La historia de Sedna es un mito de los esquimales que explica la furia del mar. Cuando los pescadores esquimales tienen una buena faena, deben tomar parte del agua que viene con los peces y arrojarla al océano. Si se les pregunta por qué lo hacen, responden que es una ofrenda para Sedna, la diosa del mar.
Este mito de los esquimales tiene varias versiones. Contaremos una de las más completas. Se dice que en tiempos remotos habitaba en el polo norte un hombre viejo, quien estaba acompañado por su hija, Sedna. Ella era una mujer muy hermosa y solo deseaba encontrar un hombre que la desposara y la hiciera feliz. Sin embargo, no eran muchos los que llegaban por allí.
Cuenta este mito de los esquimales que un día cualquiera apareció por aquellas lejanías un hombre muy alto y musculoso. Venía cubierto por finas pieles y lucía hermosas joyas. Sedna no podía creerlo. Cuando lo divisó a lo lejos, corrió para peinar su larga cabellera y así lucir hermosa para aquel extraño.
“En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces”.
-Gabriel García Márquez-
Sedna se casa
El padre de Sedna no quería en realidad separarse de su hija. Sin embargo, la comida escaseaba y pensó que era mejor verla partir con su esposo en lugar de permitir que se quedara y los dos tuvieran que pasar hambre.
El extraño hombre venía cubierto por una larga túnica y no se le veía el rostro. Aún así, el padre de Sedna fue a su encuentro y le preguntó si estaba buscando esposa. Él hombre asintió con la cabeza. Entonces el anciano le dijo que tenía una bella hija en edad de casarse y que si así lo deseaba, podía llevársela con él.
El hombre aceptó. El padre se lo comunicó a su hija Sedna, quien se mostró algo extrañada de que su papá hubiera hecho la propuesta. ¿No debía conocer primero a aquel forastero y saber si era un buen partido para ella? Pese a esto, obedeció a su padre y se montó en la barca de su nuevo esposo. Los dos emprendieron el camino hacia el nuevo hogar.
Un hogar aterrador
Dice el mito de los esquimales que cuando Sedna llegó a su nuevo hogar se sintió horrorizada. Solo había un montón de pelos de animales en un risco y junto a esto un cúmulo de plumas de pájaro. Todo ello estaba situado al borde de un abismo. Hacía frío y el lugar se veía descuidado y feo.
Lo peor de todo ocurrió cuando su esposo se quitó la túnica. No tenía rostro, sino que su cabeza era como la de un cuervo. Sedna comprendió que se trataba de un malvado brujo sobre el que ya había oído hablar. Recorría los caminos en solitario y desde hacía tiempo quería una esposa, pero ninguna mujer había aceptado irse con él porque tenía fama de perverso.
El sitio estaba alejado de todo. En las mañanas, el brujo se convertía en cuervo, iba a pescar y por la tarde traía comida para él y para Sedna. Ella debía comer pescado crudo, igual que él. No hacía más que llorar y lamentarse. Fueron tan terribles sus gritos de dolor que, aun estando lejos, su padre la escuchó. Entonces se arrepintió por lo que había hecho y fue a buscarla.
El origen del mito de los esquimales
El padre de Sedna llegó hasta donde estaba y logró rescatarla. La subió a su barca y emprendió el camino de regreso. Sin embargo, una sombra negra comenzó a volar sobre ellos. Era el brujo, que se había convertido en cuervo y batía sus alas para agitar el mar. De pronto se formó una gran tormenta y la barca comenzó a zozobrar. El padre, temeroso de lo que pudiera hacer el brujo, arrojó a Sedna por la borda.
El mar estaba helado. Sedna logró nadar y aferrarse del navío. Sin embargo, su padre solo quería deshacerse de ella y por eso tomó un hacha y le cortó los dedos. Estos cayeron al mar y se convirtieron en focas y en peces. Aunque estaba herida, Sedna intentó de nuevo aferrarse de la barca con la parte de la mano que aún le quedaba. Pero el padre le cortó las manos, estas cayeron al mar y se convirtieron en ballenas. Así, Sedna se hundió.
Cuenta este mito de los esquimales que Sedna no murió. Por el contrario, se convirtió en una diosa. La leyenda dice que cuando sus cabellos se enredan, se forman grandes tormentas en el Ártico que afectan a todos los pescadores. Para mantenerla calmada, los chamanes deben sumergirse y peinarla. También deben recordarles a todos que las mujeres y el mar siempre se deben respetar.
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