La necesidad de viajar a las estrellas
El divulgador y físico Michio Kaku se plantea si alguna vez estas distancias podrían acortarse, y si el hombre podría llegar a pisar planetas en torno a estrellas distintas al Sol. En«El futuro de la humanidad» (Debate) dibuja un futuro en el que la humanidad probablemente tenga que dejar atrás la Tierra no por curiosidad y afán de conocimiento, sino por simple supervivencia.
La historia del planeta muestra que cada cierto tiempo ocurren erupciones volcánicas, asteroides y extinciones masivas. ¿Qué haremos cuando ocurra? ¿No deberíamos tratar de colonizar otros mundos? Por ello, describe varias tecnologías futuristas pero factibles que podrían usarse para colonizar Marte, prolongar la longevidad y construir robots autorreplicantes.
Michio Kaku destina uno de los capítulos a las naves y a los propulsores interestelares. Ninguno de ellos ha despegado del papel, pero todos son, hoy por hoy, los ingenios más factibles para la difícil empresa de superar la barrera marcada por la inmensidad del Universo y la finitud de nuestras vidas.
De entrada, este divulgador deja claro que la solución más sencilla, que sería construir un cohetes gigantesco, sería imposible. «Necesitaría una cantidad de combustible directamente exponencial a su velocidad, y un cohete químico no puede cargar suficiente combustible para un viaje de esa distancia», escribe Kaku.
Lo más realista, el disparo interestelar
Concepto de vela láser para enviar «nanovaes» a Alfa Centauri – Breaktrough Starshot
Entonces, ¿cómo llegaremos tan lejos? ¿El cine nos esta dando pistas? Casi cualquier película de ciencia ficción muestra relucientes y hermosas naves espaciales, con amplios habitáculos y todo tipo de lujos y comodidades (incluyendo fuentes propias de gravedad, duchas o piscinas). Las cintas más oscuras y terroríficas apuestan por buques más grasientos y repletos de tuberías, pero igualmente grandes y profundos, semejantes a enormes petroleros. Pero lo cierto es que tanto unas como otras poco tienen que ver con las claustrofóbicas cápsulas espaciales de las Soyuz, o con el humilde interior de la Estación Espacial Internacional, tan pequeño, diáfano, incómodo y (aparentemente) ingrávido.
Así que, ¿qué debemos esperar? ¿Cómo serán las primeras naves capaces de llevarnos a otras estrellas? Según escribe Michio Kaku en «El futuro de la humanidad», «en términos realistas, nuestras primeras naves interestelares no estarán tripuladas y no se parecerán en nada a los grandes y resplandecientes vehículos que aparecen en las películas. De hecho, puede que no sean mayores que un sello de correos».
Kaku se refiere al proyecto Breaktrough Starshot, respaldado por Stephen Hawking, Yuri Milner o Mark Zuckerberg, y que, desde 2016, propone desarrollar «nanonaves». Estas estarían compuestas por sofisticadísimos chips instalados en velas estelares y que se moverían gracias al empuje generado por una potente fuente de rayos láser situada en la Tierra.
100 gigavatios y una vela láser
Cada uno de estos chips tendría el tamaño de un pulgar, pesaría unos 25 gramos y contendría miles de millones de transistores. Según dijo Hawking, una inversión de 10.000 millones de dólares bastaría para que, en solo una generación, se pudiesen enviar estas pequeñas sondas hasta Alfa Centauri. Según sus cálculos, una potencia de 100.000 millones de vatios bastaría para acelerar una de estas velas a un quinto de la velocidad de la luz, y cubrir esta distancia en 20 años.
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La gran ventaja de este proyecto es que su precio no es desorbitado (sobre todo si recordamos que cada vuelo de las lanzaderas espaciales costaba casi mil millones de dólares) y que se basa en una tecnología relativamente actual. La técnica ya permite empaquetar los chips de forma espectacular y a bajo coste.
Un problema aparte es construir la batería de los láseres y satisfacer sus demandas energéticas. Si una planta nuclear genera un millón de vatios de potencia, haría falta una potencia 100.000 veces mayor para impulsar la vela hasta Alfa Centauri.
Según explica Michio Kaku, una solución para este cuello de botella sería desarrollar nuevas fuentes de energía o construir la batería de láseres en la luna, a salvo del efecto amortiguador de la atmósfera terrestre. Otra dificultad sería conseguir la precisión suficiente como para apuntar a las velas y bombardealas durante al menos 2 minutos, tal como se requiere. El más mínimo desvío de la vela haría que la misión fracasase.
https://www.periodicoelnuevomundo.com/2018/11/naves-espaciales-con-las-que-podremos.html