Energía ilimitada y limpia. Este es el sueño prometido desde hace décadas por la fusión nuclear, que consistiría en algo así como «embotellar» la energía de las estrellas, como nuestro Sol, para luego iluminar ciudades enteras. Y todo a partir de combustibles que se encuentran en elementos tan comunes como el agua del mar, y sin producir casi residuos, que están acelerando el calentamiento global y la destrución del planeta. Todo esto, que ahora suena casi a ciencia ficción, podría darse más pronto de lo que pensamos. En concreto, dentro de exactamente 12 años.
Por lo menos así lo aseguran investigadores del Plasma Science & Fusion Center del MIT (Massachusetts Institute of Technology) y Commonwealth Fusion Systems, quienes han presentado ante la comunidad científica su ambicioso plan: tener la tecnología lista para 2025 y contar con reactores de fusión nuclear comerciales en 2030. «El despliegue generalizado de energía de fusión, como tecnología de cero carbono, ofrece la posibilidad de detener la acumulación de dióxido de carbono y, por lo tanto, disminuir la velocidad del calentamiento global», explican para ABC desde el MIT. Pero, ¿en qué consiste el proyecto y por qué se da ahora y no antes -o después-?
Los problemas de la energía actual
En la actualidad existen varios problemas en el plano de la energía: las principales fuentes actuales (carbón, petróleo y gas) son limitados y contribuyen al cambio climático; por otro lado, las energías solar y eólica no son capaces de cubrir toda la demanda y están sujetas a las condiciones del tiempo; por último, la fisión nuclear despierta recelos en la población, además de crear residuos difíciles de manejar. Por ello, la fusión nuclear -que no debe confundirse con la que se genera en las centrales nucleares actuales, ya que se trata del proceso contrario- sería la respuesta perfecta.
Al igual que se produce en el Sol o en cualquier estrella, la energía se produce por la fusión de núcleos ligeros, como el hidrógeno, el deuterio y el tritio, al contrario de lo que ocurre en la fisión nuclear, que los rompe. De hecho, simplifica y reduce el problema de los desechos nucleares y no se trata de una reacción en cadena, por lo que es más fácil de controlar.
El poder de fusión se genera cuando los núcleos de los átomos pequeños se combinan en los más grandes en un proceso que libera enormes cantidades de energía. Estos núcleos están cargados positivamente y, por lo tanto, sienten una fuerte repulsión que solo se puede superar a temperaturas de cientos de millones de grados. Si bien estas temperaturas, y por lo tanto las reacciones de fusión, se pueden producir en los experimentos de fusión modernos, las condiciones requeridas para una ganancia de energía neta -es decir, que se genere más energía de la que se gasta en su producción- aún no se han alcanzado.
La importancia de la potencia de los imanes
Una posible solución para esto podría ser aumentar la fuerza de los imanes. Los campos magnéticos en los dispositivos de fusión sirven para mantener estos gases ionizados en caliente, llamados plasmas, aislados de la materia ordinaria. La calidad de este aislamiento se vuelve más efectiva a medida que el campo se vuelve más fuerte, lo que significa que se necesita menos espacio para mantener caliente el plasma. Duplicar el campo magnético en un dispositivo de fusión permite reducir su volumen, un buen indicador de cuánto cuesta el dispositivo; y, a la vez, se obtiene el mismo rendimiento. Así, los campos magnéticos más fuertes hacen que la fusión sea más pequeña, más rápida y más barata. Pero es necesario construir este «súper imán», que está previsto que se integre en el SPARC -el primer prototipo de generador de energía de fusión con imanes superconductores y del tipo tokamak, tecnología similar a la que muchas máquinas ya están empleando- para 2025.
Un avance en la tecnología de superconductores podría permitir que las plantas de energía de fusión lleguen a buen término. Los superconductores son materiales que permiten que las corrientes pasen a través de ellos sin perder energía, pero para hacerlo deben estar muy fríos. Sin embargo, los nuevos compuestos superconductores pueden operar a temperaturas mucho más altas, además de ser más potentes y compactos que los convencionales, como el JET (Joint European Thorus), ubicado el Reino Unido, o el ITER(International Thermonuclear Experimental Reactor), que se está construyendo actualmente en el sur de Francia, en la localidad de Cadarache.