El budismo tibetano enseña que existen dos tipos de mente o dos formas en las que opera la mente: una mente relativa y limitada conocida como sem, la cual es el estado usual de nuestra percepción -inestable y dualista y anclada en la idea de un yo separado del mundo-, y un estado primario del cual emerge el otro y que es igual al espacio base de los fenómenos -cognoscitividad pura y luminosa, sin dicotomías sujeto-objeto-. La práctica budista fundamental, entonces, es reconocer este estado natural de la mente, el cual existe y ha existido desde siempre como la esencia de nuestra propia mente y de la realidad en su conjunto. No se trata de realizar algún tipo de hazaña espiritual o de lograr alguna meta u objetivo de suma importancia y mérito, sino solamente de des-cubrir la naturaleza esencial y residir ahí sin crear obstáculos y oscurecimientos. Ese espacio base en el que podemos habitar con tranquilidad, libres de las construcciones y los conceptos de nuestra personalidad, disfrutando de la realidad como es, es la unión de la vacuidad y la capacidad cognitiva de la mente, o en otras palabras, la inseparabilidad del espacio y la luz.
El maestro budista Tsoknyi Rinpoche, hijo de Tulku Urgyen Rinpoche (uno de los grandes maestros de dzogchen del siglo XX, de quien se decía que tenía una especial habilidad para situar a sus alumnos en el estado natural de la mente) hace una excelente introducción a este reconocimiento de la mente en su libro recientemente traducido al español como Dignidad espontánea. Compartimos aquí algunos fragmentos con comentarios.
Explica Tsoknyi Rinpoche: «La mente no es una cosa concreta o material. Es algo inmaterial». Es «inmaterial» y «sin embargo existe. No es ninguna cosa, pero es». Esto puede parecernos algo muy radical pero es la conclusión natural del hecho de que todos tenemos una experiencia mental del mundo y, no obstante, la mente no se puede ubicar en ningún lado. Ciertamente no es el sentido de la vista o este otro sentido, no es los pensamientos, no es la memoria o la imaginación y tampoco es el mismo cerebro (al cual no podemos atribuirle cómo se siente ver el azul del cielo o tener un orgasmo) -es todas estas cosas y ninguna-.
Dice Tsoknyi Rinpoche: «La característica de la mente pensante (sem) es que siempre se está adhiriendo a algo», ya sea en el presente o en el pasado (recordando) o en el futuro (imaginando). Las seis formas de conocimiento o percepción (los cinco sentidos, más la memoria o el pensamiento) funcionan en términos de sujeto y objeto. Lo cual tiene el efecto de hacer que la mente no se quede tranquila, ya que las cosas que se manifiestan y a las cuales se adhiere le son atractivas o desagradables o indiferentes, pero siempre producen una reacción, una fijación, una captura (el agrado, el desagrado y la indiferencia son considerados «los tres venenos»). Es por esto que, para dejar de sufrir esta inestabilidad, «necesitamos una claridad natural que no esté atrapada en un sujeto y un objeto, sino que sea estable en sí misma».
La esencia de la mente, su vacuidad, su estado de luminosidad pura no-dual, lo que se conoce como rigpa (traducido como cognoscitividad no-dual por el profesor Elías Capriles) está más allá de todo concepto e incluso del estado meditativo de concentración o shamata. Esto es así porque al tener un objeto de meditación, al descansar en algo, se crea necesariamente una una dualidad, estamos atados o amarrados a algo, si bien podemos estar muy relajados. Explica Tsoknyi Rinpoche:
¿Dónde está esa mente y cuál es su apariencia? Podemos buscarla, pero será muy difícil ubicarla en un lugar específico. Por otro lado, la capacidad de conocer innegablemente existe. Si la mente fuese una cosa concreta sería posible ubicarla y decir «aquí está»… La mente y la esencia de la mente son lo mismo y sin embargo no son idénticas… La mente y la esencia de la mente son una, pero no son lo mismo, algo así como el hielo y el agua…
La esencia de la mente tiene tres cualidades. Su esencia es vacua: no hay identidad en ella, es completamente vacua. Al mismo tiempo, su naturaleza es lúcida, capaz de conocer. Finalmente la forma en que esa esencia funciona es sin impedimentos, sin límites… «esencia vacua» significa que cuando la buscamos no encontramos nada: no hay centro, no hay periferia. No hay un lugar del cual la esencia de la mente provenga o surja, ni hay un lugar a donde vaya o en el que desaparezca, y no hay un lugar donde ahora mismo se encuentre. Sin embargo, está presente en todas partes, de una manera que todo lo penetra. Así es la esencia vacua.
«Naturaleza cognitiva» significa que una cualidad de lucidez existe simultáneamente con la vacuidad. Esa cualidad es la capacidad de conocer. En el contexto de la esencia de la mente, naturaleza lúcida o cognitiva significa conocer que la esencia es vacua, que no tiene centro ni periferia. Por el contrario, nuestro conocer actual implica sem, en el sentido de que hay un centro y una periferia… el conocer que ocurre en la esencia de la mente es simplemente reconocer que la esencia es vacua: que no hay un centro ni periferia. Esto supone conocer cómo es esa esencia en realidad, en este momento. En otras palabras, es el conocimiento del espacio básico de todas las cosas, llamado tradicionalmente dharmadatu. Es a partir de este conocimiento que la cualidad de omnisciencia de la budeidad se hace patente poco a poco.
Enseña el budismo que todas las cosas están permeadas por la cognición y la vacuidad. Por lo que podemos decir que la vacuidad y la cognición, o ese estado de conciencia sutil que experimenta pero que no se adhiere a la experiencia, son dos manifestaciones de una misma naturaleza, que es la pureza o la base. Dice Tsoknyi Rinpoche que lo que necesitamos es simplemente reconocer esta base, la unión entre vacuidad y cognoscitividad:
Debemos reconocer nuestro estado básico, el espacio base [dharmadatu]. Este estado básico abarca la mente, la palabra y el cuerpo iluminados -el cuerpo presente como esencia, palabra presente como naturaleza y mente radiantemente presente como capacidad-. Ya que la mente, la palabra y el cuerpo iluminados siempre están presentes como la identidad del espacio base, como mera relación de dependencia con ello, ahora mismo, al estar en el sendero, nuestra identidad es una de tener una mente, una voz y un cuerpo… Es porque no hemos reconocido que el cuerpo iluminado está presente como esencia, que se ha convertido en un cuerpo físico. El cuerpo iluminado como esencia yace más allá de surgir y desintegrarse, nacimiento y muerte. No ha sido reconocido, y ahora aparece de esta forma y nace y luego muere. Así con la voz y la mente.
Es provechoso reparar en estas últimas palabras que explican cómo se ha llegado a formar el cuerpo físico que experimentamos como un reducto de realidad que nos separa del mundo; se trata solamente de una reificación de nuestra naturaleza verdadera, una percepción incorrecta que se cristaliza en un hábito. Y así sucede con nuestra mente y nuestra forma de hablar -nuestra verdadera naturaleza es que todo lo que digamos sea preciso y verdadero-.
Para rectificar esta confusión, entra en acción rigpa:
Este rigpa que debe ser comprendido es en realidad un aspecto del espacio base, un aspecto de nuestra naturaleza dharmakaya [el cuerpo verdadero de la realidad]. Perorigpa también puede considerarse como algo que debe ser reconocido durante el sendero. En este sentido el sendero y el espacio base son en esencia idénticos. La única diferencia es que la naturaleza esencial de uno está cubierta de confusión y la otra no…
El modo de percepción de rigpa es tal que «todo es percibido y sin embargo no nos quedamos enganchados a lo percibido».
Tsoknyi Rinpoche explica que la esencia de la mente es vacua de forma distinta a como, por ejemplo, una flor es vacuidad. Podemos decir que la esencia de una flor es vacua, pues surge y desaparece, es impermanente y finalmente desaparecerá por completo. En cambio:
La esencia de la mente es algo que no ha surgido. Realmente no existe en ningún lado de ninguna forma particular. Y al final la esencia de la mente no se desintegra o desaparece. La esencia de la mente yace en que es algo que no es producido, no permanece pero tampoco deja de ser. En este tipo de esencia vacua no hay centro ni periferia…. Es totalmente clara y despierta. Así que no hay algo que señalar y decir «Esto es». No tiene ni reverso ni anverso; como el espacio… su cualidad de conocer existe inseparablemente de su esencia vacua… no hay sujeto-objeto, hay una cognición espontánea, un autoconocer. Pensar involucra un sujeto que piensa de un objeto y una atención que se fija… cuando un pensamiento aparece, vemos que es la atención que se fija sobre sí misma. Debemos liberar esta fijación, total y abiertamente -porque entonces es sólo la naturaleza cognitiva y la esencia vacua en sí mismas-.
Tsoknyi Rinpoche dice que esta fijación, este modo sujeto-objeto, es el que nos impide descubrir nuestra verdadera naturaleza. Hay una forma de existir y percibir distinta de la cual el dzogchen habla como «una energía en la que existe un jugar de la esencia de la mente, y este juego es la unidad de la vacuidad y la cognoscitividad». Esta diferencia es importante porque la mente que piensa es por definición congelamiento y esclavitud a los fenómenos que aparecen, mientras que la mente vacua es libertad y gozo: «Esta esencia despierta y vacua que dura un instante es llamada ver la perspectiva. En dzogchen se le llama rigpa, cognoscitividad natural… es vacua en esencia, su naturaleza es conocer y su capacidad no tiene límites».