Más acá de la guerra tecnológica, cuyo desenlace sigue siendo incierto y, al parecer, lejano, lo que resulta seguro es que China está consolidando sus posiciones para convertir el estratégico mar del Sur de China en un coto cerrado, algo similar a lo que viene siendo el Caribe para Estados Unidos en el último siglo.
El dragón sigue creciendo en todos los aspectos, como lo enseña la última lista de la revista Forbes sobre las 500 mayores empresas del mundo: «Excluyendo Taiwán, 119 empresas de China continental y Hong Kong llegaron a la lista, casi a la par con los Estados Unidos. Este es un cambio histórico», dijo la revista en un comunicado.
Desde 2001, ha habido un cambio significativo en la distribución geográfica de las empresas en el ranking. EEUU tenía 215 en 2001, que cayeron a 121 este año. En tanto, China tenía sólo 10 en 2001 y pasó a las 129 en la actualidad, si se computan las diez de Taiwán en la lista Fortune Global 500 de este año. Tres grandes empresas estatales chinas (Sinopec Group, China National Petroleum y State Grid) se colocan entre las cinco principales compañías este año.
Pero el centro del poder de Pekín se está expresando cada vez más en el mar del Sur de China. Surgen estos días dos datos centrales: además de las siete islas artificiales fortificadas construidas por China en ese mar, consiguió ahora la cesión de una base naval de Camboya que puede trastocar los equilibrios regionales y, en paralelo, se conocieron ejercicios con misiles antibuque en las proximidades de las disputadas islas Spratly y Paracel (Nansha y Xisha).
La primera información proviene del Wall Street Journal que sostiene que China y Camboya firmaron un acuerdo secreto que le permite a la Marina del dragón el acceso exclusivo a la base naval Ream en el golfo de Tailandia durante 30 años. Aunque el Gobierno de Phnom Penh negó la versión, en gran medida porque se trataría de un acuerdo inconstitucional, en los hechos Camboya es el principal aliado de China en la región.
En 2017 el Gobierno de Camboya canceló los ejercicios militares bilaterales Angkor Sentinel con EEUU y ahora los realiza exclusivamente con China. La reacción de Washington no se hizo esperar. Emily Zeeberg, portavoz de la embajada en Phnom Penh, instó al Gobierno camboyano a que respete «su compromiso constitucional de seguir una política exterior independiente».
Un dato adicional de la mayor importancia es que la base naval está situada a escasa distancia de un aeropuerto que está siendo construido por una empresa china. Se trata del aeropuerto Dara Sakor, en la costera provincia de Koh Kong, cuya pista supera los 3.200 metros, lo que permite el aterrizaje de grandes naves. Está en construcción además un resort turístico que ocupa 45.000 hectáreas donde se invertirán 3.800 millones de dólares por la china Union Development Group.
Por otro lado, entre el 29 de junio y el 3 de julio, la Armada china realizó pruebas reales con misiles de medio alcance entre las islas Spratly y Paracel, en un bloque de 22.000 kilómetros cuadrados. Entre los misiles probados se encuentra el DF-21D, con un alcance de 1.500 kilómetros, denominado «asesino de portaviones» por su capacidad de caer en vertical sobre el blanco, lo que hace muy difícil la defensa.
Además fue probado el misil DF-26 con un alcance de 5.000 kilómetros, con capacidad para una ojiva nuclear. Este misil puede alcanzar la isla de Guam, donde EEUU tiene una de las más importantes bases militares en el Pacífico.
Según el análisis de Asia Times, «las pruebas fueron una advertencia a Estados Unidos en el sentido de que sus buques de guerra y los portaviones son vulnerables al cruzar el mar del Sur de China, o en caso de acudir en ayuda de sus aliados en las aguas en disputa con Pekín». En esa situación están países como Japón, Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunéi e Indonesia.
Para China, la región del mar del Sur o Meridional es doblemente problemática. Por un lado, la hegemonía en esas aguas tiene un carácter estratégico militar, ya que es el espacio desde el cual puede sufrir una agresión, como ya sucedió en el pasado, con las flotas imperiales inglesa y francesa. Además, un tercio del transporte marítimo mundial atraviesa el mar del Sur de China, que representa el grueso de las exportaciones e importaciones del dragón.
La «libertad de navegación» que reclama Washington va en contra de la soberanía que reclama China, que está convirtiendo esas aguas en espacio de uso exclusivo de su Armada.
En opinión del periodista Jonathan Manthorpe de Asia Times, la retirada del Gobierno de Trump del tratado IRNF (Intermediate-Range Nuclear Forces) crea una situación extremadamente peligrosa. El tratado había sido firmado en 1987 por los presidentes de EEUU y la URSS, prohibiendo los misiles de hasta 5.500 kilómetros: «Se negoció y acordó debido a que tanto la Unión Soviética como la OTAN comprendieron que el despliegue de lo que se llamó ‘armas nucleares tácticas’ podría desencadenar una escalada de conflictos que llevaría a una guerra nuclear”.
La situación sería similar, en su opinión, a la que se vivió en Europa hace 40 años. Por eso concluye, con ironía, que «sería maravilloso creer que Xi y Trump tienen la misma sagacidad para hacer frente a los peligros de esta situación de la que tuvieron Reagan y Gorbachov».
Más allá de la ironía del periodista, hay dos elementos que son ciertos. El primero es que la situación puede llegar a ser dramática si las dos potencias que se disputan los mares del Pacífico no encuentran las vías del diálogo para resolver los problemas que, por ahora, denominan como «guerra comercial», cuando en realidad es una amplia disputa que abarca desde las tecnologías de punta hasta la hegemonía marítima y militar.
La segunda, es que China no deja de avanzar, paso a paso, en todos los terrenos, como lo demuestra la conversión del mar del Sur de China en algo similar a lo que los romanos llamaban «mare nostrum», en referencia al Mediterráneo.
https://mundo.sputniknews.com/firmas/201907241088124213-el-dragon-se-apodera-del-mar-del-sur-de-china/