Preparamos la comida. Nos sentamos a comer. Nuestra pareja está en frente de nosotros. Comemos mientras miramos la televisión. Comentamos un poco cómo ha ido la mañana. Ella bebe un poco de agua. Nos mira. Nos miramos. Llevamos varios años juntos. Nos sonreímos. Nos relata alguna historia sobre su familia. La observamos con atención mientras comemos en silencio. La queremos. Es una parte muy importante en nuestra vida.
Sin embargo, ya no nos sentimos conectados con ella. Jamás desearíamos que le ocurriera algo malo, pero ya nada es lo mismo. ¿Quién no ha vivido una situación similar? La indiferencia hacia la pareja es un tema complejo a la par que doloroso.
Cuando la indiferencia hacia la pareja ocupa cada vez más momentos o se hace más intensa, suele dar paso a una sensación de malestar que termina haciéndose protagonista de nuestro estado de ánimo y de nuestro cuerpo. ¿Qué está pasando? ¿Qué ha cambiado? ¿Se ha acabado el amor? ¿Hemos sido víctimas de la monotonía?
A pesar de que no ha ocurrido nada malo destacado, esa conexión mágica ha desaparecido. Expresiones como, “parecemos más amigos que una pareja” o “la veo más como mi hermana que como mi novia” se repiten de forma frecuente en muchas relaciones. ¿Es momento de poner punto y final o se puede reavivar la llama del amor?
Indiferencia hacia la pareja: ¿se acabó el amor?
El amor es un concepto de tintes abstractos. Somos nosotros quienes construimos buena parte de su significado. Si nos ceñimos a la definiciónbudista, el amor es el deseo y la aspiración de que todos los seres sean felices y tengan las causas de la felicidad. Desde este punto de vista, el amor es posible que no se haya acabado, porque a pesar de sentir indiferencia hacia nuestra pareja, le deseamos todo el bien. Sin embargo, hay un cambio evidente. Nuestros deseos hacia ella son los mejores, pero ya no somos felices compartiendo con el otro.
Quizá sería más correcto matizar en que se ha acabado el “amor romántico”. Hemos dejado de ver a nuestra pareja como una compañera de vida y la vemos como alguien que está a nuestro lado, pero que ya no nos aporta demasiado. Escuchamos sus historias con la atención que sostiene la voluntad o la obligación, pero no el interés. Nos despreocupamos en buscar tiempos de intimidad. Las relaciones sexuales han pasado a un segundo, tercer o décimo plano.
Como afirman García e Ilabaca (2013) sobre las relaciones, “los dos miembros que la componen deben construir una identidad particular para la integración y acomodación de ambas individualidades, lo que no resulta fácil”. Desde esta teoría, cuando ambos miembros dejan de construir una identidad conjunta, se corre el riesgo de que la pareja comience a despedazarse.
Todo tiene un tiempo
La idea romántica de que una relación tiene que mantenerse con independencia de lo que suceda puede llegar a ser muy dañina. Superándola, estamos en disposición de asumir que no todas las relaciones tienen la misma duración, además de comprender que las que duran más no tienen por qué ser mejores. En este sentido, proyectar una expectativa sobre la duración de una relación puede acabar siendo contraproducente; en este escenario vemos como, en ocasiones, nos empeñamos en alagar aquello que ya no da más de sí.
Por otro lado, no es tan fácil poner punto y final a una relación. Como destaca Bowlby (1995), “la amenaza de pérdida despierta ansiedad y la pérdida afectiva ocasiona tristeza y rabia“. Así que, a pesar de sentir indiferencia hacia la pareja, el hecho de perderla nos puede ocasionar ansiedad, tristeza y rabia. Experimentar la sensación de perder a alguien querido, aunque ya no nos llene, nos produce ansiedad y malestar.
En este sentido, apuntar que la ansiedad o la sensación de malestar son fenómenos comunes en el marco de una separación con independencia de quién haya tomado la iniciativa. Por lo tanto, si aceptamos ciertas emociones como normales y pasajeras, nos será mucho más fácil sobrellevar la ruptura.
¿Y ahora qué? Aprende a estar contigo mismo
Cuando la indiferencia hacia la pareja ha terminado con la relación, muchos se preguntan: ¿y ahora qué? Algunas personas se inclinan en buscar a otra persona, es decir, sienten la necesidad de llenar ese vacío iniciando otra relación. Otras prefieren estar solas un tiempo. Sin embargo, cuando se acaba una relación, la mejor opción es aprender -reaprender o reacostumbrarnos- a estar con nosotros mismos. De esta forma, evitaremos caer en otra relación por dependencia.
Existe un gran número de personas incapaces de llevar una vida sin alguien a su lado. Por muy romántico que parezca, lo que se esconde detrás de esta necesidad generada es un factor elevado de dependencia emocional.
A muchos les aterra estar consigo mismos, no tener nadie a quien abrazar, escuchar sus pensamientos o identificar qué quieren y no quieren. Existe un vacío interior que pretenden llenar con afecto exterior. De esta manera es muy difícil esperar a una persona que realmente encaje, condenando así a la nueva relación a un final próximo.
Solo cuando nos sintamos llenos por dentro, estaremos plenamente capacitados para mantener una relación sana, sin apegos ni dependencias…