El cortisol es la llamada “hormona del estrés” y también es el vínculo entre el sistema nervioso y el inmune más conocido de todos. Se produce en la glándula suprarrenal, que está situada encima del riñón. Sus funciones principales son incrementar el nivel de azúcar en la sangre, la glucemia, suprimir el sistema inmunológico y ayudar al metabolismo de las grasas, proteínas y carbohidratos.
Se denomina la hormona del estrés porque en situaciones de amenaza fabricamos grandes cantidades de cortisol, lo que permite la liberación de azúcar en la sangre y aminoácidos que facilitan la contracción muscular en caso de enfrentar un problema que requiera la huída. También es clave para aumentar la capacidad de concentración y que nuestro cerebro pueda tomar decisiones de manera rápida. Tiene mucho que ver con los mecanismos de defensa del cuerpo.
Es una ingeniosa técnica de adaptación al medio que hubo de aprovechar el hombre antiguo, cuya vida se desarrollaba en un ambiente difícil. Hoy la tortilla se ha dado la vuelta casi sin avisar y el estrés propio del actual modelo económico y social está provocando que el cortisol no pare de segregarse en nuestros organismos lo que tiene relación con multitud de “enfermedades de la civilización occidental”.
La secreción prolongada de cortisol debida al estrés crónico, por ejemplo, da lugar a importantes cambios fisiológicos.
Deteriora el rendimiento cognitivo; suprime la función tiroidea; produce desequilibrios del azúcar en la sangre, como la hiperglucemia; rebaja la densidad ósea y la masa muscular; aumenta la presión arterial y la grasa abdominal, que es un factor de riesgo de enfermedades coronarias.
Lo más importante para lo que nos interesa es que se desregulan las respuestas inflamatorias del organismo; el estrés vuelve al intestino más sensible y hace que se contraiga más lo que puede puede desencadenar un Síndrome del Intestino Irritable o una disbiosis intestinal.
¿Qué podemos hacer para controlar el estrés y el cortisol? Lo primero ocuparnos del azúcar, es decir, mantener los niveles de azúcar en sangre mediante una dieta moderada en hidratos.
¿Cual es la explicación? Que la liberación de insulina para compensar la entrada de azúcar en nuestro organismo que aportan los hidratos aumenta la inflamación. El estar mucho tiempo sin comer, unas cinco o seis horas, también provoca la fabricación de cortisol para movilizar la glucosa, lo que es igual a inflamación también.
Tomar extracto de té verde y vitamina B6 ayuda a reducir las respuestas al estrés y a promover el control del peso. Y muy importante, no ingerir cafeína porque estimula las glándulas suprarrenales para producir cortisol.
Por resumirlo mucho: trata de nutrir tu cuerpo con una dieta con muchas verduras y hortalizas, proteínas magras, hidratos de absorción lenta y grasas saludables.
También pueden ser útiles la meditación y las técnicas de relajación. Dedicarnos algunos minutos a nosotros mismos también ayuda a reducir nuestra tensión acumulada a lo largo del día. Ese momento que es sólo tuyo ¿verdad?
Olvídate de todo durante cinco minutos y piensa en algo que te guste, uno de tus paisajes preferidos.
Hacer deporte es muy bueno. Eso sí, también te cuento que el ejercicio demasiado intenso también provoca la liberación de cortisol no hay que olvidar que el estrés también puede ser físico.
Y sexo, sí el sexo tranquiliza ¿o no lo has notado cuando practicas? Cuanto más sexo realizamos, más bajos son los niveles de estrés del organismo. Así lo concluyó un estudio de la investigadora Benedetta Leuner del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton (EE.UU.) publicado en la revista científica PLoS One.
Los experimentos de Leuner y su equipo han documentado que múltiples experiencias sexuales a diario durante un período de dos semanas consiguen reducir drásticamente la liberación de cortisol. A este efecto antiestrés hay que sumar, entre otras virtudes y beneficios conseguidos sin esfuerzo (o sí, depende, porque se trata de practicar sexo ¡cada día!) que se reducen los niveles de ansiedad. Esta es la mejor noticia ¿eh?
Dicen que el sistema digestivo es nuestro “segundo cerebro”. Ese cerebro no es un órgano de ideas o pensamientos pero sí que tiene importancia clave en las emociones y sentimientos. Así que eso de que el estómago “se cierre” durante una situación estresante o que sintamos mariposas cuando nos enamoramos y otras expresiones de nuestra cultura popular, como cuando nos hacen una faena y decimos que no podemos “tragar” con eso o ante una situación de tensión que proclamamos que tenemos “un nudo en el estómago”, podrían tener una explicación científica.
También es cierto que para algunos es exagerado el concepto “segundo cerebro” y consideran que los estudios sobre la microbiota y nuestras emociones son aún poco concluyentes.
El caso es que existe conexión entre la digestión, el movimiento intestinal y nuestro estado de ánimo y esto vale tanto para quienes se pasan el día cogiendo flores metafóricamente, como para los tipos “duros” a los que sólo conmueve su fe cientifista.
Como he explicado, nuestro organismo es un Todo en el que la conexión es muy amplia: Respira profundamente, contrae y expande tu abdomen y comprobarás cómo tus nervios entéricos te proporcionan (¡gratis!) unos segundos de relajación.
Este texto, por cierto, es parte de mi próximo libro Comida de verdad. Alimentación sin mentiras ni trucos (Akal) que será publicado en unas semanas.
http://www.migueljara.com/2019/02/27/que-podemos-hacer-para-controlar-el-estres-a-la-hora-de-alimentarnos-la-conexion-cerebro-estomago/