No estudian. No trabajan. No van al cine, no acuden a fiestas ni pasan ratos con otros amigos que los contactos que establecen en las redes, nunca en persona. Un censo gubernamental afirma que son más de 540.000, pero podrían ser el doble, pues permanecen escondidos.
Hikikomori son jóvenes japoneses que se recluyen en sus habitaciones para alejarse de un mundo que estiman amenazante y entran en un círculo vicioso en el que la pérdida de habilidades sociales conduce a más encierro.
¿Cuál es la razón de ese miedo a la vida? Esta gente, conocida como hikikomori, son sobre todo hombres que no han participado en la sociedad o mostrado el deseo de hacerlo durante al menos un año. Dependen de sus padres para cuidarlos.
En 2016, el censo del gobierno japonés elevó la cifra a 540.000 personas entre los 15 y los 39 años. Pero podrían ser el doble. Como muchos prefieren permanecer totalmente escondidos, no se contabilizan.
«Hay tantas personas ahí fuera, trabajando y sacrificándose; los hikikomori, de alguna forma, equilibran Japón».
La situación no es exclusiva de Japón, aunque es más grave aquí, un número cada vez mayor de familias tienen solo un hijo en el que depositan todos sus sueños y esperanzas, pocos de ellos tienen modelos de conducta porque sus padres trabajan día y noche.
Chujo, de 24 años, lleva dos años siendo hikikomori. Sueña con convertirse en un cantante de ópera, pero como es el hijo mayor, su familia quiere que participe en el negocio familiar. Trabajó en una oficina durante un año, pero era tan estresante que sufría dolor de estómago. También comparaba su situación con la de su hermano pequeño, que podía hacer todo lo que quería.
Enfadado, se portaba mal, provocando más reprimendas por parte de su familia lo que, a su vez, intensifican su sentimiento de vergüenza.
Se encerró en su habitación durante un año hasta que sus padres le obligaron a unirse a un programa de apoyo
Otra explicación puede encontrarse en el cambio cultural del país de una sociedad con mentalidad colectiva a otra más individualista, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que buscan formas de expresar su originalidad.
«En Japón, donde todavía se aprecia la uniformidad y la reputación y la apariencia externa son fundamentales, la rebelión es silenciosa, como los hikikomori», afirma.
«Cuanto más tiempo pasan los hikikomori al margen de la sociedad, más conscientes son de su fracaso social», «Pierden la poca autoestima y confianza que tienen, y la perspectiva de dejar el hogar les aterroriza. Encerrarse en su habitación hace que se sientan «seguros»».