La civilización moderna occidental, uno diría, es el epítome de la «civilización» avanzada o compleja, pues estrictamente nunca se han hecho más ciudades y más grandes. Vivimos en la era de la urbanización y eso es lo que civilización significa etimológicamente. Sin embargo, civilización se ha convertido también en un término emparentado con «progreso» y «cultura» e incluso con la evolución y mejoramiento de la sociedad humana. Es en estos sentidos donde es altamente debatible que nuestra sociedad sea realmente civilizada.
Si admitimos este segundo tipo de acepción -que después de todo es el que más uso tiene y el que más nos importa, pues a fin de cuentas para el ser humano lo importante no es si vive en una ciudad con mucha tecnología o en el bosque, lo importante es que viva bien, que sea feliz y que desarrolle sus capacidades- entonces podemos poner en duda el mito de la civilización, junto con el mito del progreso. Esto es lo que ha hecho Ananda Coomaraswamy, uno de los hombres más cultos del siglo XX. Coomaraswamy nació en 1877, en lo que hoy es Sri Lanka, su padre era un filósofo y legislador tamil y su madre una mujer inglesa. Se doctoró en geología pero ejerció sobre todo como historiador del arte, introduciendo el arte indio a Occidente, formando una enorme colección y presidiendo la colección de arte indio del Museo de Bellas Artes de Boston. Coomaraswamy escribió numerosos artículos y ensayos sobre arte indio pero también sobre metafísica oriental y occidental, dominando alrededor de 12 idiomas, incluyendo el griego clásico, el latín y el sánscrito y el pali.
En un pequeño ensayo titulado The Seventieth Birthday Address, el viejo Coomaraswamy reflexionó sobre la esencia de la civilización, o lo que una sociedad avanzada debe proveer para sus ciudadanos:
Observando las obras de arte que son consideradas dignas de preservarse en los museos, y que alguna vez fueron objetos comunes en el mercado, no pude más que notar que una sociedad sólo puede considerarse civilizada cuando es posible que cada ser humano obtenga su subsistencia haciendo el exactamente el trabajo que quisiera hacer más que cualquier otra cosa en el mundo -una condición que sólo ha sido lograda en órdenes sociales integrados en base a la vocación, svadharma.
Coomaraswamy, junto a René Guenon y otros «perennialistas», fue un gran crítico de la modernidad y su pérdida de tradiciones que alimentaban el alma de la cultura. Vio como una sociedad utilitaria, basada únicamente en la búsqueda de generar más ganancias económicas, tendía a la decadencia del espíritu. En India, el concepto de svadharma personal y en Occidente la idea de la vocación o del genio particular, sugieren que cada ser humano tiene un propósito en la existencia, como si fuera una semilla que sólo madura bajo ciertas condiciones y éstas tienen que ver con un desempeño creativo, con una actividad a través de la cual actualiza su esencia. Por una parte, esto tiene una lectura religiosa o espiritual, cada personal tiene una especie de misión en la obra divina y debe «realizarse» par ser feliz y encontrar la libertad; por otra parte una lectura secular en el tenor de Schopenhauer y Nietzsche, cada ser humano puede considerarse como una especie de obra de arte viviente, y sólo encontrará auténtico sentido cuando experimente la vida estéticamente. Trabajos automatizados o trabajos en los que la persona canjea su vocación por obtener más dinero corrompen el espíritu de las personas y aletargan la mente. En cierta manera la industralización y actualmente la digitalización de la vida parten de la asunción de que el ser humano no tiene una vocación, no tiene un sentido o propósito existencial mayor que contribuir a la economía y acaso recibir ocio y entretenimiento a cambio. Es en este sentido que nos podemos preguntar si realmente somos «civilizados» o si hemos realmente progresado.
https://pijamasurf.com/2019/05/que_es_lo_que_hace_que_una_civilizacion_sea_realmente_civilizada_y_por_que_la_nuestra_tal_vez_no_lo_sea/
Muy buena nota. Gracias
Mientras no se presente la extinción de la especie, las experiencias como civilización serían ilimitadas pero el uso del talento colectivo –tal vez el mejor y principal recurso público que los seres humanos disponemos, por los pueblos y los gobernantes desestimado-, tendría que ver directo con un avance evolutivo sin parangón y claro, una fantástica experiencia para la civilización, empezando por la recuperación de la dosis de poder personal inmanente en cada cual.