocimiento», añade este experto, que no ha participado en el estudio.
En el origen más primitivo
del género Homo
ya hay algún tipo de cuidado.
Robert Salas explica que en aquellas sociedades primitivas el conocimiento residía en personas mayores, que,
«eran las que recordaban dónde había agua en caso de sequías, dónde encontrar recursos cuando son escasos. Preservaban una información básica para el grupo».
Que se cuidaran unos a los otros demuestra, para este arqueólogo, que aquellos primeros Homo ya reconocían al otro como,
«un ser especial, que había que mantener vivo. Demuestra un progreso en la concepción de la vida humana».
Información adicional
https://www.bibliotecapleyades.net/ciencia3/historia_humanidad171.htm