Pocas cosas son tan determinantes en nuestras relaciones como las decisiones, muchas las podemos tomar conscientemente, pero otras prácticamente se apoderan de nosotros y se dan en respuesta a una cadena de pensamientos que se viene tejiendo con anterioridad.
Independientemente del caso, las decisiones marcarán el camino, nos acercarán o nos alejarán de las personas. Cuando hablamos de que alguien está bloqueado ante un hecho en particular, normalmente esa persona está respondiendo a la decisión de no entender, de no ser receptivo, de no colaborar con el esclarecimiento de una situación y por más información que se le intente dar, poco logrará filtrar las barreras.
A veces nos sentimos mal por no darnos a entender, por concluir que no tenemos la suficiente capacidad de llegada o los recursos para exponer nuestros argumentos y no logramos ver que el otro ha decidido no entender, que no importa lo que hagamos o digamos, estaremos frente a una muralla que no permite que nada se filtre.
Así nos ocurre con todo en nuestras relaciones, hasta el hecho de mantener el amor se convierte en una decisión. Las relaciones que perdurar en el tiempo se caracterizan por la constancia, por la inteligencia y por las decisiones de “querer querer”.
Son las decisiones las que impulsan las acciones, las que mantienen orientadas las energías en determinada dirección. Esas decisiones favorecen o acaban con nuestras relaciones. Pero evidentemente las que se mantienen son las que van acompañadas de un compromiso, que se asume desde el corazón, en donde no se sienten como obligaciones, sino como algo que nos satisface y alimenta el alma.
A veces sentimos rechazo por algo, por alguien y no sabemos a qué se debe y resulta que a nivel inconsciente hemos armado una fortaleza, por algún motivo nuestro ser está pidiendo protección, ante algo que no quiere más en su vida. Quizás no sea porque resulte inconveniente, sino que puede haber ya culminado un ciclo, podemos sentir que ya no es necesaria una vivencia o una interacción y ya no importa lo que ocurra, no queremos estar más allí, nuestro ser hará lo necesario por sacarnos de allí, porque esa vibración ya no resuena con la nuestra.
Así que si no corresponden al ego, al orgullo o al miedo, puede ser de mucha utilidad ser congruentes con las decisiones que tomamos, porque muchas veces solo son el producto de haber escuchado esa vocecita que va por la vida intentando que le prestemos atención y pocas veces lo logra.
No insistas en aquello a lo que se te ha cerrado la puerta, la vida tiene maneras curiosas de decirte esto ya no es para ti, para luego sorprenderte con algo maravilloso. A veces lo que sentimos la mayor calamidad, se convierte en la entrada de las más grandes bendiciones. Solo aprende a soltar, a no aferrarte, a fluir con la vida.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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