La leyenda del pájaro Toh es una antigua historia de origen Maya, más exactamente de la Península de Yucatán. Según dicen que los aventureros que se adentran en las selvas de esas regiones son guiados por el pájaro Toh para encontrar cenotes, es decir, estanques naturales ubicados en cavernas.
El pájaro Toh es un ave solitaria, que siempre está cerca de cuevas y sitios oscuros. Lo más característico de ella es su canto quejoso y su singular cola. Esta tiene un plumaje brillante que reluce con los rayos del sol. Esa cola se mueve como un péndulo y no es parecida a la de las demás aves de la región.
“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”.
-San Agustín-
Cuenta la leyenda del pájaro Toh que hace muchísimos años, esta ave formaba parte de la realeza natural. En aquel entonces tenía una larguísima cola de colores espectaculares. Era tan bella, que por eso mismo se le consideraba un ave superior. Todos los animales admiraban su bello plumaje y la trataban con especial deferencia.
Comienza la leyenda del pájaro Toh
Según la leyenda del pájaro Toh, tan bella y admirada era esta ave que se volvió sumamente presuntuosa y banal. Decía que no podía trabajar, porque temía que su bella cola se estropeara. Así que los demás pájaros tenían que conseguirle la comida y el agua. También elaborar sus nidos y preparar el sitio donde iba a dormir.
El pájaro Toh no hacía prácticamente nada. Se levantaba tarde y luego se iba al jardín real, donde estaban las aves más bellas de toda la selva. Allí todas se ponían a conversar banalidades y a reír de tonterías. Así pasaban todos los días de sus vidas.
Por lo demás, el pájaro Toh era un ave extremadamente caprichosa. No se conformaba con cualquier alimento, sino que siempre quería lo mejor. Aunque los demás pájaros se esforzaban por complacerla, nunca parecía estar a gusto con nada.
Una extraña tormenta
Una noche cualquiera, el búho, que era el más sabio de todos, dijo que se avecinaba una aterradora tormenta. De buena fuente sabía que tormentas así solo había cada 50 años. Era algo inimaginable. Truenos, rayos y centellas caerían sobre toda la selva. Era necesario que construyeran un refugio para sobrevivir.
Inmediatamente todos los pájaros se pusieron a trabajar. El pájaro carpintero, los guacamayos, los pericos y el tucán empezaron a cortar ramas para hacer un refugio. Los pájaros más grandes, como el pavo de monte y otros, llevaron las ramas más pesadas. Los pájaros pequeños, como los cuervos y las codornices juntaron pastos y pequeñas plantas para colaborar en la construcción.
Dice la leyenda del pájaro Toh que las nubes se veían cada vez más negras. Sin embargo, el pájaro Toh seguía como si nada estuviera ocurriendo. Solo estaba esperando a que los otros terminaran de construir el refugio para resguardarse en él. Sin embargo, los demás no daban abasto. Así que esta vez sí le recriminaron esa actitud. Molestos le pidieron que también ayudara.
Termina la historia y comienza la leyenda
El pájaro Toh se molestó por la exigencia de sus compañeros. Sin embargo, temiendo que lo dejaran sin lugar en el refugio, se unió a los constructores. Pasaron apenas unos cuantos minutos y se fatigó. Tenía mucha pereza de trabajar como un obrero. Esto no estaba hecho para él. Así que aprovechó un descuido de los demás y se escondió en una cueva.
Una vez estuvo dentro de la cueva, se recostó y se quedó dormido. Ni siquiera notó en qué momento comenzó la tormenta. Cayeron rayos y centellas, pero eso no lo despertó. Los pocos minutos en los que había trabajado lo dejaron exhausto. Lo malo es que la cueva era muy pequeña y toda su hermosa cola quedó colgando por fuera del lugar, pero eso no le importó. La tormenta duró todo un día y una noche, pero al día siguiente apareció el sol. Los demás pájaros salieron de su refugio y el pájaro Toh de su cueva.
Cuenta la leyenda del pájaro Toh que este pensó que todo seguiría igual. Tan pronto vio que la lluvia había cesado, se fue de nuevo al jardín real para seguir su rutina diaria. Sin embargo, cuando llegó todos comenzaron a reírse de él. Poco quedaba de aquella cola majestuosa, que la tormenta había destrozado por completo. Avergonzado, el pájaro Toh volvió a la cueva y no volvió a salir de allí. El castigo para su soberbia y su egoísmo fue tener que vivir solo, en un sitio apartado y trabajar por siempre para guiar a los exploradores.
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