SOMBRAS EN LAS ESTRELLAS

La colección otros Mundos de Plaza y Janés, significó un antes y un después en la divulgación de las tesis alternativas.

Buena parte de estos libros no se han digitalizado, y poco a poco van desapareciendo de Las Bibliotecas al no ser demandados por desconocimiento de los lectores.

Sin duda una colección imprescindible para comprender la evolución histórica de nosotros mismos, de buscar respuestas a esas preguntas que el día a día se empeña en ocultarnos.

maestroviejo

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El libro Sombras en las estrellas fue escrito por el autor Italiano Peter Kolosimo en el año de 1966 con el titulo original «OMBRE SULLE STELLE» (© 1966 by Sugar editore) que se publico en la coleccion otros mundos con una traduccion por ANTONIO RIBERA.
Los misterios del Cosmos. Los secretos espaciales alemanes. Las intrigas de la astronáutica soviética y americana. Están habitados los otros mundos?

Sombras en las estrellas

FLECHAS PARA EL UNIVERSO

Nadie podrá decir jamás cuándo el hombre empezó a soñar en las estrellas. Quizá cuando se destrozó las manos y los pies en el primer Olimpo del mundo, rugiendo de furor contra las órdenes intocables que encendían fogatas en el suelo. Quizá cuando lanzó la primera flecha hacia la Luna; y aquella flecha, en el mágico mundo mogol, no volvió jamás a la Tierra. Después, el sueño —quizá— le mostró la senda.

El hombre salió a conversar con los dioses, los invitó entre los mortales, se hizo contar lo que hay allá. Alguien, en la América precolombina, se dio cuenta de que una escala común no servía, y construyó una escala de fuego. La llama tiende al cielo porque pertenece al cielo, donde arden las estrellas. Verdaderamente, una curiosa intuición. Cuando Morfeo no fue suficiente para Icaro, lecaro se construyó las alas. Y vino la ficción científica.

Hubo un cierto éxito editorial, en el mundo mediterráneo, con una tablilla de arcilla de Nínive, en la que se narra el maravilloso viaje del pastor Etana, quien animó a un águila a volar tan alto «que las tierras y los mares y las ciudades no parecían más grandes que panes en un cesto», La idea gustó al primer Flash Gordon de la literatura espacial, Alejandro Magno, que unció sin más una bandada de águilas a un carro, les puso delante del pico pedazos de carne atados a un bastón, y las convenció con ese engaño para que lo llevaran de paseo por el cielo.

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