Hay imágenes satelitales que muestran que el Sahara se ha retirado a lo largo del borde sur desde el Atlántico hasta el Mar Rojo, y que la masa forestal en el Sahel ha crecido en un 8 por ciento. Sobre ello apenas hemos leído nada en los titulares de prensa ya que no es nada que deba preocuparnos. Los “fabricantes de modelos” nos hablan de un aumento de la desertización. ¿Quién tiene razón? ¿Las imágenes satelitales o los modeladores climáticos? Echo de menos científicos y periodistas independientes que estén investigando y escribiendo al respecto y que no estén vinculados al pesebre de los gobiernos o las Naciones Unidas, concentrados únicamente en sus continuos anuncios de las consecuencias catastróficas por sobrecalentamiento de la tierra.
Las imágenes y mediciones satelitales de la NASA muestran que el Atlántico Norte, incluido el Mar del Norte, sube su nivel en casi 3 milímetros por año, es decir, aproximadamente 30 centímetros en un siglo. Algunos investigadores han mostrado que esas cifras se mueven dentro de la natural variabilidad desde el final de la última era glacial. En el Pacífico, sin embargo, se miden niveles del mar altamente fluctuantes, lo que se cree que tiene que ver con la tectónica de las placas terrestres. Pero nada de lo que podamos leer y nos presente una evolución del clima incierta y no inminentemente catastrófica merecerá la atención de medios y políticos. Son los modelos climáticos al uso, los generados por “la flor y nata de la climatología” (según me dicen) los que marcan la pauta mediática y política. ¡Y estamos sobrecalentando el planeta!
Hace apenas un año y medio Nicholas Lewis y Judith Curry publicaban su trabajo “The Impact of Recent Forcing and Ocean Heat Uptake Data on Estimates of Climate Sensitivity” en el que, con los mejores datos disponibles, calcularon la sensibilidad de nuestro sistema climático a un cambio en la concentración de CO2 de la atmósfera (el término “sensibilidad climática” les resultará común) con los siguientes resultados:
1.3 ° C por duplicar el contenido de CO2 en la atmósfera hasta aproximadamente el final de este siglo (Respuesta climática transitoria, TCRE las siglas en inglés), y 1.7 ° C en el caso de la sensibilidad climática en equilibrio a largo plazo (ECS las siglas en inglés) aproximadamente para el período de 2150 a 2200. Los números casi no varían de forma significativa, aunque variemos la elección de las ventanas de tiempo, no importa que se evalúe el período 1870-2016 o 1930-2016. Había toda una serie de trabajos previos de otros autores, que también habían encontrado estos valores tan bajos.
Como ya hemos dicho muchas veces, los modelos climáticos se “recalientan” demasiado, esperan un ECS demasiado alto, en promedio de 3 ° C (el doble de lo calculado por Lewis y Curry). Steve Koonin (Subsecretario de Ciencia del presidente Obama de 2009 a 2011) ha considerado durante mucho tiempo que estos modelos ni siquiera pueden reflejar con precisión los últimos 30 años y, por lo tanto, los modelos recalientan artificialmente la evolución climática futura. Les recomiendo lean su intervención ante la American Physical Society (p. 255 y sig.) en 2014. En esa intervención muestra cómo los modelos, para “corregir” esa discrepancia”, reducen a la mitad la ECS “sólo” para esos 30 años. El IPCC llama a tal manipulación ”scalling” (WG 1, Capítulo 10, p. 882), en castizo: recorta por aquí, o por allá, hasta que cuadre. Porque en cuanto pretenden modelar el futuro, los modelos climáticos lo hacen nuevamente usando una ECS un tercio más alta.
¿Qué hay del “pánico” que quiere prescribirnos “Fridays for Future”? ¿Es todo apenas aire caliente? Los políticos están sobrecalentados porque los modelos con los que quieren hacer sus políticas también están sobrecalentados
Si los modelos y la realidad no coinciden, entonces los científicos deberían cuestionar sus modelos en lugar de retocarlos a antojo para que cuadren. Lo que deberíamos esperar de “la flor y nata” de la ciencia del clima es que fuesen DESCARTADAS las dramáticas estimaciones de sensibilidad climática con las que funcionan los modelos del IPCC (1.86 ° C para TCR y 3 ° C para ECS). Sin embargo, lo que parece que los científicos del IPCC se preguntan es: ¿cómo podemos proteger nuestros modelos y sus preocupantes proyecciones frente a la evidencia empírica? Porque de las preocupantes proyecciones depende el alarmismo que caracteriza hoy a las sociedades occidentales, los inocentes con sus “Fridays for Future”, los políticos con su impuesto al CO2 y los medios con sus titulares alarmistas que generan millones de clicks (publicidad, ya saben).
Un argumento clave hasta ahora venía siendo el siguiente: los modelos predicen una distribución espacial del calentamiento del océano diferente de lo que observamos. Así que bien podría ser así, los activistas argumentan que la desviación sería un “un capricho, una cabriola de la naturaleza”, una variabilidad interna, y que después de terminar este episodio que ellos consideran aleatorio, el “ajuste de modelo” del calentamiento se volverá mucho más fuerte a escala global. Por lo tanto, el IPCC sigue esforzándose por impulsar una sensibilidad al CO2 demasiado alta en su próximo informe.
Al respecto, hay dos trabajos recientes que pueden arrojar luz sobre el problema. Ya les adelanto: las observaciones de la tasa de calentamiento son correctas, los patrones aberrantes de los modelos climáticos se deben a sus propias deficiencias y los patrones naturales no cambiarán. Los modelos del IPCC, por ejemplo, ven un calentamiento bastante uniforme del Pacífico tropical como resultado de las emisiones antrópicas de CO2. Las observaciones, sin embargo, indican un calentamiento mucho mayor en el Pacífico tropical occidental que en el oriental.
En “Attributing Historical and Future Evolution of Radiative Feedbacks to Regional Warming Patterns using a Green’s Function Approach: The Preeminence of the Western Pacific”, Dong et al (2019) prueban que si las regiones convectivas con muchas nubes del Pacífico occidental se calientan más que aquellas con poca convección en el Pacífico oriental, el calentamiento global es mucho menos pronunciado. La convección (con alta nubosidad) en el Pacífico tropical occidental significa que hay una mayor reflexión de calor hacia el espacio, lo que significa que el calentamiento local puede reducirse de manera mucho más efectiva de lo que sería posible en el Pacífico oriental, con menos convección (menos nubes). Por lo tanto, es un mecanismo físico claro que nos muestra cómo el aumento del calentamiento observado en el Pacífico occidental tropical conduce a una menor sensibilidad climática global (= por retroalimentación global negativa más fuerte). ¡Una vez más los modelos fallan con las nubes!
Los modelos climáticos tienen déficits tan grandes en la descripción de lo que está sucediendo en el Pacífico tropical que, al hacerlo sobreestiman sistemáticamente la sensibilidad a la emisión de CO2, como muestra el trabajo de Seager et al. en la prestigiosa revista científica “Nature” en julio de 2019: ” The failure of state-of-the-art models to capture the correct response introduces critical error into their projections of climate change “.
¿Consecuencias? Ninguna. Dudo que los resultados de los dos trabajos que les cito se incluyan en el contenido del próximo informe del IPCC. Hacerlo supondría que “la flor y nata” de los redactores del informe tendría que revisar críticamente cientos de páginas que ya se han escrito y se basan en proyecciones de modelos que no funcionan.
Una razón más para que confiemos en el empirismo y no en la “Climatología de Playstation”. Pero entonces, ¿qué hay del “pánico” que quiere prescribirnos “Fridays for Future”? ¿Es todo apenas aire caliente? Los políticos están sobrecalentados porque los modelos con los que quieren hacer sus políticas también están sobrecalentados. ¿Qué científicos tienen el coraje suficiente y asumen su responsabilidad de educar a los adolescentes y políticos alarmados?
Foto: Parlamento Europeo de la UE