La moralidad y la burla: contra el despotismo

«Los seres humanos no diseminan de forma egoísta sus genes, los genes egoístamente se propagan a sí mismos construyendo nuestros cerebros. Al hacernos disfrutar de la vida, la salud, el sexo, las amistades y los hijos, los genes es como si compraran un número de lotería.»
Steven Pinker, científico cognitivo.
«Mirando la risa desde la perspectiva de un antropólogo, es posible afirmar que todo el humor es esencialmente político. (…) la risa es un gesto de igualación, una restauración de un orden legítimo ante una jerarquía injusta.» Chris Knight, antropólogo.

El equipo del Instituto de Antropología Cognitiva y Evolutiva de Oxford ha realizado la encuesta intercultural sobre moral más grande y completa. Son más de 600 individuos representativos de hasta 60 sociedades de todo el mundo. Oliver Scott Curry, autor principal de la investigación, explica que la moralidad evolucionó para promover la cooperación. Todos están de acuerdo en que cooperar, promover el bien común, es lo correcto. Es por eso que valoramos la unidad, la solidaridad y la lealtad, y confiamos en los demás, correspondemos favores, sentimos culpa y gratitud, reparamos relaciones y perdonamos: de esta manera, formamos grupos y coaliciones que nos aportan fuerza y ​​seguridad.
Nos compensa la generosidad para mantener esta armonía social, pero también la valentía. Hacemos caso a nuestros superiores y dividimos los recursos en disputa de manera justa.
Así, aseguran, compartimos siete reglas morales básicas, siete formas de afrontar los mismos problemas que nos encontramos todos a lo largo de la vida:
Ayudar a la familia,
asistir al grupo,
devolver favores,
ser valiente,
delegar en tus superiores,
dividir los recursos de manera justa,
respetar las propiedades de los demás.
Los tipos de moralidad son los valores familiares, lealtad grupal, reciprocidad, valentía, respeto, equidad y derechos de propiedad.
Entre los Amhara de Etiopía, explican, “burlarse de la obligación de parentesco se considera una desviación vergonzosa, que indica un carácter malvado”. En Corea, existe una “ética comunitaria igualitaria de asistencia mutua y cooperación entre vecinos, y una fuerte solidaridad dentro del grupo”. “La reciprocidad se observa en cada etapa de la vida de los Garo (de la India), y tiene un lugar muy alto en la estructura social de sus valores”, continúan los investigadores. Entre los Masái, “los que se aferran a las virtudes de los guerreros siguen siendo muy respetados”, y “el ideal inflexible del guerrero supremo [implica] el compromiso con el autosacrificio en el fragor de la batalla, como muestra suprema de lealtad valerosa”.

Los Bemba (Zambia), por su parte, exhiben “un profundo sentido de respeto por la autoridad de los ancianos”. La “idea de justicia” de Kapauku (Indonesia) se llama «uta-uta» (media mitad) y se “acerca mucho a lo que llamamos equidad”. Y entre los Tarahumaras (México),“el respeto por la propiedad de otros es la clave de todas las relaciones interpersonales”, añaden. «Como tales, y en ausencia de cualquier contraejemplo, estas siete formas de comportamiento cooperativo siguen siendo candidatos plausibles para las reglas morales universales.»
Aunque todas las sociedades parecían estar de acuerdo con las siete reglas morales básicas, variaba la forma en cómo las priorizaban o clasificaban según la condición social. (La cooperación humana es flexible y no fija «estamos en gran medida sincronizados con las personas que nos rodean» explica el psicólogo Coren Apicella tras su trabajo de campo con los Hadza).
Por ejempo, en la sociedad Chuuk de Micronesia «robarle abiertamente a otros es considerado admirable porque muestra el dominio de una persona y muestra también que no se siente intimidada por el poder agresivo de otros», notaron los investigadores. Aunque este rasgo no sigue la regla moral sobre respetar las propiedades de los demás, sí que entra dentro de la clasificación de otro valor universal: la valentía.
El antropólogo evolutivo Christopher Boehm escribió en su libro «Moral origins»: “Tener conciencia es identificarse con los valores de la comunidad, lo cual significa identificarse con las reglas del grupo. Hay que conectar con esas reglas emocionalmente, sentirse orgulloso cuando se cumplen y avergonzado cuando no”
Según Boehm, las distintas áreas del cerebro han evolucionado para darnos nuestra facultad moral, que consistiría en el sentido de lo correcto y lo incorrecto, la capacidad de tener vergüenza, el sentido de la empatía, la conciencia de nuestra reputación. La conciencia es reputación social y, por lo tanto, auto-respeto.
¿Pero que hay del poder, de la jerarquía y del disentir con los superiores? Los primates actuales son animales jerárquicos con una estructura piramidal. Sin embargo, las sociedades humanas llamadas de «cazadores-recolectores» son sociedades igualitarias, con toma de decisiones en común y con un control por parte del grupo hacia la conducta de los líderes.
Boehm plantea que no desaparece el poder, sino que aparece una “jerarquía inversa”: una coalición de los individuos subordinados para controlar a los machos alfa deseosos de mandar y dominar. El dominante o aprovechado con pretensiones que no se refrenara, era vigilado y castigado por el resto del grupo. La caza siempre se ha compartido entre todos los individuos, y se castiga al que no cumple con las normas, desde chascarrillos a exclusión, ostracismo e incluso castigo físico o muerte.
El origen de la moral es el control social por parte del grupo, castigando a los individuos que se desvían de las conductas y promoviendo la virtud, favoreciendo así la supervivencia del grupo. Es el gobierno de toda la comunidad desde abajo. Éstas preferencias sociales acaban modificando el acervo genético, ya que los que eran mejores en inhibir sus tendencias antisociales, consiguieron un éxito reproductivo mayor, aumentando las conductas cooperadoras y disminuyendo las conductas de depredación social.
Boehm, como ejemplo, cita al antropólogo Colin M. Turnbull (del libro «The Forest People»), y el caso de Cephu, un jefe mbuti de cinco familias que en otros tiempos era muy respetado, pero que cae en desgracia por su mala suerte en la caza. Transgrede las reglas de la solidaridad tendiendo en secreto su red por delante de las redes de los demás participantes en la cacería. Esa tarde, nadie habla con él y ni siquiera le ofrecen un sitio en la reunión nocturna de los hombres. Le pide a un joven que se aparte para hacerle sitio, pero el chico no le cede el lugar, y otra persona empieza una canción burlona sobre Cephu en la que dice que no es un hombre sino un animal. Desalentado, Cephu les comunica que renuncia a la carne de las presas que ha cazado. Su oferta es aceptada y saquean su casa cogiendo incluso la carne que ya se está guisando. Más tarde, uno de los parientes lejanos devuelve a Cephu y los suyos un puchero lleno hasta el borde de carne y salsa de champiñones. Esa misma noche vuelve a verse a Cephu sentado en el círculo de los hombres que cantan en torno al fuego.
«Aunque el propio Boehm no menciona la risa, (… ) la risa colectiva podría haber servido como un dispositivo de nivelación social para ayudar a mantener a todos en línea» explica el antropólogo Chris Knight.
En este caso etnográfico, la canción burlona hacia Cephu parece ser la gota que colma el vaso. «Algo que nos diferencia de estos antepasados ​​y parientes primates, y que debería ser de especial interés para la antropología, es nuestra propensión única a reír»
La risa humana es única: es contagiosa. Ningún chimpancé se reirá solo porque otros lo estén haciendo, sin embargo, los humanos podemos volvernos inmanejables. El psicólogo evolucionista Steven Pinker señala que esto podría ser lo que permitió que la risa fuera puesta al servicio del humor. En «Cómo funciona la mente» (1997), escribe:
«No hay gobierno en el mundo que tenga el poder de controlar una población entera, de modo que cuando los sucesos se desarrollan rápidamente y toda la población pierde confianza en la autoridad de un régimen al mismo tiempo, lo derriban. Ésta puede que sea la dinámica que pone la risa -esa señal involuntaria, desorganizadora y contagiosa- al servicio del humor. Cuando las dispersas risas disimuladas crecen y forman un coro de hilaridad como si fuera una reacción atómica en cadena, la gente en realidad está reconociendo que todos se han dado cuenta de la misma flaqueza en lo que hasta entonces había sido un personaje exaltado, y ahora blanco de sus risas. En caso de agraviarlo en solitario, uno siempre se arriesga a padecer las represalias del personaje que ha sido el blanco del escarnio, pero una masa, conchabada sin ambigüedades en reconocer las manías y debilidades del personaje escogido como blanco, está a salvo. El cuento de Hans Christian Andersen sobre el traje nuevo del emperador es una hermosa parábola del poder subversivo del humor colectivo.»
Como consecuencia de esta revolución humana, cada vez que nos relacionamos, nos resulta natural tranquilizarnos mutuamente y establecer al menos la apariencia de igualdad a través de una sonrisa humana relajada, o ruidosa si se da el caso. Pero donde prevalece más claramente este revolucionario sistema político de dominio o jerarquía inversa es entre muchos cazadores-recolectores, que conocen bien esta virtud humana de la risa social y disfrutan de horas de tiempo libre para actividades creativas como arte, baile y canto («sociedades de la abundancia», como les denomina el antropólogo Marshall Sahlins).
Chris Knight asegura que «como antropólogo, puedo informar que en cualquier campamento de cazadores-recolectores, la igualdad se mantiene mediante una risa sin fin dirigida a cualquiera que se esté superando a sí mismo. Donde quiera que mires, hay una atmósfera palpable de alegría y diversión. No es una coincidencia que los dioses de los cazadores-recolectores no sean guardianes solemnes de la moralidad, sino tramposos traviesos cuyas travesuras provocan la alegría indefensa tanto en el oyente como en el narrador.»
Como ejemplo, el trabajo continuado entre la gente mbendjele en la República del Congo, del antropólogo Jerome Lewis. En esta comunidad, la risa mantiene el igualitarismo, pero una risa sujeta a normas sociales. Explica que sería arriesgado para una persona joven burlarse de una mayor, sin importar cuán tonta sea la conducta del anciano. Pero las mujeres mayores ejercen un privilegio especial, y derriban con la risa a cualquiera con aires de superioridad.
A modo de ejemplo, Lewis relata cómo una mujer que está molesta con el comportamiento de su esposo (podría estar persiguiendo a otra mujer, o puede que no esté proporcionando lo suficiente para comer, o que no tenga relaciones sexuales con ella), irá a sentarse con otras mujeres en un lugar prominente. En voz alta y exagerada, hablará de los problemas que tiene, mientras que sus oyentes retomarán sus gestos con entusiasmo mientras imitan sus acciones y expresiones. Esta es una situación terrible para el infortunado esposo, ya que escuchará a las mujeres, a los niños y otros hombres reírse ruidosamente a sus expensas.
Una de las estudiantes de Jerome en el campo, Daša Bombjaková, observó detalladamente cómo la risa de las mujeres logra mantener a los hombres en línea. En cualquier disputa con un hombre, una mujer puede esperar el apoyo de otras mujeres, que le darán refugio y protección, o le insultarán o le agredirán si fuese necesario. Pero su principal arma es la risa burlona.
Las mujeres tienen un ritual poderoso llamado «Ngoku», diseñado para reafirmar los valores femeninos. Toda la comunidad femenina se reúne para cantar y bailar, tomando el control del espacio público. Recreaciones públicas, burlonas, de comportamiento masculino denuncian la avaricia, el egoísmo, la deshonestidad, el engaño, la pereza, la arrogancia, la jactancia, el descuido, la cobardía, la intolerancia, el mal humor, la impulsividad, la agresión y la posesividad. Una característica de estas recreaciones o «mòádzò» es que se usan pocas palabras y muchos sonidos onomatopeicos, que son amplificados por la audiencia y se extienden musicalmente. A buen entendedor…
«Una mujer mayor podría comenzar a imitar silenciosamente algún manierismo característico de alguien. Uno o dos más inmediatamente entienden a quién se refiere. Empiezan a reír y, como la risa es tan contagiosa, pronto todos se ríen. Después de un tiempo, la única persona que aún no se ríe es el hombre burlado. Pero la risa continúa hasta que, por fin, incluso él recibe la broma. El coro cede solo cuando finalmente se une, riéndose a sus propias expensas. Ahora ve el lado divertido de las cosas, por fin se ve a sí mismo como lo ven los demás. Su comportamiento fue cómico debido a su incongruencia con lo que se considera socialmente aceptable. Este hombre podría haber imaginado que podría salirse con la suya con acciones tan escandalosas. Pero las mujeres cazadoras-recolectoras adoptan una perspectiva colectiva sobre los hombres que se comportan mal y harán todo lo posible para que cada culpable vuelva a la fila.»
Si bien puede parecer cruel, la verdad es que la risa de las mujeres es generosa e inclusiva. A pesar de su dolor, se le invita al burlado a salvar la cara uniéndose. Una buena actuación de «mòádzò» logrará calmar la atmósfera al permitir que todos se rían y se olviden de su enojo.
«Mirando la risa desde la perspectiva de un antropólogo, es posible afirmar que todo el humor es esencialmente político.» señala. «Esa intuición trasciende las formas cómicas como la sátira; Mi punto aquí es que el humor en general, sea cual sea su contenido, es político por naturaleza. Hasta los detalles más pequeños de nuestras vidas, nuestras relaciones y encuentros implican ejercicios e intercambios de poder. Ante esta dinámica, la risa es un gesto de igualación, una restauración de un orden legítimo ante una jerarquía injusta.
Los humanos son igualitarios instintivos, que trabajan mejor unos con otros cuando nadie tiene autoridad absoluta, cuando las burlas son amables, cuando hay suficiente afecto y confianza para que las tareas compartidas constituyan su propia recompensa. La risa es una parte vital de ésto, no solo una válvula de alivio psicológico, sino una guardia colectiva contra el despotismo. Cuando reímos por quienes nos rodean, revelamos que somos verdaderamente humanos.»

Fuentes:

Laidlaw, James. 2002. For an anthropology of ethics and freedom. Journal of the Royal Anthropological Institute 8(2):311–332. Crossref, Google Scholar. First citation in article

«Moral Origins. The evolution of virtue, altruism, and shame.» Christophe Boehm.
«Purposive Social Selection and the Evolution of Human Altruism» Christopher Boehm
Did laughter make the mind? Chris Knight.
https://oicd.net/the-power-of-hijacking-the-human-imagination/?fbclid=IwAR2g734hq5wH3soTiBxXGPPI_SvpD9DGjNmscBcJoujrK6bafQykpo0OJqs

http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2019/02/la-moralidad-y-la-burla-contra-el.html

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