Las Piedras Grabadas de Rawson. ¿Evidencia de antigua presencia semita en Sudamérica?

¿Existió una conexión entre ancestrales culturas sudamericanas y el Medio Oriente? Evidencia arqueológica proveniente de la Patagonia argentina así parece sugerirlo. Por Débora Goldstern.

Hace una década tomé contacto con el profesor Enrique García Barthé, prominente cartógrafo argentino especializado en culturas antiguas del medio oriente, quién en 1997 saltó a la popularidad al denunciar en algunos medios del país, la existencia de una extraña colección de rocas grabadas, que atribuyó a la obra de un antiguo asentamiento de origen semita.

Recuerdo por esos días, llevaba ya cuatro años de investigación sobre la Cueva de los Tayos, y la historia de un sacerdote salesiano llamado Carlos Crespi Croci, se perfilaba como uno de los capítulos más asombrosos, dentro del famoso enigma ecuatoriano.

Y es que Crespi en su día, desconcertó a sus contemporáneos con la fundación de un museo arqueológico plagado de reliquias imposibles, y de procedencia histórica desconocida al acervo histórico sudamericano, donde algunas piezas parecían remitir a viejas culturas del Medio Oriente.

Tríptico de la colección Crespi donde se observa presencia oriental dentro del grabado.

Sin tapujos, y enfrentándose a críticas acérrimas denegando esta asociación, Crespi llegó a declarar que este vínculo, Oriente-Sudamérica era una posibilidad que valía la pena estudiarse, y hasta el fin de sus días mantuvo esa posición.

Como un giro del destino, Argentina parecía enfrentarse a este mismo dilema perturbador, ante los hallazgos revelados en el Museo Regional Salesiano, localizado en Rawson, provincia de Chubut, que tenía a los salesianos —vaya CASUALIDAD— como custodios de este inclasificable material.

Museo Regional Salesiano de Rawson, Chubut, sur argentino donde se atesora la extraña colección.

Rememorando mi charla con Enrique García Barthe, no dejaba duda su creencia en la existencia de un nexo vinculante entre Patagonia y Oriente, que daba cuenta de una antigua globalización prehistórica, corriente enfrentada a la idea de un continente americano aislado y sin contacto con otras culturas.

Los objetos líticos que despertaron el asombro de García Barthe llevaban tiempo de exposición, olvidados en los oscuros pasillos del Museo Regional de Rawson, y datados de principio del siglo XX, sin que nadie ofreciera una respuesta definitiva a la grafía desafiante, salvo ser clasificados como arte rupestre de origen mapuche.

Sin embargo un prelado de la orden salesiana, Román Dumrauf, narró que cuando se hizo cargo como apoderado de la institución en 1985, creyó observar imágenes del génesis bíblico en las piedras.

La construcción de un gasoducto trajo a luz mucha de esta herencia desconocida, otras piezas fueron donadas al Museo Regional Salesiano por particulares, y como en el caso Crespi vinculado al enigma de Tayos, pregunta ardiente, ¿estamos ante manufactura local, u obra de una cultura ignota, y con vinculación a medio oriente? La controversia no cesa.

Pieza de la Colección Rawson con grafía semita en alguno de sus grabados.

Aunque García Barthe se pronunció en su certeza de una lengua aramea como factor vinculante para su tesis semita en cuanto a este hallazgo, otro autor argentino llamado Bernardo Graiver también había aseverado conclusiones similares décadas antes.

Según relata Christian Quinteros en Hebreos y Fenicios en Santiago del Estero, todo comenzó cuando visitó el Museo Arqueológico de Santiago del Estero junto al escritor Joaquín Neyra. Allí observó una serie de piezas de arcilla que presentaban escrituras y símbolos que reconoció de inmediato.

«Graiver era de ascendencia hebrea, y se sorprendió al ver cabecitas y torteros de terracota grabados con la estrella de David y varias palabras que reconoció como pertenecientes al idioma arameo. En estas piezas podía leerse Ab (padre), Pesaj (Pascua), y una frase que decía “faltan tres días para Pascua” …», escribe.

Y además agrega que «durante casi veinte años Graiver se dedicó a estudiar diferentes objetos extraídos de excavaciones realizadas en la provincia de Santiago del Estero. Así fue como descubrió muchas piezas con inscripciones en arameo o hebreo antiguo, lo que lo llevó a pensar en el origen semítico de algunos pueblos americanos».

En 1980, sus esfuerzos se coronaron en Argentina Bíblica y Biblónica, donde presentó estos hallazgos. Tuve oportunidad de consultar este trabajo, desde ya obra monumental, que refleja la pasión de Graiver por estos estudios. El material aportado sugiere la posibilidad de una colonia semita en tierras argentinas, aunque la investigación quedó trunca tras el fallecimiento del investigador en 1983.

Otro autor argentino a quién llegué a conocer antes de su fallecimiento, Kuki Valle, de profesión arquitecto y apasionado de estos temas, legó un sensacional trabajo: Katígara, La Talasofobia, La Protocartografía y La Cueva de los Tayos, que se revela como un documento de valor inigualable para entender como Oriente y América se pudieron haber conectado en el pasado, según tesis sobresaliente de este increíble estudioso —al finalizar del presente artículo, el lector encontrará los enlaces para adentrarse en la obra de Kuki Valle—.

Un punto a atender es la presencia salesiana tanto en la historia de Tayos, Ecuador, como el caso patagónico argentino. Pero como sabemos, esta orden religiosa no es la única que atesora secretos sobre antiguas civilizaciones sudamericanas, y sus ramificaciones necesitan una mayor profundización que por ahora dejaremos en suspenso.

Esta historia, que denomino la pista semita o de biblos, tendrá continuación en un próximo libro, donde abordaré algunos enigmas de Sudamérica poco conocidos, que incluye una extensión de lo expuesto en este artículo, y actualmente en redacción.

Bibliografía

Las Piedras Grabadas de Rawson. ¿Evidencia de antigua presencia semita en Sudamérica?

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