Desde hace siglos, en el Tíbet se ha cultivado la práctica de realizar funerales a cielo abierto. Esto es, se llevan los cuerpos de los difuntos a campos abiertos en las montañas; los cuerpos alertan a los buitres, quienes bajan a alimentarse de ellos, devorando toda la carne y dejando sólo el cráneo y el esqueleto. Este rito tiene que ver con la noción budista de que la conciencia individual deja de estar atada al cuerpo una vez que muere y viaja por el mundo mental liminal conocido como el bardo. Para los budistas, esta costumbre, lejos de ser abominable, es un acto de compasión, pues permite que muchos animales se alimenten y de esta manera genera mérito tanto para los difuntos que podrían seguir su curso de transmigración, como para aquellos que proveen los cuerpos a los animales.
Para otros, sin embargo, este ritual se trata de una barbaridad o de una curiosidad mórbida. El documental Vultures of Tibet (Buitres del Tíbet) narra esta tensión entre una práctica milenaria bienintencionada y la mezcla de horror y fascinación que produce en los turistas, sobre todo chinos, lo cual ha llevado a que la práctica sea puesta en duda en los últimos años y se realice cada vez con menos frecuencia. A esto también ha contribuido la tecnología moderna que permite hacer hoyos en las montañas con mayor facilidad y que vuelve más fácil cremar los cuerpos.
Existe una tradición en países como Bután, Mongolia y partes de China y la India de hacer estos funerales, generalmente ligados a prácticas tántricas en las que se realizan visualizaciones y procesos de transformación contemplativa. Los famosos campos crematorios eran los lugares favoritos de los tantrikas y maha-siddhas, quienes hacían de lo profano y del tabú cosa sagrada. En este caso, generalmente se recitan mantras y se visualiza que los buitres son deidades de la sabiduría a las cuales se les hace la ofrenda suprema, el cuerpo mismo, en un acto de desapego que puede ser una analogía del desprendimiento del yo y del sublime entendimiento de la vacuidad de todas las cosas.
Te podría interesar:
OPOSICIONES. Lo de Rajoy es mucho peor que lo de Cifuentes – Iniciativa Debate.
https://iniciativadebate.net/2018/04/13/lo-de-rajoy-es-mucho-peor-que-lo-de-cifuentes/
OPOSICIONES. Lo de Rajoy es mucho peor que lo de Cifuentes – Iniciativa Debate.
En general, los miembros de familias corruptas, inmorales y/o demasiado bien relacionadas no necesitan ser inteligentes, ni tener buena memoria, tampoco ser constantes. Todo eso de la meritocracia que tanto propugnan precisamente desde el estrato social de ese tipo de familias, y en cuanto a ellos se refiere, versa en realidad sobre mérito de rodearse de sus iguales: ricos, indecentes y poderosos. Lo de la capacidad de esfuerzo y todo lo demás sí se refiere al vasto resto de los mortales. ¿Pero pará qué van a esforzarse ellos, los ‘elegidos’, si luego pueden tener a su servicio a aquellos súbditos que sí han demostrado competencia?
Las universidades no dejan de ser parte de esta realidad. También hay favores debidos y funciona la misma rueda que a otros niveles. Por eso es posible que a alguien le caiga un máster del cielo, aunque en la mayoría de casos lo que suele caer al alumno ‘relacionado’ es, digámoslo así, una indulgencia académica que no se aplica en el resto de casos.
Pero esto no es lo más grave, porque también hay irregularidades que van mucho más allá de la obtención mágica de títulos. Y es la de la obtención mágica de titularidades, por ejemplo la de registrador de la propiedad.
Por si no lo sabías, Mariano Rajoy es el registrador de la propiedad más joven de la historia de España, y uno de sus hermanos, el segundo más joven. Una tercer hermana de Mariano también aprobó esas dificilísimas y cotizadísmas oposiciones, y el cuarto, fallecido en 2014, las de Notaría. Vamos, lo que vendría siendo la envidia de la familia Einstein. O Frankenstein.
Sí, el de la cara de espabilado: el mismo que no entiende su propia letra y que quiere que sea el alcalde el vecino, así como su parentela, han resultado ser carne de circo, por aquello de pasearlos como antiguamente se hacía con las rarezas. Y es que desde que su padre, como presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra, dio carpetazo a un caso de corrupción con muertos (incluido el asesinato de una familia entera) en el que estaba implicado Nicolás Franco Bahamonde, el hermano del dictador, todo les ha ido de fábula. Tanto que se han convertido en la primera familia numerosa de superdotados del mundo.
Hasta tal punto llega su excelencia que hace que sus profesores de primaria se acuerden de sus calificaciones. Bueno, en realidad debería nombrarse en singular porque al que siempre se cita en los muchísimos artículos sobre el particular es a un jesuita que parece demasiado joven para haber sido su profesor, y que también debe tener una memoria prodigiosa para recordar esos datos sin relevancia en cursos de primaria y tras más de cincuenta años y tantos alumnos.
El asunto es que, informándome sobre el particular de los registradores leía hace poco este caso de un joven malagueño, un auténtico portento (23 matrículas de honor de 25 asignaturas en la carrera de Derecho), y que necesitó cinco años dedicando un mínimo de diez horas diarias de estudio para con 27 años conseguir una plaza como registrador de la propiedad, y no podía evitar compararlo con el caso de la susodicha familia. Porque claro, uno lo compara con los Rajoy, y siendo un indudable fuera de serie, casi tiene que pensar que este chico es un torpe, porque hasta la peor de los Rajoy Brey lo aprobó antes, y ya si lo comparamos con los dos buenos: Enrique y Mariano, que se sacaron las oposiciones con 23 y 24 años, mientras todavía cursaban Derecho, casi te entra la risa. Un superdotado cinco años y Mariano y su hermano dos a lo sumo. Pues menudo paquete el malagueño, y hasta le dedican un artículo como algo excepcional (se ve que no sabían lo de los ‘Rajoy’).
Intentando dejar a un lado la ironía. Y aclarando aunque no haga falta que vaya desde aquí todo mi respeto y admiración por Jacobo, lo que sí parece increíble es que nadie haya querido hacer sangre con este tema. Porque vale que a pesar de todas las evidencias nos traguemos (haciendo un esfuerzo inhumano) que Marianico es un lumbrera extraordinario, casi sobrehumano, y que no ha conseguido aprender inglés. Pero hostias, copar no solo plazas sino hasta récords históricos como familia en algo tan sumamente tedioso, complejo y competido como las oposiciones a registradores… ¡venga ya!
Y luego nos llevamos las manos a la cabeza por lo de Cifuentes.