Una sola noche de sueño o incluso una breve siesta ayuda a cristalizar la información emocional y a controlar cómo nos hace sentir.
Cuando su hija estaba en preescolar, Rebecca Spencer experimentó algo con lo que muchos padres y cuidadores están familiarizados: el poder de una siesta.
Sin siesta, su hija estaba mareada, gruñona o ambas cosas a la vez.
Spencer, una neurocientífica especializada en el sueño de la Universidad de Massachusetts Amherst, en Estados Unidos, quiso investigar qué hay detrás de esta experiencia anecdótica.
«Mucha gente constata que un niño sin siesta está emocionalmente desregulado», explica. «Eso nos llevó a hacernos una pregunta: ‘¿Realmente las siestas ayudan a procesar las emociones?'».
La investigación científica ya demostró que, en general, el sueño nos ayuda a dar sentido a las emociones. De hecho, desempeña un papel clave a la hora de codificar la información extraída de las experiencias del día, por lo que es fundamental para conservar los recuerdos.
Y los recuerdos emocionales son singulares debido a la forma en que activan el cuerpo amigdalino: el núcleo emocional del cerebro.
«La activación del cuerpo amigdalino es lo que permite que recuerdes el día de tu boda y el del funeral de tus padres más que cualquier otro día de trabajo», dice Spencer.
El cuerpo amigdalino etiqueta estos recuerdos como significativos, de modo que durante el sueño se procesan durante más tiempo y se reiteran más que otros recuerdos triviales.
El resultado es que los recuerdos emocionalmente importantes son más fáciles de recuperar en el futuro.
Pero al tener influencia sobre cómo se procesan los recuerdos, el sueño también puede cambiar el poder que tienen.
«El sueño es particularmente efectivo a la hora de transformar la memoria emocional», dice Elaina Bolinger, especialista en emoción y sueño en la Universidad de Tuebingen, en Alemania.
En un estudio reciente, Bolinger y sus colegas mostraron imágenes tanto negativas como neutrales a niños de entre 8 y 11 años. Los niños mostraban su respuesta emocional eligiendo dibujos sencillos de personas.
Después, algunos de los niños durmieron y otros no. Los investigadores controlaron su fisiología cerebral a través de electrodos desde la habitación de al lado.
A la mañana siguiente, los niños vieron las mismas imágenes, además de algunas nuevas. Y en comparación con los niños que permanecieron despiertos, los niños que habían dormido controlaban mejor sus respuestas emocionales.
Esta investigación sugiere que el sueño ayuda a cristalizar la información emocional y a controlar cómo nos hace sentir. Y este efecto ocurre rápidamente.
Tipos de sueño
El sueño con movimientos oculares rápidos (REM) se asocia con recuerdos emocionales, y tener más sueño REM hace que las personas evalúen mejor las intenciones de los demás y que recuerden historias emocionales.
Una teoría apunta a la ausencia de la hormona del estrés noradrenalina durante el sueño REM. Librado temporalmente de esta hormona, el cerebro puede procesar los recuerdos sin estrés.
Simon Durrant, jefe del Laboratorio del Sueño y la Cognición de la Universidad de Lincoln, en Inglaterra, destaca otro aspecto.
La corteza prefrontal es la parte más desarrollada del cerebro: es donde se encuentra, dice Durrant, «el impulso humano para mantener la calma y no reaccionar de inmediato a las cosas».
Durante la vigilia, esta es la parte que mantiene bajo control al cuerpo amigdalino y, por lo tanto, a las emociones. Durante el sueño, esa conexión se reduce.
«En cierto sentido, durante el sueño REM se desenfrena la emoción».
Pero Spencer cree que el sueño no REM también juega un papel importante. El sueño de ondas lentas (SWS) es la primera fase del sueño que consolida los recuerdos, y es especialmente efectivo a la hora de procesar recuerdos neutrales.
La investigación de Spencer sugiere que la cantidad de actividad de SWS durante el sueño afecta a la manera en que se transforman los recuerdos emocionales.
Las siestas constan principalmente de sueño no REM. Y un artículo reciente coescrito por Spencer parece ser el primero en demostrar que las siestas, y no solo el sueño nocturno, contribuyen al procesamiento de la memoria emocional en los niños.
Sin siesta, los niños mostraron un sesgo hacia la emocionalidad. Con siesta, respondieron de manera similar a los estímulos neutros y a los estímulos emocionales.
En resumen, asegura que «si no duermen siesta, los niños se vuelven hipersensibles a los estímulos emocionales», al no haber consolidado el bagaje emocional de ese día.
Spencer cree que las siestas también contribuyen al procesamiento emocional en adultos, aunque no en la misma medida. Un adulto tiene un hipocampo más maduro y, por lo tanto, más capacidad para conservar los recuerdos. No dormir no los perjudica tanto.
Sin embargo, eso es así solo hasta cierto punto. La investigación de Spencer relacionada con el envejecimiento sugiere que «necesitamos consolidar los recuerdos con mayor frecuencia a medida que envejecemos».
Curiosamente, los adultos mayores muestran un sesgo hacia los recuerdos positivos, mientras que los adultos jóvenes tienden a los negativos.
Esto puede deberse a que los niños y adolescentes se centren en experiencias negativas porque contienen información clave que debe aprenderse: desde los peligros del fuego hasta los riesgos de aceptar una bebida de un extraño.
Pero hacia el final de la vida, las personas priorizan lo positivo. También tienen menos sueño REM, el tipo de sueño que más probablemente ahorrará recuerdos negativos, especialmente en personas con depresión.
Usos terapéuticos
Los investigadores del sueño también están analizando el potencial de ciertas facetas del sueño para tratar el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Un estudio sugiere que dormir en las 24 horas posteriores a una experiencia traumática hace que esos recuerdos sean menos angustiosos en los días posteriores. Para las personas con ansiedad, la terapia del sueño puede ayudarles a recordar que eliminaron su miedo.
Por el contrario, la terapia de vigilia -en la que las personas se ven privadas de sueño deliberadamente- se está extendiendo como método para tratar la depresión.
El insomnio en algunos casos puede tener un efecto protector. Spencer señala que, después de un trauma, «la respuesta biológica natural en esas condiciones es tener insomnio».
Así, a veces puede ser bueno que la falta de sueño REM perjudique la capacidad del cerebro para consolidar recuerdos emocionales.
«Hay pruebas de que las personas con un sueño REM más prolongado tienden a estar más deprimidas», dice Durrant. El experto cree que esto se debe a que un subconjunto de personas con depresión vuelven a consolidar los recuerdos negativos durante el sueño REM.
«No creo que llegue a ver este tema resuelto», dice sobre todas las potenciales aplicaciones clínicas de la terapia del sueño y la vigilia.
Pero lo que está claro es que ciertos tipos de toma de decisiones mejoran después del sueño, en parte debido a la forma en que el sueño regula todo ese remolino de sentimientos.
Bolinger lo explica con claridad: en general, «dormir ayuda a sentirte mejor».
Al final, puede que la mejor receta para un corazón roto o una mente nublada sea una siesta.
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