En las clases de ciencias naturales o biología de la escuela solían dejar muy claro que existen dos sexos: el masculino y el femenino. Ambos, definidos por los cromosomas X y Y. Los sexos se volvieron la base de toda la sociedad, así como de las más antiguas civilizaciones. Conforme más investigaciones médicas, antropológicas, sociológicas y psicológicas se fueron conjugando a lo largo del tiempo, los resultados evidenciaron que estamos estructurados dentro de una compleja diversidad sexual. El sexo masculino y el femenino dejaron de definir la existencia de las personas.
¿Qué pasaría si nos encontráramos –o viviéramos– la experiencia de dar a luz y, en el hospital, confirmaran que nuestras células marcan cromosomas masculinos? ¿O, tras una visita al médico, se descubriera que además de tener el aparato sexual masculino –pene, testículos y próstata–
también se tiene un útero? De acuerdo con el Manual de Diagnósticos y Estadísticas –DSM V, por sus siglas en inglés–, el “desorden del desarrollo sexual” suele sucederle a una de cada 100 personas, y basta esa estadística para cuestionar el binarismode la sociedad.
El escenario simplista en donde los cromosomas XX representan las características de un cuerpo femenino y los cromosomas XY, las de un cuerpo masculino, se complejizó. Las nuevas investigaciones en temas tanto de las secuencias de ADN como de la biología celular han revelado que el sexo biológico no es algo que se asigna en sí: es un proceso que continúa cambiando aun después del nacimiento.
¿Cómo surge la determinación del sexo?
Para el PhD y director del Center for Gender-Base Biology de UCLA, EEUU, Eric Vilain, la determinación del sexo es una especie de competencia entre dos redes de genes opuestas. De modo que los cambios en la actividad o las moléculas de las redes pueden balancear al embrión hacia un sexo u otro más allá de los límites establecidos por los cromosomas.
La determinación del sexo es en realidad un balance, una homeostasis, de todo el sistema corporal.
De acuerdo con varios autores, el balance sexual –en vez de la determinación de sexo– en los ratones es una manifestación que puede cambiar aun después del nacimiento e, incluso, mantenerse activo a lo largo de la vida.
Intersexualidad: desafiando la determinación del sexo y el binarismo sexual
Imagen: Raffaele Petralla/Prospekt
Anteriormente llamados de manera peyorativa como “hermafroditas”, los intersexuales –en cada una de sus divergencias– han logrado romper los límites del sexo binario. Algunos intersexuales pueden tener más de 25 genes que afectan su desarrollo sexual a nivel anatómico; otros que de manera incidental se dieron cuenta de su sexo. Sin embargo, algo que queda claro es que la ciencia es capaz ahora de comprender que el sexo no es una asignación: es un proceso.
Para Andrea Ford, del SCOPE Stanford Medicine, el sexo es una amalgama de células genéticamente distintas, de las cuales algunas pueden tener un sexo diferente a las otras. Como resultado pueden existir una diversidad de casos, como por ejemplo: gemelos idénticos de sexos diferentes, o de hombres que llevan en sí mismos células femeninas de sus madres, o de mujeres que llevan en sí mismas células masculinas de sus hijos.
De esta manera parece casi imposible pensar actualmente el sexo como un constructo binario, y más bien, habría que pensarlo como un abanico de experiencias y situaciones que, ante todo, se encuentra en la esencia de las personas y sus derechos.
https://pijamasurf.com/2019/08/hallazgos_recientes_sobre_el_sexo_biologico_hacen_cuestionar_el_genero_binario/