Investigadores en los EEUU afirmaron haber conseguido mantener cerebros de cerdos decapitados vivos por hasta 36 horas haciendo circular un líquido rico en oxígeno a través de los órganos. La noticia fue detallada en un informe de MIT Technology Review.
El equipo de científicos, liderados por el neurocientífico de la Universidad de Yale Nenad Sestan, informó que los cerebros no eran conscientes, y que la hazaña podría ayudar a entender y explorar cómo funciona el cerebro, y ayudar a estudios sobre tratamientos experimentales para enfermedades desde el cáncer hasta la demencia.
El informe de Sestan, quien explicó al detalle su experimento en un encuentro en los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en marzo, ha recibido reacciones mixtas en la comunidad científica.
Experimento controversial
Anna Devor, una neurocientífica de la Universidad de California, San Diego, le dijo al MIT que tal proeza podría ayudar a los investigadores a observar las conexiones entre células cerebrales, permitiendo crear un Atlas del cerebro.
Sin embargo, otros tuvieron reacciones distintas al apuntar que el avance no significa que los humanos puedan sortear la muerte pronto, indicando que es imposible trasplantar un cerebro vivo en un cuerpo nuevo.
“El cerebro del animal no sabe nada de lo que está ocurriendo, estoy seguro”, dijo Sestan en el encuentro del NIH. Pero notó las consideraciones éticas alrededor de su trabajo: “Hipotéticamente, está la posibilidad de que alguien tome esta tecnología, la mejore, y restaure la actividad cerebral de alguien. Es decir, restaurar a un ser humano. Si esta persona tiene memoria, moriría de miedo”.
Nuevamente el debate del transplante de cuerpo
Frances Edwards, académico de neurodegeneración del University College London, dijo a The Guardian que el desarrollo podría probar ser útil para investigadores, especialmente en el campo de las técnicas de imagen. No obstante, descartó que esta investigación pueda ser replicada en humanos, y descartó la idea de que los transplantes de cuerpo estén en las opciones.
En un artículo previo, Rafael Matesanz, ex director de la Organización Nacional de Trasplantes de España (ONT), ya había señalado a N+1 las complicaciones y desafíos que hacían, por el momento, un trasplante de esta naturaleza irrealizable.
Diversos expertos consultados, incluyendo los antes mencionados, coinciden en que tanto en un cerdo o humano, el trasplante de cuerpo requiere a un cerebro completo que solo podría estar disponible en el momento de la muerte, y eso en humanos es prácticamente imposible. Si bien en cerdos es posible, hablar de trasplantes es por ahora un cuento de hadas para Edwards.
Un microsistema para mantener prologar la vida del órgano
Sestan y sus colegas reportaron haber usado más de 100 cerdos, cuyos cerebros fueron recuperados desde mataderos. Usaron un sistema sofisticado llamado BrainEx para mantener las células vivas, haciendo circular un líquido oxigenado a través del órgano.
Se trata de una serie de conexiones y microsondas conectadas en una especie de diminuto circuito cerrado. La sangre artificial fluye a través de ese sistema y alimenta de oxígeno a las células cerebrales.
Las cabezas fueron conectadas a Brain Ex cerca de cuatro horas después de “morir”. En cualquier caso, sea más exacto decir “después de la decapitación” en lugar de “muerte”, ya que ciertos aspectos de la función cerebral fueron preservados, y por que estos cerebros fueron mantenidos “vivos”, de acuerdo al equipo.
Implicaciones éticas
De hecho, la técnica tiene el potencial de hacer cuestionar nuestras propias concepciones de la muerte, y cuándo esta debe ser declarada.
Sestan señaló que su avance podría permitir nuevas curas especulativas de males como el cáncer o el Alzhéimer, demasiado peligrosos para ser probados en vida. Aunque, volvemos a la confusión. ¿Un cerebro “vivo”, es un cerebro con “vida” como la conocemos?
Una serie de preguntas desde la ética hacia varios aspectos de esta investigación son adicionalmente planteados desde la nota del MIT.
“Si el cerebro de una persona fuese reanimado fuera del cuerpo, ¿en qué nivel de privación sensorial podría levantarse?¿Sin vista, oído o capacidad de comunicarse? ¿Podría retener memorias, una identidad, o derechos legales? ¿Podrían los investigadores éticamente disecar o desechar tal cerebro?”.
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