El experimento de Johansson permitió detectar un fenómeno conocido como ceguera a la elección. Debido a este, se prueba que muchas veces no somos nada conscientes de las elecciones que hacemos o las decisiones que tomamos, generando justificaciones a posteriori..
La ceguera a la elección es un interesante fenómeno que tiene lugar en la mente humana. Nos habla acerca de la profunda inconsciencia con la que hacemos nuestras elecciones y tomamos decisiones, aunque pensemos que lo estamos haciendo de una manera fiable u objetiva.
Tal ceguera a la elección nos lleva a elaborar toda serie de razonamientos y conjeturas para justificar nuestras decisiones y elecciones. Lo hacemos sin darnos cuenta. Simplemente, el deseo de vernos a nosotros mismos como personas conscientes, que saben lo que hacen, nos lleva a actuar de esta manera.
El esquema de la ceguera de elección funciona de la siguiente manera. Decidimos que vamos a tomar el camino A. Sin embargo, por razones azarosas, tomamos el camino B. Sin embargo, en un punto justificamos esa elección, como si hubiera sido la que habíamos escogido desde un principio. Esto nos permite mantener a salvo la ilusión de que somos una unidad coherente.
“A veces tomas la decisión correcta, a veces haces que la decisión sea correcta”.
-Phil McGraw-
El experimento de la ceguera a la elección
El experimento más clásico del fenómeno de la ceguera a la elección fue realizado por Petter Johansson y Lars Hall, en el año 2005. Lo que hicieron estos investigadores fue reunir a un grupo de voluntarios para evaluar la consistencia de sus decisiones.
El experimento era en realidad muy sencillo. A cada uno de los voluntarios se le presentaron dos fotografías de mujeres diferentes. Luego se les preguntaba cuál de las dos le parecía más atractiva. En ese punto, se les permitía ver más de cerca las fotografías y examinarlas durante el tiempo que lo desearan.
Después de esto, debían explicar verbalmente cuál había sido la razón para elegir a una chica y no a la otra. El mismo ejercicio se llevó a cabo con cada uno de los voluntarios, en 15 ocasiones seguidas. Sin embargo, gracias a un truco de magia, en tres de esas ocasiones el entrevistador cambió la fotografía elegida, antes de que el voluntario diera su explicación. Es decir, le entregó la foto que no había elegido.
El sorprendente resultado
Sorprendentemente, la mayoría de los voluntarios no se dieron cuenta del cambio de la fotografía. Habían elegido a una chica como la más atractiva de las dos y luego le daban la fotografía de la que había sido descartada. Sin embargo, ellos actuaban como si esto no hubiera ocurrido.
Cuando se les pedía que explicaran su decisión, todos entraban en detalles que parecían inconcebibles. Por ejemplo, uno de los voluntarios dijo haber elegido a esa chica porque era rubia y le gustaban las rubias. Sin embargo, su decisión inicial había sido por una morena. Algo similar pasó con otro de los entrevistados que eligió una mujer sin gafas y luego le fue presentada una con gafas, como si él la hubiera seleccionado.
Los resultados mostraron que el 75 % de los voluntarios no se dio cuenta del cambio de la fotografía. Solamente uno de cada diez captó rápidamente que esa no había sido su decisión inicial. Otros dudaban, pero al final se decantaban por sostener la elección que nunca habían hecho.
Nos sobreestimamos
Después de haber realizado el experimento, se les presentó una situación hipotética: si alguien hubiera cambiado la foto de la chica que ellos habían elegido, ¿se darían cuenta de ello? El 84% de los entrevistados respondió que sí. La contundencia de sus respuestas llevó a los investigadores a bautizar este fenómeno como ceguera a la elección.
En este caso influye un mecanismo que podría definirse de la siguiente manera: si yo elijo públicamente algo, eso es precisamente lo que debe gustarme. Los investigadores no lograron ponerse de acuerdo en la causa exacta de este fenómeno. Lo que sí hicieron fue abrir un gran interrogante sobre cómo tomamos las decisiones cotidianas.
Antes del experimento de Johansson se había llevado a cabo otro similar, en 1977. En esa ocasión, los psicólogos Richard Nisbett y Timothy D. Wilson le pidieron a un grupo de mujeres que eligieran las medias que más les gustaran de entre los pares que había sobre la mesa. Luego, cada una debía explicar por qué.
Una a una fue eligiendo y luego dando las explicaciones correspondientes. A unas les llamaba la atención el color, a otras la textura, a algunas más la calidad, etc. El punto es que todas las medias eran iguales, pero ellas no lo sabían. Seguramente este fenómeno dará mucha tela que cortar en futuras investigaciones.
https://lamenteesmaravillosa.com/el-experimento-de-peter-johansson-y-la-ceguera-a-la-eleccion/
Que estemos dispuestos a aceptar ligeras modificaciones en los objetos de nuestra elección no me sorprende. Que justifiquemos tales » no elecciones » como voluntarias y propias, tampoco me sorprende; aunque puede deberse a miles de motivos.
Pero que alguien que ha elegido una persona sin gafas o morena no se dé cuenta de que le han cambiado el modelo por alguien con gafas o rubia…… me cuesta mucho creérmelo. Y si fuera cierto, estaríamos hablando de algo más serio y grave que una ceguera a la elección.