Dado que la pérdida del sentido de lo sagrado en nuestras vidas ―nuestra relación con la Tierra, así como nuestros valores, nuestra visión del mundo, nuestros sistemas― está claramente destruyendo la Tierra y llevándonos a la extinción, uno pensaría que las religiones y los caminos espirituales serían los primeros en responder, restaurar lo sagrado en nuestras vidas, estar en primera línea en la regeneración de nuestro planeta y la sociedad. Sin embargo, tanto las religiones tradicionales como los enfoques espirituales posmodernos de la Nueva Era no han respondido eficazmente a la crisis mundial. En lugar de desafiar y transformar el patriarcado, el materialismo y el capitalismo, las fuentes de la crisis, a menudo se han vuelto cómplices de ellos, tanto directamente entrelazándose con ellos como siendo complacientes para cambiarlos. ¿Qué podemos hacer entonces para que la espiritualidad se involucre en dar una respuesta directa y poderosa a la crisis existencial que enfrentamos, en lugar de simplemente servir a las fuerzas del escapismo, el fatalismo, el elitismo y la complacencia?
¿Cómo podemos crear un nuevo paradigma de activismo espiritual que realmente pueda enfrentar los desafíos de estos tiempos ―el firme llamamiento de la propia naturaleza y nuestro propio imperativo evolutivo para la transformación radical, tanto de nuestra consciencia como de nuestros sistemas― de una manera fresca y efectiva ?
Hoy la emergencia climática, y los inminentes colapsos sociales y ecológicos que augura, ya no se pueden ignorar. Incluso los escolares se están levantando para sobrevivir; es un sacrilegio fingir no escuchar sus gritos. Si nuestras orientaciones espirituales han sido demasiado débiles u obsoletas para defenderlos a ellos y a nuestra Tierra, está claro que necesitamos nuevas visiones.
En primer lugar, necesitamos saber que ir más allá de nuestro ego no se trata de desaparecer en un vacío, una trascendencia separada del mundo, sino de ir más allá de la ilusión de separación entre nosotros y el mundo; y, además, que esa ilusión misma se basa en una ilusión aún más profunda al pensar que alguna vez estamos separados de nuestra propia Fuente eterna. ¿Qué significa esto? Que tanto nosotros como el mundo (nosotros y «la Tierra», nosotros y el «otro», humano o no humano) estamos en un espacio infinito de luz, paz y alegría que, a medida que evolucionamos, fluye poderosamente a través de ambos, curando la grieta ilusoria entre ellos. Este desarrollo evolutivo desde las profundidades de nuestro propio ser verdadero levanta el velo no solo entre nosotros y el «otro» sino también entre el momento presente y la Presencia eterna en la que está apareciendo, el aquí y ahora de nuestro mundo desgarrado por la crisis y la luz infinita de curación y guía que lo baña, lo atraviesa.
Una verdadera realización no-dual no enfrenta nuestra propia liberación contra la acción compasiva o el cuidado de nuestro mundo. Nos inunda de amor y sabiduría para sanar nuestro planeta devastado, y también abre la matriz espacio-temporal y nos entrega a nuestra verdadera naturaleza, que es ilimitada, infinita y completa. Tomado de esta manera, nuestra crisis se transmuta en un extraordinario golpe de gracia, una fuente de salvación en ambos sentidos, mundano y eterno, de este mundo y más allá de él. La aparente maldición de destrucción que ha caído sobre nosotros se convierte en un portal de bendición, redención, una apertura a lo inmortal.
Dije «en primer lugar», pero en realidad, si comenzamos a ver esto, tenemos la clave para todo: tanto de la curación de nuestras crisis, de la transformación planetaria, como de un verdadero despertar espiritual ― la clave que puede romper las divisiones ilusorias que nos separan unos de otros, de nuestra preciosa Tierra y, de la misma manera, de nuestra propia Fuente infinita; el golpe de gracia que puede abrir la rejilla de la ilusión, los barrotes de la prisión del tiempo y el espacio, que nos mantienen separados de nuestra propia naturaleza ilimitada, tanto en su Esencia sin forma como en todas sus innumerables formas. En esta crisis tan portentosa, se nos entrega la llave maestra del misterio de quiénes somos realmente. Hay una misericordia en esta crisis, insondable para nuestras mentes, pero que si la encontramos con las manos vacías, nos colma de luz.
Creo que los desafíos que enfrentamos hoy, tremendos como son, nos están llamando a nada menos que a este despertar total, un despertar que puede potenciar la curación que necesitamos tanto personal como colectivamente, tanto a nivel interno como externo. Estamos llamados, como nunca antes, a un despertar que abarque todas las dimensiones de nuestro ser; que cura todas las divisiones dentro de nosotros y todas las divisiones entre nosotros. Es un mandato que no podemos ignorar ― es realmente ahora o nunca.
Algunos dicen que es demasiado tarde, pero creo que son nuestras propias decisiones las que nos pueden fortalecer o quebrantar. Es nuestra propia intención sanar, tanto a nosotros mismos como a nuestro planeta, un compromiso imparable de hacer lo que sea necesario; y paradójicamente, una rendición profunda, a los poderes invisibles de orientación que pueden ayudarnos a atravesar este terreno oscuro y desconocido, infundiendo cada paso que damos con la luz de esa inteligencia superior que ha creado todo el cosmos.
Hay un misterio que se mueve a través de nosotros, y necesitamos enfrentar ese misterio con una disposición dedicada, intensa y con la dulce gracia de la rendición. En estos tiempos extraordinarios, estamos llamados a enfrentar nuestra situación con claridad, asombro e integridad, todo en igual medida. Somos llamados a ir más allá de los opuestos; a transmutar el dolor y el miedo en gratitud, coraje y fuerza; el realismo y la desilusión en visión inspirada; la humildad y el no-saber en el poder de una transformación colectiva a una escala heroica, enorme, una magnitud fuera de todos los mapas conocidos. Algo más está trazando nuestro camino, invocando un nuevo mundo desde nuestro interior, pero tenemos que entregarnos a ello, dejar ir nuestra arrogancia, ponernos en sus manos. Y en esta rendición total a las fuerzas que nos hicieron salir de la nada, nos convertimos en canales desnudos para el próximo desarrollo evolutivo; el misticismo se encuentra con la acción.
Cuando podemos ver a través de nuestro parloteo, los pensamientos auto-identificados, la prisión de nuestra propia historia y mente, y caemos profundamente en nuestros corazones, llegamos a conocernos a nosotros mismos como nada y todo al mismo tiempo; llegamos a saber quiénes somos realmente; el espacio infinito e inmortal que contiene toda la creación. Esta es la clave y el poder para sanar nuestro propio sufrimiento y las divisiones entre nosotros, las divisiones entre nosotros y nuestra Tierra, la clave de nuestra transformación y liberación final. Nuestra liberación no es de la vida en esta Tierra, sino de la ilusión de separación entre nosotros y toda la existencia, en este mundo y más allá. Cuando se levanta el velo de la mente, incluso la aparente separación entre la vida y la muerte se disuelve. Este es el verdadero nacimiento que nos llama, al Cielo aquí en esta Tierra y al mismo tiempo eterno.
Todo esto está implícito en las tradiciones de sabiduría, pero ahora más que nunca necesitamos hacerle espacio para que surja, espacio dentro de nosotros mismos y espacios exteriores de diálogo, intercambio y exploración entre nosotros. Tenemos que desempolvar lo que ya no sirve y despejar el espacio para que surja lo nuevo, donde la orientación y la sabiduría que más se necesitan hoy, en respuesta a nuestra crisis única, puedan volverse claras y explícitas.
Para aquellos de nosotros especialmente quienes practican tradiciones espirituales orientales, necesitamos una comprensión más profunda y relevante de su verdadera importancia de la que hemos necesitado antes, una comprensión verdaderamente no-dual que supera la aparente división entre espíritu y materia, lo trascendente e inmanente, nuestra verdadera naturaleza infinita y sus formas manifiestas. Estamos llamados ahora a ir más allá de la ilusión de la separación misma, de nuestra propia Esencia sin forma y también de todas sus formas, aquí en la Tierra, en el presente. El espíritu no está en otro lugar, un lugar al que debemos trascender ― está aquí y ahora, impregnando todas sus formas, nuestras propias formas y toda la naturaleza. Creo que estas formas se están derrumbando ahora ―las fuerzas y formas que nos sostienen, los ritmos y ciclos de la naturaleza― porque no hemos reconocido, o no hemos podido honrar, lo sagrado que las impregna.
Esto también es cierto, por supuesto, para las tradiciones occidentales ― la división entre lo sagrado y lo secular ha sido la raíz de nuestra denigración de la Tierra, y el enorme materialismo de nuestras culturas, que ha conducido a nuestras crisis actuales. La creación es la cara exterior de lo Divino y, como los pueblos indígenas siempre han sabido, debe ser tratada como sagrada, no (desde el lado religioso) como algún error o engaño o valle de lágrimas del cual escapar, o (desde el lado secular) como simplemente una fuente de recursos para extraer, explotar y desperdiciar.
Sí, todo es un sueño, pero necesitamos abrazar este sueño con amor para despertarlo. Necesitamos abrazar con total rendición y amor este precioso regalo de la vida en la Tierra, este misterio, no tratar de escapar de él o torturar sus secretos. En esta rendición más profunda, tiene lugar una inversión y conversión; el misterio nos envuelve y nos lleva a sí mismo; entramos en comunión con su poder secreto, nos fusionamos en la fuente sagrada de la creación. Esta es la clave que puede convertir la pesadilla en la que hemos aterrizado en un sueño bañado en dicha y, aún más profunda, revelación; la luz ilimitada que fluye de nuestro corazón, y el corazón de todo ser, la fuente más profunda de nuestra propia iluminación interior.
Nuestro camino a seguir estará iluminado desde adentro, y desde la sabiduría que encontramos allí, y no las ideas anticuadas de nuestra mente que para empezar nos han llevado a nuestra situación. En la famosa cita de Einstein que se ha convertido en el eslogan de nuestros tiempos, no podemos resolver nuestros problemas desde el mismo estado de consciencia que los causó. Necesitamos pasar de una consciencia de separación, que nos ha llevado a nuestras crisis, a una consciencia de nuestra verdadera unidad, que puede sanarlas y transformarlas. El ultimátum para despertar a la verdad última de nuestro ser es inequívocamente claro.
Esta es verdadera no-dualidad, el camino que debemos seguir para superar nuestro sentido de división entre nosotros y los demás, entre nosotros y la Tierra, entre nosotros y la mayor Fuente infinita de nuestro ser que crea y mantiene todo esto, y que es su propia naturaleza. Nuestro fracaso ha sido la raíz de nuestra crisis ecológica, la injusticia social aguda, la desigualdad económica, la pérdida de esperanza y significado, las epidemias de salud física y mental, la degradación cultural. Si queremos revertir esto, debemos volver a una Unidad con todo lo que es, y revertir y transformar los sistemas ―sociales, económicos, de gobierno, ecológicos y religiosos― que se han construido sobre ese error central, el sentido de separación. Ha llegado el momento de romper la burbuja de este engaño masivo que, si no se corrige, nos llevará a la autodestrucción masiva.
Cuando nos damos cuenta de nuestra Unidad con todo lo que es, cuando los límites de nuestra separación se vuelven transparentes, somos automáticamente iniciados en lo ilimitado, la inmortalidad de nuestra verdadera naturaleza. Somos tanto el infinito como el momento, el espacio infinito que da lugar a todas las formas y las formas a las que da lugar, el océano y sus olas. Cada momento es una entrada al infinito; la no-dualidad significa realizarnos como ambos, y no establecer una falsa división entre ellos. Este es el único camino a seguir ―hacia nuestra verdadera Totalidad― si queremos avanzar. Paradójicamente, nuestro futuro depende de nuestra conexión con lo intemporal, que solo puede infundirnos con la sabiduría eterna que necesitamos para sobrevivir y prosperar.
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