Recreación del planeta Próxima b – Archivo
Un nuevo estudio afirma que Próxima b es «altamente habitable»
En agosto de 2016, cuando el astrónomo español Guillem Anglada Escudé descubrió un planeta similar a la Tierra justo en «la estrella de al lado», ni él ni su equipo pudieron creer en su suerte. Desde luego, resulta cuando menos curioso que, en la inmensidad del Universo, sea precisamente Próxima Centauri, la estrella más próxima al Sol, a solo 4,2 años luz de distancia, la que albergue el planeta más prometedor y parecido al nuestro de cuantos se han encontrado hasta ahora.
Desde entonces, Próxima b, un mundo con apenas 1,3 masas terrestres y situado justo en medio de la zona de habitabilidad de su estrella (la distancia exacta que permite la existencia de agua líquida en su superficie) ha sido objeto de numerosos estudios para determinar si, efectivamente, el exoplaneta más cercano a nosotros posee océanos y resulta apto para la vida.
Ahora, y utilizando modelos informáticos similares a los que se usan para estudiar el cambio climático en la Tierra, un equipo de investigadores dirigido por Antony del Genio, del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, acaba de descubrir que Próxima b es perfectamente capaz de mantener enormes áreas de agua líquida en su superficie, lo que aumenta considerablemente sus posibilidades de albergar organismos vivos. Los resultados de la investigación acaban de publicarse en Astrobiology.
«El mensaje principal de nuestras simulaciones -explica Del Genio a la revista Live Science- es que existe una posibilidad más que decente de que el planeta sea habitable».
Próxima Centauri es una enana roja, mucho más pequeña y fría que el Sol, lo cual implica que su zona habitable está extremadamente cerca de la estrella. Por eso, es muy probable que su planeta, Próxima b, bloqueado por las mareas gravitatorias, muestre siempre la misma cara a la estrella, de forma similar a como la Luna siempre muestra la misma cara a la Tierra.
Anteriores simulaciones habían sugerido que el hemisferio siempre iluminado del planeta estaría sometido a muy altas temperaturas, mientras que el hemisferio oscuro sería extremadamente frío. Malas noticias para las posibles reservas de agua, que se evaporarían en una parte de Próxima b y se congelarían en la zona opuesta. En ese escenario, el agua líquida solo podría perdurar en una zona muy limitada del planeta, cerca de la frontera que separa el día interminable de la noche eterna. En su estudio, del Genio se refiere a esta zona como «globo ocular de la Tierra».
Un océano circulante
Pero las nuevas simulaciones han sido mucho más exhaustivas que las anteriores, e incluían también un océano dinámico y circulante, capaz de transferir el calor de un hemisferio al otro de forma muy efectiva. Los investigadores, además, hallaron que los movimientos de ese océano y de la atmósfera se combinan de tal modo que «aunque el lado nocturno nunca vea la luz de la estrella, existe una franja de agua líquida que se mantiene alrededor de la zona ecuatorial».
Del Genio compara esta circulación de calor a los climas costeros de nuestro propio planeta. La costa Este de Estados Unidos, por ejemplo, es más cálida de lo que debería ser porque la corriente del Golfo lleva hasta ella agua tibia desde los trópicos. En California, por el contrario, las corrientes oceánicas traen agua fría desde el norte, por lo que la costa oeste es más fría de lo que sería sin esa aportación.
Para Próxima b, el equipo de investigadores ejecutó hasta 18 simulaciones diferentes, teniendo en cuenta los efectos de continentes gigantescos, atmósferas extremadamente delgadas, composiciones atmosféricas diferentes e incluso cambios en la salinidad del océano global. Y en casi todos los modelos, Próxima b terminó teniendo grandes mares abiertos y duraderos en al menos una parte de su superficie.
«Cuanto mayor sea la fracción del planeta con agua líquida -añade Del Genio-, mayores serán las probabilidades de que si hay vida allí, podamos encontrar evidencia de esa vida con telescopios futuros».
Todo está, pues, preparado y a la espera de que durante los dos próximos años entre en funcionamiento una nueva generación de telescopios, mucho más potente que la actual y capaz de estudiar directamente muchas más caracteríasticas de los exoplanetas, en especial sus atmósferas. Si la vida ha conseguido realmente arraigar en Próxima b, muy pronto lo sabremos.